Al Congreso ya no va nadie, Sánchez lo ha convertido en una especie de museo de máquinas de coser antiguas, de ésas con madera de fortepiano y rueda de barco fluvial. Sánchez se ha pasado meses sin ir a una sesión de control, como la marquesita que se pasa meses sin tocar ese fortepiano que no le gusta y que queda allí en el salón igual que la cajita del bordado. Pero ahora que vuelve a haber sesiones, Sánchez se va a Nueva York, a la ONU, a salvar el mundo haciendo discursos ante los traductores, porque en la ONU tampoco hay nadie ni atiende nadie, menos todavía a Sánchez. Ni Sánchez ni su Gobierno van al Congreso, que les parece como ir al ballet, una cosa burguesa y degenerada. Tampoco ha ido Casado, que prefiere irse a hacer magmatismo del voto a La Palma que dar serenatas a balcones vacíos y a viejas con rueca.
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