El ministro Bolaños también ha caído en la trampa de la vaca, de los animales, en la que caen casi todos los políticos, o sea la foto o la metáfora con animal, calostrosa y algo infecciosa siempre. Bolaños aparecía en la tele, en Ponferrada, con un cristal de las gafas empañado por la mascarilla, y era como un empollón con ojo vago en el recreo o en la nieve. Como un empollón entre vacas, vamos. El ministro, claro, con esas ganas de encajar del empollón, sentía la necesidad de hacer algo con aquello, con la polémica, con la actualidad, con esas boñigas al sol que le daba el día como para que construyera chozas. Y le salió eso de que prefería que hablaran las vacas en vez del PP. Yo pensé que Bolaños preferiría tener vacas en vez de tener una oposición con el mismo anhelo con el que el empollón preferiría tener novia a tener sobresalientes.
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