Hace pocos meses impartía una conferencia en la Universidad Rey Juan Carlos con motivo del 30 aniversario de la disolución oficial de la URSS con el Tratado de Belavezha, el 25 de diciembre de 1991. Me sorprendió el escaso interés académico mostrado en España por el evento sistémico geopolítico más importante tras la segunda guerra mundial. Hoy una nube de expertos han aterrizado cual plaga de langostas sobre el tema del conflicto entre Ucrania y Rusia, otro episodio de la escalada del conflicto de intereses entre EEUU, OTAN y Rusia, prolongado desde el final de la Guerra fría.
¿Qué ha cambiado recientemente?
La situación no ha cambiado tanto. Han cambiado los sucesivos presidentes estadounidenses, cada cual más original, y que han dilapidado su capital geopolítico en Europa, Sudamérica u Oriente próximo con ocurrencias como la de las denominadas revoluciones de colores, las primaveras árabes, o el pivote hacia el Pacífico, en un intento de mantener una zona exclusiva de influencia low cost. Mientras tanto, en la vieja Rusia, el país más extenso del mundo, con sus 17 millones de km², poco o nada ha cambiado: un Putin incombustible, gobierna con mano de hierro y apoyo popular incontestable, desde el 1 de enero del año 2000, una Rusia que trata de recuperar el papel que la extinta URSS jugó en el mundo.
Los todólogos geopolíticos, con su dialéctica ininteligible y teorías conspiratorias, pretenden explicarnos las razones de este súbito cambio de actitud ruso. La realidad es que poco ha cambiado en la perspectiva rusa, Putin ha mantenido -para bien o para mal- una coherencia geopolítica. Sí ha cambiado la OTAN, hoy carente de visión y de misión, y muy debilitada tras las presidencias de Barak Obama y de Donald Trump. Recuperar el dañado vinculo trasatlántico, es una tarea compleja para un Joe Biden que con su alianza AUKUS se ha creado un poderoso enemigo -Francia- en la UE.
Tras siete años de estrategia defensiva, tratando de recuperar económicamente el país, arruinado por la expansión de Leónidas Brézhnev, Rusia ha adoptado una postura cada vez más asertiva, que emergió en el discurso de Vladimir Putin en la Conferencia de Seguridad de Múnich en 2007, y se plasmó en la guerra con Georgia en 2008 y la posterior declaración del entonces presidente Dmitry Medvedev sobre la esfera de "intereses privilegiados" de Rusia en su periferia.
También en 2007, Rusia comunicó en la OSCE su intención de suspender el cumplimiento de sus obligaciones dentro del Tratado de Fuerzas Armadas Convencionales en Europa (FACE), suspensión que haría efectiva en 2008, tras el despliegue del escudo antimisiles norteamericano en Polonia y la República Checa. La OTAN perdió su capacidad de realizar inspección intrusiva en territorio ruso, y Putin recupero la libertad total de movimientos.
La cultura estratégica de Rusia se caracteriza por una percepción de amenaza hacia su soberanía e integridad territorial y sus aspiraciones de gran potencia"
La cultura estratégica de Rusia se caracteriza por dos elementos esenciales: una percepción de amenaza hacia su soberanía e integridad territorial, y sus aspiraciones de gran potencia. De acuerdo con la estrategia de seguridad nacional rusa, "el papel de la fuerza como uno de los factores de las relaciones internacionales no está en declive", lo que implica que la voluntad rusa de usar la fuerza militar en caso necesario.
La expansión de la UE preocupa a Rusia, particularmente cuando se trata de ocupar las zonas colchón como Ucrania Bielorrusia, Moldavia, o Georgia. La expansión de la OTAN no solamente hacia zonas del antiguo Pacto de Varsovia, sino incluso hacia antiguas repúblicas soviéticas (Estonia Letonia, Lituania) se percibe como la superación de una línea roja, en una zona que considera como su escudo y de influencia exclusiva.
¿A qué coste actuaría Putin?
El coste que deberá pagar Putin, y por ende Rusia, será función de la respuesta rusa o lo que considera una provocación de la OTAN. La respuesta de Putin, no será ni irracional (aunque para algunos lo parezca), ni improvisada; Putin, probablemente, se habrá planteado diferentes líneas de acción estratégicas, que ya ha puesto en práctica reciente en diversos escenarios, y que podrían ser:
- Mantener el statu quo actual (como hace en Transnistria), con una presencia en la frontera y un apoyo a un eventual levantamiento en la zona oriental de Ucrania, (como ya ensayó en Donbás).
- Negociar con Ucrania, la UE y EE.UU. La negociación ha sido empleada con éxito por Rusia para alcanzar un acuerdo de alto el fuego en la guerra entre Armenia y Azerbaiyán.
