Fue el segundo hombre más poderoso de la dictadura. Y el más longevo. Murió con 101 años, siendo uno de los principales artífices del Régimen en sus inicios, y el principal autor de la construcción del “Nuevo Estado”. Su relevancia política fue tan intensa como efímera, y el declive de la Alemania nazi, el motivo de su caída.
Abogado de profesión, Ramón Serrano Suñer (Cartagena, 1901 – Madrid, 2003) cumpliría tal día como hoy 120 años. Nació en el seno de una familia de origen catalán, y es considerado por los historiadores como el arquitecto del Régimen que impuso Franco tras la Guerra Civil. Su trayectoria política comenzó oficialmente en 1931, cuando se presentó a las elecciones de las Cortes constituyentes por la circunscripción de Zaragoza para ocupar el escaño que había dejado libre el político y jurista Niceto Alcalá-Zamora. Su candidatura no fue elegida, pero volvió a intentarlo en las elecciones de 1933, de nuevo por Zaragoza, pero integrado en la coalición conservadora Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA), liderada entonces por José María Gil Robles. A partir de ese momento, Serrano Suñer comenzaría a entablar relación con José Antonio Primo de Rivera, también parlamentario y ya líder de la reciente creada Falange Española.
Tras el estallido de la Guerra Civil, Serrano Suñer fue detenido y encarcelado hasta el 20 de enero de 1937, cuando consiguió escapar a la zona sublevada vestido de mujer. Un mes más tarde, regresó a España, acogido por el general Franco, convertido ya en líder militar y político de la llamada España Nacional. El cuñadísimo, como se le comenzó a conocer –era cuñado de Carmen Polo, esposa de Franco–, pronto empezó a ser una figura clave en la construcción del nuevo régimen autoritario del Generalísimo. Entre 1938 y 1942, Suñer fue seis veces ministro, ocupando las carteras de Gobernación y Asuntos Exteriores y presidente de la Junta Política de la Falange Española y Tradicionalista de la JONS.
Pero, si su faceta como artífice del nuevo Estado franquista no pasó desapercibida en la historia de nuestro país, tampoco lo hizo ser el personaje central por su germanofilia y filonazismo durante la Segunda Guerra Mundial, donde mantuvo una estrecha relación con la Alemania nazi y la Italia fascista. Tanta fue, que Serrano Suñer envió a la División Azul a luchar contra la Unión Soviética como unidad militar entregada en la Wehrmacht.
Serrano Suñer murió en Madrid, a los 101 años, el 1 de septiembre de 2003. Unos años más tarde, en 2008, fue uno de los treinta y cinco cargos del franquismo imputados por la Audiencia Nacional en el sumario instruido por el juez Baltasar Garzón, por los delitos de detención ilegal y crímenes contra la Humanidad cometidos durante la Guerra Civil española y durante el primer franquismo. No fue procesado al comprobarse su fallecimiento.
El romance que sacudió el franquismo
Era público, aunque nadie se atrevía a hablar de ello. La mano derecha y cuñado de Franco, tenía mujer, Ramona (Zita) Polo, hermana de Carmen Polo de Franco; y amante, Sonsoles de Icaza, Marquesa de Llanzol, una de las mujeres más atractivas de la vida madrileña del momento conocida por ser la musa del famoso modista de Guetaria, Balenciaga.
Los dos amantes mantuvieron una relación durante quince años, entre 1940 y 1955 y tuvieron una hija cuyo nombre no llevaba el apellido de Serrano Suñer, sino que fue reconocida como del marido de la marquesa, un militar de alto rango que aceptó a la pequeña como suya: Carmen Díez de Rivera de Icaza. A su nacimiento nadie osó a hacer preguntas y Díez de Rivera fue desconocida hasta la llegada de la Transición, cuando el adulterio de su madre y Serrano Suñer resultó en su primer desamor.
Carmen Díez de Rivera de Icaza comenzó un romance con el joven Ramón Serrano Polo, uno de los hijos de Serrano Suñer y Zita Polo. Su amor fue tan intenso que ambos iniciaron los trámites para casarse ignorando por completo la trama que rodeaba a su historia de amor. Nadie de su entorno se había atrevido nunca a contarle la verdad hasta días antes de casarse, cuando su tía, la novelista Carmen de Icaza, junto a un monje dominico, le abrió los ojos: Ramón, su novio, era su hermano de padre.
Aquella historia se convirtió en un escándalo en los círculos sociales más exclusivos de la sociedad del momento, y pese a que no llegó a trascender a la opinión pública de aquellos años, sí lo hizo más tarde con la novela homónima de Nieves Herrero y la posterior mini serie de televisión basada en esta, Lo que escondían sus ojos, emitida en Telecinco en 2016.
«La desembocadura y gran drama de esta historia es la propia vida de Carmen Díez de Rivera, fue ella lo que nos llevó a esta historia, así que nos preguntamos: ¿Por qué no ir al origen de todo?», explicaba Manuel Villanueva, director general de contenidos de Mediaset, en la multitudinaria presentación de la serie.
Tras lo ocurrido, Carmen Díez de Rivera ingresó en un convento de monjas de clausura en Arenas de San Pedro, y más tarde, viajó a Costa de Marfil como cooperante en una ONG. Tras una larga ausencia de Madrid, la joven volvió a la ciudad para enfrentarse a su madre y a modo de venganza (o no), convertirse en la “musa de la transición”. Carmen se convirtió en directora del Gabinete del presidente de Gobierno Adolfo Suárez hasta mayo de 1977, con quien se especuló que podría haber tenido relaciones sentimentales. Díez de Rivera se rodeó de personalidades como Santiago Carillo o Tierno Galván, alcalde de Madrid entre 1979 y 1986.
Carmen murió a los 57 años víctima de un cáncer de mama el 29 de noviembre de 1999 sin conocer personalmente al que era su padre biológico.
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