Ashriye tiene 36 años y desde hace dos se abre camino por el campo de minas que anida en las inmediaciones del muro del Sáhara Occidental. “Evidentemente tengo miedo. Siempre lo hay, pero el tiempo va aliviando el sentido de peligro”, relata la mujer. Es primera hora de la mañana y el equipo de desminadores reúne los bártulos para emprender el viaje hacia el muro. Por delante, su primera misión tras la irrupción de la pandemia y la reanudación de la guerra, de la que se cumple este sábado el primer aniversario.
“A los saharauis les sorprende que una mujer pueda dedicarse a esto. Éste es un trabajo como todos los demás y es una manera de sensibilizar a la población de que las mujeres pueden trabajar”, indica Ashriye desde las instalaciones de la organización que vela por la limpieza de las zonas limítrofes con el muro.
Hay entre siete y diez millones de minas antipersona y antitanque aún por explotar
Gaici Nah, director de operaciones de Smaco
Una tarea ingente que, tras el parón, vuelve a operar desde hace unas semanas. “Hay entre siete y diez millones de minas antipersona y antitanque aún por explotar”, señala Gaici Nah, director de operaciones de Smaco, la oficina saharaui de coordinación contra las minas. La extensión exacta de la contaminación resulta un enigma para todos los organismos implicados.
La larga retahíla de artefactos explosivos que se hallan diseminados bajo las arenas de la ex provincia española, en los 2.720 kilómetros de muralla, es el legado mortal del conflicto que inauguró en noviembre de 1975 la Marcha Verde, la invasión marroquí de un territorio que, 46 años después, sigue pendiente de descolonizar. “El muro es el mayor icono de esa tragedia. Ha partido en dos un pueblo y es altamente contaminante porque ha dejado millones de minas repartidas por la tierra”, subraya Nah, al frente del grupo que se encarga ahora de borrar su rastro.
Una labor igualitaria
Ashriye es una de las soldados del pelotón que, después de un breve curso de reciclaje, ha vuelto al terreno, en los territorios liberados y administrados por la autoproclamada República Árabe Saharaui Democrática. “Lo hacemos hombres y mujeres, de igual a igual”, advierte la treintañera. A unos metros, asiente Toufa Ibrahim, de 43 años. El suyo es ya un oficio veterano, que sirve de inspiración a otras. “Comencé en el proyecto en 2008 con la intención de ayudar a salvar vidas y llevar dinero a casa”, arguye esta madre de dos retoños.
Mi labor trata precisamente de reducir los incidentes y el número de muertos y heridos
TOUFA IBRAHIM, DESMINADORA
“Conozco a un pariente muy cercano al que amputaron una pierna por el efecto de una mina. Mi labor trata precisamente de reducir los incidentes y el número de muertos y heridos”, reseña. “Existe miedo al enfrentarse al desminado, pero el ambiente o el calor tampoco facilitan el trabajo”, comenta Toufa, acostumbrada a pasar largas estancias lejos de casa, residiendo en campamentos temporales preparados para albergar al grupo.
“Trabajamos en circunstancias muy complicadas”, reconoce Mustafa Balah, uno de los integrantes varones de la expedición que, pertrechada de una suerte de escafandras y detectores, acaba de enfilar el camino hacia las inmediaciones de la liberada Tifariti. “Soy uno de los operadores. Nuestro trabajo consiste en acotar el área en la que se va a proceder a la limpieza”, detalla. “El encargo es permanecer tres o cuatro meses sobre el terreno para retirar la mayor cantidad de minas posibles”, apostilla Mohamed.
"El muro ha dejado millones de minas repartidas por la tierra"
Gaici Nah, director de operaciones de Smaco
El imposible horizonte de 2023
Según el último informe de Mine Action Review, publicado el mes pasado, las aspiraciones de las autoridades saharauis, establecidas en los campamentos de refugiados de Tinduf (Argelia), era lograr la retirada total de materiales explosivos para 2023. Una promesa que hoy se antoja remota. El documento alerta de que se ha producido “una reducción masiva” de las tareas de limpieza entre 2018 y 2020. El año pasado no se sumó ni un palmo al desminado por la completa parálisis de las operaciones debido a la propagación del coronavirus y la reanudación del conflicto. “El horizonte de 2023 como fecha final fue siempre ambiciosa pero ahora parece simplemente imposible”, esboza el informe.
La misión de la ONU en el Sáhara (Minurso) también reconoce que la parálisis ha alcanzado a sus propias operaciones de desminado, reanudadas brevemente en octubre de 2020 antes del fin de tres décadas de alto el fuego. Desde noviembre de 2020 sus trabajos se han reducido a las operaciones de emergencia, la verificación de rutas de convoyes y la sensibilización de la población civil. Entre septiembre de 2020 y julio de 2021 el ejército marroquí informó de la detonación de una veintena de minas y munición que hirió a cuatro civiles y 20 uniformados. En el lado saharaui del muro, se contabilizó un herido, un menor de edad.
Según la ONU, las principales amenazas siguen siendo las minas antitanques y la munición de racimo
La campaña que busca su erradicación, sostenida por la ayuda internacional, precisa de más fondos y más recursos, alertan desde Mine Action Review. Según la ONU, las principales amenazas siguen siendo las minas antitanques y la munición de racimo, vestigios de una guerra resucitada ahora.
“La ONU le pidió al Frente Polisario reanudar el desminado, que para nosotros es una cuestión humanitaria con la que seguimos comprometidos, pero en un contexto diferente como el del conflicto armado”, apunta Nah. “Se puede reanudar el trabajo, pero hemos optado por reducir la zona de operaciones, buscando áreas lejanas a la confrontación y sujetas al desarrollo de los combates”.
Limpiar en mitad de una nueva guerra
El renovado ardor guerrero, al que se suma la escalada de tensión entre Argelia y Marruecos, amaga ahora con causar nuevas víctimas y sumar retrocesos a la labor ya firmada durante años. “Los nuevos heridos son soldados y población beduina que cruza la zona. La situación ha empeorado porque algunas de las zonas a las que durante los últimos 14 años dedicamos tiempo y dinero de la ONU y los países donantes se han vuelto a contaminar. Se ha echado por tierra lo realizado hasta ahora”, maldice el principal responsable del programa. En su último informe, la ONU asegura no haber podido verificar la alegación del Frente Polisario de colocación de minas en ciertas zonas en los últimos meses.
“Y las minas no solo causan heridos y muertos, sino que, además de pánico y muerte, también provocan otros daños económicos, políticos y sociales. Nos impiden acceder a un territorio muy rico. Las minas y el muro son la salvaguardia del saqueo y el pillaje”, denuncia Nah, quien advierte de que la mayor concentración de explosivos tiene lugar en la zona colchón de la muralla. “Y, aparte de la contaminación por explosivos, este muro ha explotado irracionalmente el medio ambiente porque en pleno desierto se han talado miles de árboles y se han cortado cauces de ríos y embalses para levantarlo”.
Para que cuando llegue el tiempo de regresar, sea un retorno seguro
TOUFA IBRAHIM, DESMINADORA
“Sueño con la posibilidad de que mi trabajo contribuya a que se pueda recuperar la actividad económica en esas áreas”, balbucea Ashriye, que inesperadamente ha encontrado en casa los principales apoyos para su labor. “Me animan mucho y me dicen que me cuide”, desliza. Toufa, en cambio, ansia que, una vez borrado cualquier rastro de minas, la ruta los lleve definitivamente a casa. “Para que cuando llegue el tiempo de volver al Sáhara libre, no se registren incidentes y sea un retorno seguro, sin víctimas”, concluye.
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