- Un ataque limitado, rápido y contundente para alcanzar una situación de hecho que les permita imponer sus condiciones a Ucrania en una posterior negociación. Es lo que hizo en Georgia y en Crimea, sin respuesta alguna por parte de otras grandes potencias (EEUU o China) y con unas sanciones tibias por parte de UE.
Si la apuesta le sale mal a la Rusia de Putin, se juega un retorno a los ruinosos años sufridos tras la presidencia de Brézhnev y hasta la renuncia de Boris Yeltsin. Putin perdería su prestigio a nivel interno y externo y el jugoso negocio de armamento ruso se podría ver seriamente afectado. Unas eventuales sanciones económicas contra Rusia empeorarían aún más la situación del país. Pero no hacer nada ya no es una opción.
Las sanciones económicas contra Ruisa por parte de la UE, con permiso de Alemania, serían muy eficaces a medio y largo plazo, pero igualmente devastadoras para Europa"
Mantener indefinidamente más de 100.000 hombres en la frontera es extremadamente caro, incluso gozando de una situación de bonanza económica, facilitada por los altos precios del gas. Las sanciones económicas contra Rusia por parte de la UE, ante una situación prolongada de conflicto - con permiso de Alemania-, serían muy eficaces a medio y largo plazo, pero igualmente devastadoras para Europa. Esta es la línea de acción predilecta para EEUU: el coste es prácticamente cero y debilita tanto a Rusia como a la UE. No se puede descartar esta línea de acción.
La opción de negociar un acuerdo a largo plazo, aceptable para Rusia Ucrania y la UE, está, sin duda, en la mente de Putin y requiere un análisis más profundo. Para que produzca una negociación son necesarias dos condiciones:
- Que exista un conflicto. El conflicto existe ante la imposibilidad de alcanzar simultáneamente Rusia y el binomio EEUU-UE sus objetivos respecto a Ucrania.
- Que exista interdependencia entre los actores. Esta interdependencia es clara entre Ucrania, la UE y Rusia. Rusia necesita el dinero europeo; es su principal cliente incluyendo a China, y la UE necesita el gas ruso. No obstante, sería muy difícil una negociación cooperativa con Polonia, Hungría o los países Bálticos. La interdependencia Rusia-EEUU no es tan clara y Washington no vería con agrado ser desplazado de esta partida.
No se puede descartar una negociación dura, pero Rusia la afrontaría en condiciones de ventaja estratégica. Solamente negociaría en condiciones de debilidad si se viera forzado a ello.
Por último la opción más clausewtziana: un ataque limitado, rápido y contundente sobre el corazón de Ucrania, su capital Kiev, no se puede descartar. Pero examinado el comportamiento ruso en Georgia, Ucrania y Siria en realidad el uso de la fuerza ha sido siempre limitado, de acuerdo con la doctrina y política rusa, y atacar y ocupar Kiev son palabras mayores, con un coste probablemente inasumible para Rusia. Una afganización de Ucrania se convertirá en una pesadilla para los rusos, que percibirían un retorno a los peores momentos de Brézhnev, y la decadencia de la URSS.
Pero la ocupación y división del país de facto (que no de iuris) a lo largo del río Dniéper, creando una Trans-Dniéper, es una posibilidad que tampoco se puede descartar dado el carácter más prorruso de la mitad oriental de Ucrania. Es una solución aplicada a Moldavia en Transnistria con resultados excelentes hasta el momento.
Un órdago arriesgado
Ante el envite a grande de la OTAN y la UE, Putin ha contestado con un órdago. Puede que sea un farol para provocar una salida negociada, pero si la solución negociada no prosperara, sería costosa para Putin en términos de prestigio interno, y para Rusia a nivel interno e internacional.
Pero si este órdago no es un farol, y Putin no suele emplearlos, habrá que prepararse para un retorno a un escenario de guerra fría, en la que tanto Rusia como la UE saldrían perdiendo. La banca -EEUU- siempre gana.
Por otro lado, las grandes potencias de la UE, Francia y Alemania serían partidarias de un acuerdo negociado. La paralización del nuevo gasoducto Nord Stream, sería para Alemania como pegarse un tiro en un pie para fastidiar al enemigo. Las relaciones entre Francia y EEUU están en su peor momento, tras la irrupción de AUKUS y la precipitada salida de Afganistán. EEUU sería el perdedor.
En cualquier caso, se trata de un evento que se produce en la frontera de la UE y fuera del territorio de la OTAN. Lo que ocurra en Ucrania, puede cambiar sustancialmente el equilibrio -proyección de poder e influencia- geopolítico de la posguerra fría.
Emilio Sánchez de Rojas es coronel, profesor de EAE Business School y URJC mayores.
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