Lo más raro de la cloaca que cuenta Villarejo, ese CNI más cerca de la mafia de chatarreros que de Le Carré, es que se les escape el propio Villarejo, que le dejen cantar La traviata con tranquilidad y congestión, como un tenor gordo que canta en la trattoria con servilleta y batuta de albóndiga. Yo creo que Villarejo, como los autores mediocres, está sacando el guion del cartel del personaje, o sea de él mismo, de lo que puede resultar creíble con su porte. Por eso no le salen conversaciones en un puente londinense, con fina bruma geopolítica y cuenta atrás con tubos Nixie, sino coca, putas, bromuro de la mili y envenenamientos con pimentón de La Vera, como si en vez de con espías sólo tratara con travestis de Almodóvar. Toda la inteligencia del país dopando a don Juan Carlos para que no plante por ahí su blasón de nardo, preparando chantajes con puta vietnamita y accidentes con yunque, y luego se les escapa Puigdemont, se les pierde Bárcenas o se deja a Villarejo cantando el Funiculì funiculà.
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