Pedro Sánchez ha anunciado su bono cultural para jóvenes, del que uno aprecia, antes que nada, que lo que más pesa y suena es la parte del bono. Bono suena a propina, a aguinaldo, a descarga de tragaperras, a bola extra, a monedón de Super Mario, a cartilla de cupones de caldo de gallina, a sartén o yoyó de regalo, a la gran alegría de los pequeños descuentos y las pequeñas sorpresas, como cuando devolvías los cascos de gaseosa o te tocaba un salchichón en una rifa de baraja. Cualquier cosa que tenga delante la palabra bono va a funcionar, va a ser una alegría, y esa alegría es la que vende Sánchez, no la cultura. Si le preocupara la cultura de los jóvenes, el dinero iría a mejorar la educación, no a que el niño se vaya a ver cómo un rapero espanta gallinas.
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