Sobrevivieron dos milenios alojadas en el lecho marino y ahora han sorteado unas duras negociaciones cuyo naufragio el dueño del tesoro confirma en conversación con El Independiente. Vicente Jiménez Ifergan, un coleccionista de madre judía y padre cristiano, posee una colección única en el mundo: cerca de 200 estatuas de terracota fenicias, un trasunto mediterráneo de los soldados de terracota de Xian en China. Una "rara avis" que deseaba ceder temporalmente a la Junta de Andalucía y que finalmente exhibirá él mismo en su galería privada, en el centro de Málaga.
“Las negociaciones con el Gobierno andaluz están rotas. Las garantías jurídicas que me quieren dar no son aceptables bajo ningún concepto. Doy por rotas las negociaciones”, indica a este diario Jiménez, un empresario malagueño que aspiraba a exponer sus obras, fruto de más de una década de búsqueda detectivesca, en las salas de un museo público de la capital de la Costa del Sol. El mecenas lamenta que “algunas partes” en la administración autonómica hayan impedido alcanzar un acuerdo ante su demanda de reconocer la colección como "única e indivisible".
“Mi plan, en cualquier caso, sigue adelante. Tengo un compromiso con Málaga y los malagueños y soy un hombre de honor y dignidad. Abriré el nuevo espacio expositivo en mi museo en enero”, avanza el veterano coleccionista, un viajero empedernido, que completó hace unas semanas medio año de navegación por el Mediterráneo y acaba de regresar de Polonia. Las joyas que han centrado las disputas de los últimos meses son un cotizado vestigio de una civilización, la fenicia, en la que campa a sus anchas la desmemoria.
“La colección de terracotas fenicias es única en el mundo y está compuesta por 300 piezas que he ido recopilando en los últimos años. El primer lote que compré estaba compuesto por 42 obras. Con los años he ido investigando y reuniendo el resto de la colección por el mundo entero”, relata un amante del arte que se pateó el globo terráqueo en busca de las piezas, con la pasión de quien recompone un puzzle en el que nadie ha reparado y salda una deuda con la Historia.
Resultó un auténtica sorpresa bajar a aquel sótano, abrir la puerta y encontrarme con una magnífica colección de terracotas fenicias”
Jiménez -un empresario del sector inmobiliario nacido en Casablanca, crecido en Málaga y vinculado a Israel- cayó en las redes de esta peculiar colección a través de un amigo coleccionista afincando en Londres. “Me telefoneó y me dijo que un conocido quería desprenderse de una colección de terracotas. Me subí a un avión y me fui a su casa. Resultó un auténtica sorpresa bajar a aquel sótano, abrir la puerta y encontrarme con una magnífica colección de terracotas fenicias”, rememora.
Un documento insólito
Entre las cuatro paredes de aquella bodega se topó con una sucesión de figuras votivas, representaciones de personas de carne y hueso que una vez poblaron el actual Líbano. “En lugar de fotografías, la gente se hacía esculturas”, advierte. Allí comenzó un viaje planetario a la caza del resto de las estatuillas. “Más tarde entré en contacto con otros coleccionistas en Estados Unidos, Alemania, Francia, Inglaterra e incluso Hong Kong. Poco a poco fui adquiriendo la totalidad de las piezas que iban en aquel pecio. Calculo que es más del 90 por ciento de lo que sobrevivió”.
Las figuras proceden de un naufragio que debió producirse hacia el 332 a.C. cuando Alejandro Magno, hastiado por la determinación del enemigo y la imposibilidad de penetrar en fortalezas, ordenó un asedio sobre Tiro, la mayor de las ciudades-Estado de los fenicios. Durante los siete meses siguientes, su población -unas 40.000 personas- protagonizó una resistencia numantina. Se mantuvo firme pese al horror que provocaron catapultas y ballestas. El macedonio logró torcerles el brazo con ayuda de la flota capturada en enclaves próximos. Su ejército hizo desvanecer las defensas de la urbe, que se extendía por la costa y una isla aneja.
Los fenicios mordieron el polvo y padecieron una vendetta atroz: la villa fue arrasada; 6.000 combatientes fueron asesinados intramuros; otros 2.000 acabaron crucificados en la playa y 30.000 ciudadanos -entre ellos mujeres y niños- fueron vendidos como esclavos. En medio de la guerra, tres barcos consiguieron zarpar con cientos de estatuas de terracota, representaciones de los difuntos que una vez buscaron la protección divina en el templo de Tiro. “Todas las informaciones apuntan a que las piezas, elaboradas en los talleres de Tiro para venerar a sus dioses, fueron sacadas de la ciudad antes de que ésta fuera conquistada por el ejército macedonio”, apunta el malagueño.
Los navíos, sin embargo, tampoco conocieron la victoria. Las corrientes marinas arrastraron e hicieron añicos el cargamento de dos de las embarcaciones. El tercero pecio fue localizado en 1958 fortuitamente por unos pescadores libaneses. Una de las figuras oculta bajo conchas y moluscos quedó atrapada en una de sus redes, alumbrando el formidable hallazgo. La estatua, la única de un niño, es también propiedad de Jiménez, que la ha bautizado como Ayin.
Las corrientes marinas arrastraron e hicieron añicos el cargamento de dos de las embarcaciones
Durante dos milenios habían permanecido milagrosamente a salvo, resguardadas entre dos colinas subterráneas, a tan solo nueve kilómetros de la costa de Tiro. La galería “Asfar & Sarkis”, propiedad de una conocida familia libanesa, sufragó el reflotamiento de un vestigio único en el escaso patrimonio fenicio expuesto en los museos. Un pueblo de buenos navegantes y comerciantes que sigue bajo un halo de misterio, con escasas obras que atestigüen su arte.
Litigio con las autoridades autonómicas
Jiménez, reacio a proporcionar la cuenta del tiempo y el dinero que ha empleado en su reencuentro, siempre ha imaginado con que el puerto de destino de aquellos pecios era una de las colonias, tal vez Malaka, su patria chica y la más remota de las plazas fenicias. “Me hubiera gustado que la colección se hubiese quedado en el museo de la Aduana de Málaga, que es el sitio en el que debiera estar pero no ha podido ser”, desliza. “Es una colección absolutamente excepcional e incomparable, de valor histórico y económico incalculable que yo quería ceder de forma gratuita por un periodo de cinco años prorrogables, sin límite temporal, para que la misma fuera disfrutada por todos los malagueños”.
“Tras más de un año de negociaciones, sucesivos incumplimientos de los compromisos iniciales adquiridos por los responsables de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, así como la falta de ausencia de garantías jurídicas ofrecidas por la citada Consejería, la Ifergan Collection reabrirá sus puertas el próximo enero para exponer nueva museografía completamente renovada y espectacular que se llamará 'Dioses naufragados: La ruta Fenicia de Tiro a Malaka'”, explica. “Espero que sea disfrutada por todos y no deje indiferente a nadie”.
Jiménez reconoce a este diario que ha recibido ofertas de grandes museos extranjeros, primeras espadas de la exhibición arqueológica internacional, para ceder o vender las obras. Una posibilidad que, de momento, descarta. Comprometido, dice, con su ciudad, que en los últimos años ha experimentado un renacimiento cultural sumando una oferta de museos y espacios culturales que la han posicionado en el mapa. “Todo lo que yo tengo salió del Líbano antes del protocolo de la Unesco que regula el comercio internacional de piezas arqueológicas. Hay otra parte de la colección que está ya catalogada en el Líbano, que otro de los sitios en los que debería estar”, concluye.
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