Elegante, coqueta, sofisticada. La imagen de la periodista y escritora Ayanta Barilli (Roma, 1969) refleja la tranquilidad y la alegría de estar bien con una misma y de disfrutar de cada detalle de la vida. Una vida que no siempre es fácil y que puede llegar a ser de lo más ruda sin motivo aparente.
Y si no que se lo digan a la autora de la recién estrenada novela Una mujer y dos gatos (Editorial Planeta), una autoficción en la que Barilli explica la dura situación que se ve obligada a enfrentar justo con la llegada del Coronavirus. «Es un libro que va mucho más allá del período del confinamiento. Abraza una etapa en la que coincide con una crisis personal mía, muy fuerte, en la que sufro un divorcio, mis hijos se van de casa y empieza el confinamiento. De pronto, me veo sola en casa con dos gatos».
A pesar de que esta obra transcurra a lo largo de los meses de los aplausos a las 20 horas y de los inicios de la distancia social, la protagonista insiste en que en ningún caso Una mujer y dos gatos se puede considerar un libro sobre la pandemia y sus imposiciones, sino todo lo contrario. «En esta novela cuento la aventura de cómo una mujer, que soy yo, consigue superar determinados obstáculos impulsada por la fuerza del cariño, del amor, y de lo que yo considero moral y ético, que a veces no coincide con las ideologías o con las obligaciones políticas del momento».
Una meta a la que, para conseguir llegar, deberá antes hacer frente a todas las complejidades del encierro, además de tomar ciertos caminos que no iban muy de la mano con las recomendaciones del momento: «Mi problema no es tanto la soledad en esta historia que cuento, sino el desgarro de todo lo que ocurre: la imposibilidad de tener un contacto con las personas a las que quiero y la imposición de una serie de reglas que son opinables, en las que con algunas de ellas estaba de acuerdo y en otras ni lo estaba ni lo estoy. Por lo tanto, es un momento en el que uno se para y dice: 'Muy bien. Esta es la situación. ¿Qué pienso yo de esto?' En este sentido, digo que es la historia de una desobediente y de una mentirosa, porque, a partir de ese momento, para resolver problemas muy importantes que me estaban atacando tuve que tomar unas decisiones, y yo apelo a la responsabilidad personal en todo esto».
Cada uno de nosotros tenemos unas fronteras que no se pueden cruzar. Para mí, las fronteras son las personas a las que quiero
Ayanta BArilli
Una rebeldía sin la que, como queda reflejado a lo largo de la novela, el transcurso de la no trama hubiese funcionado. Porque, como Barilli comenta con indignación, «a mí lo que me dicen me parece muy bien, pero luego está también lo que yo digo. En otros momentos de la historia siempre queda ese lugar fantástico que es tu propia opinión. Sin dañar a nadie, con todo el respeto, pero tu propia opinión. Yo tengo mis opiniones, que no van a variar según lo que me digan ¿quiénes? en un momento en el que, además, se sabe muy poco. Luego, ahí cada uno de nosotros tenemos unas fronteras que no se pueden cruzar. Para mí, las fronteras son las personas a las que quiero, que pertenecen a mi círculo, a mi clan».
Parte de esa insumisión se ve motivada por la indignación y el sentimiento de pérdida ante el fallecimiento de un ser querido en plena pandemia. Al hablar sobre ello, así como de la forma de abordar la muerte en tan complicado periodo, la escritora contesta emocionada: «Te puedes sentir una víctima de todo esto o puedes reaccionar de un modo activo. Yo no quiero ser víctima de nada ni de nadie, simplemente reacciono. El hecho de reaccionar me consuela. Ha muerto una persona a la que yo quería mucho, pero estoy contenta de haber estado con ella, de haberla podido ayudar».
El conjunto de dichas circunstancias han logrado que, tras haber sido capaz de sobrevenir este intenso periplo, la protagonista de Una mujer y dos gatos descubriese acerca de sí misma «cosas que estaban dormidas, porque no habían tenido razón de salir. Mientras esta experiencia ocurría, pensaba con asombro: 'Madre mía, Ayanta, realmente si en vez de haber nacido en 1969 hubieses nacido en los años 20, a lo mejor te habrías convertido en una espía en la Segunda Guerra Mundial. Realmente, no habrías podido estar quieta. Y eso me fascina: al imaginarme a mí convertida en una espía en Alemania, digo: 'podrías ser', porque realmente hay algo de mí que me impide aceptar las cosas tal y como vienen dadas, sin reflexionar en ellas. Si estoy de acuerdo, muy bien; pero si no lo estoy, no lo estoy y no lo voy a estar. Entonces, ha sido sorprendente y, al mismo tiempo, divertido. ¿Cuántas personas hay en nosotros dependiendo de las circunstancias que nos rodean? ¿Hasta qué punto nos conocemos?»
El amor, en todas sus formas y expresiones
Si hay un punto sobre el que gira la historia de Barilli, ese es sin duda el amor: hacia la familia, amigos - tanto hacia los de siempre como hacia nuevas amistades que aparecen imprevisiblemente durante el confinamiento - e incluso hacia personas que formaron parte de su vida y que ya no están presentes en ella. Un conjunto de individuos que, de alguna forma, ha dejado huella en su vida: «Son todos los personajes que aparecen en este libro personas importantísimas en mi vida. Forman parte de ese primer círculo de fuego que tiene que ver con el amor en todas sus facetas: el amor de hijos, de amistad, de familia... Y son personas con las que compartes momentos capitales de la existencia. Este libro, de hecho, quiere ser también un homenaje a todos ellos. Porque, al final, es esa red de contención, la que llamamos 'familia', que es una familia de sangre y es una familia elegida también, que es tan importante tener».
Al hablar de amor, tampoco se puede olvidar el importante papel que desempeña una de las figuras en las que la protagonista no para de pensar, con quien establece una relación que afronta como si de un reto se tratase: 'El hombre que siempre me gustó y al que nunca hice caso'. «No me lo esperaba. Tenía una desconfianza muy grande en esta etapa de mi vida hacia las relaciones sentimentales. Observo esta desconfianza, la estudio e intento entender las razones, reírme de ella y convivir con ella. Ahora mismo quiero, me dejo querer, pero observándolo un poco desde lo alto».
Aunque, si realmente hay un importante momento a lo largo de todo el recorrido iniciado con Una mujer y dos gatos, ese se encuentra incluso algo más allá del final de la novela: cuando Ayanta Barilli consigue volver a amarse a sí misma y a ser quien era: «Este libro es una historia de una resurrección, mía y un poco de todos. Es un salir a la calle y decir: "¡Dios mío, hay luz, hay aire, hay viento, hay mar, hay nubes y hay pájaros!" Estoy en un momento muy positivo. Tengo mucha energía, mucha esperanza y, sobre todo, he recuperado el asombro por las cosas hermosas, que lo había perdido».
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