Aunque el título de la celebérrima película de ciencia ficción de 1951 se tradujo en España como Ultimátum a la Tierra, el titulo original responde más a lo que significaron los ataques del 11 de septiembre de 2001 para EEUU y para el resto del mundo: la Tierra se paró ese día. Y sin embargo, el mensaje que Klaatu, el extraterrestre que venía en un clásico platillo volante sí que era más un ultimátum, respaldado por un todopoderoso robot, Gort, que tenía las facultades de policía intergaláctico, que a la mínima muestra de violencia planetaria, desataría todo su poder de manera inmisericorde.
Nada tiene que ver con la visión eco-catastrófica de 2008, donde un anti-empático Klaatu/Keanu Reeves, va a proceder al exterminio de la Humanidad para salvar plantas y animales.
EEUU había tomado ese papel de policía global, primero en el bloque occidental durante la Guerra Fría y después como sostenedor de un sistema internacional liberal multilateral. Tras los atentados, como habría hecho el Gort original, desató una caza sin cuartel de los terroristas que habían atacado EEUU. Sin embargo, no solo Al Qaeda había atacado en 1993 el World Trade Center, sino un gran número de países años antes y lo seguirían haciendo posteriormente. Pero, como el Gort moderno, consideraba que otros grupos terroristas, los estados y grupos que los apoyaran amenazaban el ecosistema del orden liberal internacional, y para que éste subsistiera había que acabar con ellos.
A pesar de algunos debates internos, la victoria en la Guerra Fría había mantenido el consenso entre los partidos y las élites en Washington sobre el papel de EEUU como sostenedor y protector último
Así, a pesar de algunos debates internos, la victoria en la Guerra Fría había mantenido, mayoritariamente el consenso entre los partidos y las élites en Washington, sobre el papel de EEUU en el mundo como sostenedor y protector último. Sin embargo, y progresivamente, los cambios internos y la dinámica internacional, han progresivamente recuperando ese debate hasta extremos de polarización que probablemente solo se habían dado antes de la Guerra Civil o en los años60 del siglo pasado.
Es un debate sobre qué es EEUU y cuál deberá ser su papel en el futuro. En gran medida esta dinámica interna y su polarización ha tenido un impacto clave en la narrativa, en el despliegue de la política exterior de EEUU y en su imagen. A la vez esto también ha llevado a la confusión sobre el largo declive estadounidense, del que ya se empezó a hablar a finales de los años 70, y que ha surgido periódicamente y con más fuerza recientemente con la retirada de Afganistán. Y, como tras la Guerra de Vietnam, se sigue midiendo la dinámica, la situación y el papel de EEUU por estas acciones.
Habría que pensar en que en un mundo globalizado estas acciones tienen gran impacto mediático, y ofrecen una determinada imagen. El profesor de la Universidad de Columbia Robert Jervis., uno de los autores de referencia en los estudios en Relaciones Internacionales ya lo establece en dos libros de su magna obra The Logic of Images in International Relations y Perceptions and Misperceptions in International Politics... Las imágenes en relaciones internacionales, dice Jervis, son aquellas creencias acerca de los otros que afectan las predicciones de cómo se comportarán bajo determinadas circunstancias.
Siguiendo esta idea, esas imágenes son las representaciones mentales de las percepciones que son «un proceso integrativo por el cual los estímulos son interpretados por los individuos junto con los conocimientos previos y las creencias del actor». Desafortunadamente, las relaciones entre actores se construyen, de hecho, sobre esas imágenes y así Jervis establece que los actores operan en el mundo real (Operational Milieu), pero desde un ámbito psicológico (Psychological Milieu). ¿Qué seguiremos y cómo actuaremos? ¿Sólo a la imagen y la narrativa, o al mundo real?
La paradoja puede residir en, no que puede hacer Gort, sino en el curso de las decisiones de Klaatu. En ambas versiones, a pesar de todos sus esfuerzos en su misión, es herido de muerte pero consigue sobrevivir abandonando el mundo, y dejándolo a su propia merced. Sin embargo en la primera sigue advirtiendo a la Tierra de que serán vigilados y si son una amenaza para el resto de los planetas se tomaran medidas extremas; y en la segunda, se marcha confiando en la futura capacidad de la Humanidad tras su experiencia aunque de hecho Gort ya ha destruido todo que lo amenazaba la naturaleza en la Tierra.
Y esa es la paradoja en cualquiera de las dos versiones: EEUU sigue su debate interno sobre el significado de su excepcionalismo, eligiendo entre dos opciones. La primera es que se mantiene como una gran potencia más y abandona su proyecto del orden internacional liberal; o por el contrario, sigue defendiendo este modelo, estructurado desde el final de la Segunda Guerra Mundial, donde aún es su guardián último. Esta es sin duda, la gran pregunta de nuestro tiempo.
David J. García Cantalapiedra es profesor de Relaciones Internacional e Historia Global en la Universidad Complutense de Madrid.
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