La asociación entre móviles y cáncer es un tema que ha generado preocupación desde la llegada de estos aparatos, que se generalizó hace ya tres décadas. Poco después, hace más de 20 años, empezó a estudiarla Elisabeth Cardis, actual responsable del programa de radiación del instituto de investigación IS Global y entonces investigadora de la Agencia Internacional de Investigación sobre el cáncer.
Cardis coordinó el estudio Interphone que fue la base para que en 2011 la Organización Mundial de la Salud clasificara las radiaciones de los móviles como "posibles carcinógenos". "Era cuando se estaban desarrollando los teléfonos móviles y vimos quizás un aumento de tumores en adultos usuarios más importantes", explica la investigadora. La OMS los incluyó como "posibles" carcinógenos en el grupo 2B, un grupo que implica "pruebas limitadas en humanos, suficientes en animales o pruebas sólidas de que existen características clave de carcinógenos". En el mismo grupo se encuentran otros productos como la gasolina, los polvos de talco o la hoja de aloe vera.
El posible aumento de riesgo de cáncer ha continuado bajo la lupa de los científicos pero la relación no se ha consolidado. El último estudio que no ha podido hallar evidencias entre el uso de móviles y teléfonos inalámbricos y los tumores cerebrales se acaba de publicar en Enviromental Research, lo ha coordinado ISGlobal y cuenta con la participación de 14 países y financiación de la Unión Europea. Ha estudiado 900 pacientes de cáncer cerebral entre 10 y 24 años y 1.900 casos control, es decir, jóvenes de similares características sin la enfermedad.
"Como los jóvenes son más susceptibles a otro tipo de carcinógenos y además estaban aumentando mucho su uso de móviles, pensamos que era importante enfocarnos en ellos y por eso decidimos hacer este estudio. Como la incidencia de tumores cerebrales es baja, tuvimos que coordinarnos con varios países y realizar el estudio durante un período de tiempo largo", explica Cardis.
El trabajo se desarrolló entre 2010 y 2015 y los participantes rellenaron cuestionarios con información detallada de su uso. También los padres y madres respondieron sobre la exposición anterior a la concepción, el embarazo y primer año de vida. Para validar los datos se obtuvieron registros de las operadoras móviles para comprobar las llamadas y se les instaló una aplicación en el teléfono para registrar el uso real durante cuatro semanas. Además, se calculó el nivel de exposición a campos electromagnéticos de radiofrecuencia y frecuencia extremadamente baja, ambas emitidas por los móviles y teléfonos fijos inalámbricos.
"No hemos visto un aumento de tumores cerebrales ni en los que utilizaban más el teléfono ni en los que estaban más expuestos a radiofrecuencias o muy bajas frecuencias. Esto es una buena noticia porque cada día estamos expuestos a más fuentes de campos electromagnéticos, esto nos alivia un poco las preocupaciones", afirma Cardis. En su estudio, no obstante, advierten que es posible "un pequeño riesgo en un pequeño subgrupo, de edad o localización del tumor, pero los datos disponibles no permiten ofrecer una conclusión".
Una década sin datos que confirmen la relación
"La decisión de la OMS fue aplaudida por los científicos y estuvo bien, porque ante una posibilidad hay que estudiarlo. Pero una década después no se ha hallado evidencia que corrobore la decisión. Lo que pensamos es que si hubiese esa relación ya habríamos hallado los mecanismos que la provocan o la habríamos visto al menos epidemiológicamente, lo que no ha ocurrido", explica Alberto Nájera, profesor de la Universidad de Castilla La Mancha y vocal del Comité Científico Asesor en Radiofrecuencias y Salud, una entidad impulsada por el Colegio Oficial de Ingenieros de Telecomunicación (COIT).
Durante esta década y hasta este último estudio, Nájera explica que no ha habido evidencias sólidas y que algunos estudios como los realizados en animales en Estados Unidos que encontraron una posible relación con schwannomas cardíacos "se detectaron sesgos, e igualmente que no se han replicado". El propio Nájera realizó un estudio en Albacete en 2015 en el que se estudió la ubicación de las antenas y la incidencia de tumores cerebrales y no se halló relación.
Nuevas tecnologías con menos radiaciones
Cardis hace referencia a que en los últimos años estamos cada vez "expuestos a más fuentes" pero no a "más radiación". Y es que los móviles de 2G emitían mucha más radiación que los que actualmente se utilizan de 3G o 4G. "Una llamada de una hora con 2G nos deja veinte veces más radiación que con 3G o 4G"; afirma la investigadora.
"Nosotros hemos realizado mediciones desde hace años y siempre hemos encontrado valores más altos en las tecnologías más antiguas. El 4G provoca menos radiación que las anteriores [3G y 2G] y se espera que las del 5G sean aún menores", explica Nájera.
La razón por la que los dispositivos emiten cada vez menos radiación se basa en que "se ha optimizado de manera que los tiempos de comunicación son cada vez más cortos y por tanto emiten durante menos tiempo".
Otro factor apunta Cardis hace también que la radiación sea menor, aunque aumente el tiempo de uso. La radiación se produce sobre todo cuando el móvil está pegando a la oreja. Si se usan los datos o el manos libres, esta disminuye muchísimo. Y eso es lo que cada vez hacen más los jóvenes, que cada vez llaman menos.
La relación entre móviles y cáncer es cada vez más débil, a juicio de Nájera, que recuerda como el miedo ha sido agitado desde hace décadas por los movimientos anti-antenas que primero luchaban contra las antenas de telefonía móvil que se situaban en las ciudades al lado de colegios o viviendas y ahora lo hacen contra la tecnología 5G. Ninguna se ha podido confirmar.
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