Ubicada en el pasaje de San Ginés, en pleno centro de Madrid - entre la Puerta del Sol y el Teatro Real - se encuentra la centenaria chocolatería San Ginés, o más conocida por los madrileños desde la Segunda República como “La Escondida”. Un local dónde se respira tradición. Un establecimiento castizo, de los de antes, de esos que escriben la historia de una ciudad. Declarado Centro Histórico Turístico por el Ayuntamiento de Madrid.
Con sus puertas abiertas las 24 horas todos los días del año, ofreciendo un horario ininterrumpido para poder disfrutar de todos sus dulces en cualquier momento: “La clave es la buena calidad del chocolate y el equipo que tenemos, tanto camareros como churreros. No hay mucho secreto, trabajo y más trabajo; ya ves como está de llena la terraza”, asegura Michel Fernando Cuña, encargado de chocolatería San Ginés para El Independiente.
Su historia les avala
Cuándo Ramón María del Valle-Inclán hace referencia a ella y Benito Pérez Galdós cita al histórico arco que la une con la Iglesia de San Ginés en los Episodios Nacionales, quiere decir que estamos ante la chocolatería con más popularidad y a la vez antigüedad del país. “Para mí, los churros y chocolate de San Ginés son especiales por su esencia literaria. Merendar en esta terraza donde sabes que Valle-Inclán escribió alguno de sus textos es algo especial y único”, asegura un cliente.
El dramaturgo español denominó al establecimiento en su obra Luces de Bohemia (1920) como la “Buñolería modernista”, ya que por aquel entonces en España lo que hoy conocemos como snak eran los nombrados buñuelos, desde espinacas o bacalao hasta rellenos de cualquier dulce. El chocolate en aquella época reinaba por encima de cualquier otro postre, siendo la bebida favorita de la gente llegando incluso a predominar por encima del café. Desde que en 1894 ofreciera por primera vez toda su variedad de productos, la chocolatería ha sido denominada como “La Escondida”. Un apodo que se le atribuye a raíz de la ubicación del local; un lugar aislado del alboroto característico de la capital, un paraje de lo más castizo: el callejón de San Ginés.
Y es que a pesar de no situarse en una calle tan transitada, la chocolatería ha ido adquiriendo una gran popularidad con el paso del tiempo, debido principalmente a no cerrar sus puertas en ningún momento del día. Esto hacía que los académicos y científicos del siglo XIX, acudieran a San Ginés cuando era el único local del centro que ofreciera servicio, esto hizo que también la apodaran como Maxim’s golfo.
Es especial trabajar aquí. Las preguntas de los turistas son constantes, estamos hablando de uno de los dulces más tradicionales de España
amparo sánchez, camarera de san ginés
Su decoración tan característica como auténtica. Espacios del local que te transportan a finales del siglo XIX: “Es especial trabajar aquí. Las preguntas de los turistas son constantes, estamos hablando de uno de los dulces con más tradición de España”, señala Amparo Sánchez, camarera de la chocolatería. Tomarte un café en sus bancos de madera visualizando la cantidad de fotografías de personajes célebres que han visitado la chocolatería, o disfrutar del afamado chocolate con churros rodeado de sus reconocibles paredes verdes y barras de mármol blanco. La chocolatería San Ginés no solo es disfrute gastronómico sino también es un viaje en el tiempo: “Es un orgullo trabajar aquí. En mi caso empecé desde cero, primero fregando platos, luego como churrero y camarero y ahora como encargado. La verdad que estoy muy contento de pertenecer a este equipo”, explica Michel Fernando.
Una atención al cliente única
Una de las peculiaridades de la chocolatería es su horario de atención al público. Las puertas del establecimiento centenario están abiertas las 24 horas y los 365 días del año: “Ahora en tiempos de pandemia sí que hemos establecido un horario de ocho de la mañana a las doce de la noche. Pero antes no, abríamos a todas horas y había mucho trabajo. Por la noche la gente que salía a pasear se acercaba a por un chocolate, fueran las diez de la noche o las tres o cuatro de la madrugada. Esperamos que a partir de diciembre volvamos a esas noches y al horario ininterrumpido”, explica Michel.
La textura es especial y su sabor es inigualable. Crujientes, con un aroma que alimenta. Los recomiendo a todo el que venga a Madrid
clienta
Esta manera de trabajar y facilidad que ponen al servicio de su clientela, lleva vigente desde los inicios de su historia; hecho que ha elevado la popularidad de este local en la capital. Aunque las horas del desayuno y merienda son las más concurridas, cualquier momento es bueno para presenciar a gente disfrutando de sus productos en el interior del local. Y es que las cifras no engañan, abastecer durante tantas horas a los viandantes hace que la cantidad de churros que se elaboran en una jornada normal ascienda a las 4.000 unidades acompañadas de más de 2.000 raciones de chocolate. Un volumen de trabajo que llevan a cabo mediante la elaboración de grandes ruedas, que una vez fritas son cortadas en unas doce raciones de seis churros: “La textura es especial y su sabor es inigualable. Crujientes, con un aroma que alimenta. Los recomiendo a todo el que venga a Madrid, están muy buenos”, señala una clienta mientras toma una ración del dulce en la terraza.
De Madrid al mundo
Ante la constante demanda de su clientela y aprovechando el boom que se vive hoy en día con el take away, el propietario Trapote y todo su equipo decidieron poner a disposición de la gente un servicio de recogida en tienda: “Tenemos varios productos de chocolate gourmet y diferentes helados a la venta, para llevártelos a casa. Todo comenzó con la pandemia y ahora tenemos un local expresamente para eso, la venta de nuestros productos”. Comprar tus churros con chocolate para regalarlos o consumir dónde y cómo te vaya mejor. Una forma de vender que ha causado una gran aceptación durante este tiempo, llegando a la cifra de 10.000 ventas anuales (solo) para llevar.
Pero esto no queda aquí, porque aunque estemos hablando de un establecimiento centenario con muchos años de historia, la modernización y expansión de la marca está al orden del día. Era en 2010 cuando hacían las maletas y llevaban toda su esencia hasta el barrio de Shibnuya de Tokio (Japón). Una chocolatería española en el país nipón, eso sí, adaptando la oferta al gusto de los japoneses. En 2012 también probaron suerte en la ciudad de Shanghái con la apertura de dos establecimientos, aunque en esta ocasión tuvieron que cerrar por diferentes motivos. Y por último Bogotá (Colombia) dónde los famosos churros de San Ginés sí que han triunfado entre la población, combinándolos incluso con el dulce tradicional de América Latina, el arequipe: “Ahora en verano abrió sus puertas una tienda en Marbella. La intención es que con el tiempo se abran más establecimientos por Europa”, asegura Michel.
El Grupo Trapote continúa su andadura al frente de este negocio que cuenta con más de 125 años de historia, elaborando los churros como antes, de forma manual. Sin perder su esencia, utilizando técnicas de antaño para conseguir el sabor de siempre.
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