La historia se repite en la política española. Desde las famosas filtraciones de una conversación telefónica del ya fallecido exnúmero tres del PSOE de la época ‘felipista’, José María ‘Txiqui’ Benegas con un conocido empresario español de los ochenta, Germán Álvarez Blanco, a las innumerables entregas de miles de horas grabadas por el ínclito Villarejo, ha corrido ya mucha agua bajo los puentes y han transcurrido varias décadas en las que, sorprendentemente, nuestros representantes públicos parecen no haber aprendido nada. Por ejemplo, que el juego sucio en política no es rentable; no lo es ni ética ni electoralmente porque al final, antes o después, se acaba pescando al culpable… y no lo es porque, a la gente, sobre todo en épocas de crisis, el hecho de que sus políticos se dediquen a ‘jugar a los espías’ en vez de resolver los problemas de su país, de su comunidad o de su ayuntamiento, les suele crispar bastante. No es una mala praxis que se da solo en España, claro está, pero en los últimos años en nuestro país hemos vivido una escalada algo lamentable y muy preocupante de estos maquiavélicos trapicheos.
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