La intoxicación masiva provocada por aceite de colza tóxico en 1981 marcó un antes y un después en la historia de la seguridad alimentaria en España, al poner de relieve su importancia, e introdujo cambios en los hábitos de compra del consumidor que han permanecido en el tiempo.
Según ha publicado la Agencia EFE, los expertos coinciden en incluir la colza y la llamada "enfermedad de las vacas locas" (ya en el siglo XXI) como las dos grandes crisis en materia de seguridad alimentaria que marcaron un hito en este ámbito, a las que se suman los controles y requisitos introducidos por la Unión Europea (UE) en la legislación comunitaria.
Los especialistas hacen hincapié en que hace 40 años la distribución moderna no era lo que es ahora -el sector cuenta con cerca de 25.000 supermercados repartidos por todo el país- y comprar comida por la calle en puestos "no autorizados, ni controlados ni vigilados" no era algo infrecuente.
"En cuanto a canales de venta, hablamos de otra España, muy diferente a la de hoy en día", asegura tajante el responsable de Seguridad Alimentaria en el centro tecnológico valenciano Ainia, Roberto Ortuño.
Ortuño habla de un "doble fraude" en el caso de la colza: se vendió como si fuera aceite de oliva y para su elaboración se utilizó producto destinado a usos industriales y no apto para el consumo, lo que tuvo fatales consecuencias.
"El fraude siempre tiene ese riesgo, que al salirte de los canales regulados y legales también escapas al sistema de protección de la salud diseñado en la UE", advierte el experto, quien incide en que la lucha contra este tipo de estafas "es tan antigua casi como el propio hombre".
"Se detectaron casos relacionados con alimentación entre los sumerios, los egipcios... Normalmente se registran en productos de alto valor, como el aceite de oliva o las bebidas alcohólicas. Recuerda prácticas históricas como el aguado del vino o la cerveza", enumera.
"Revolución"
Ortuño, con más de 25 años de experiencia en seguridad alimentaria y visitar "a pie de planta" centenares de fábricas, resalta que las diferencias son abismales hoy respecto a cuando empezó.
"En cuanto a instalaciones, higiene, formación del personal, control analítico, tecnología... Hemos vivido una auténtica revolución", considera este técnico, tras señalar que hoy día se trabaja con sistemas de autocontrol y se detectan los "puntos críticos" de cada empresa para reforzar ahí los controles.
"Es un sector muy concienciado porque está vinculado con la salud de los consumidores. Y ya hemos visto que cuando surge cualquier problema, más allá de las repercusiones legales, desde el punto de vista de negocio la marca se arriesga a morir", asevera.
El último gran caso mediático fue el de Magrudis, en el verano de 2019, cuando se produjo una alerta por listerioris relacionada con el consumo de carne mechada.
"A partir de la crisis del aceite de colza se empezó a desconfiar más de los alimentos. El remate ya vino con las vacas locas, aunque eso ya fue un problema comunitario y provocó un cambio radical por parte de la UE", apunta el representante nacional en la red de riesgos emergentes de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA en sus siglas en inglés), Juan José Badiola.
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