El efecto Casado era esto, esta sombra de mala sombra que ha ido comiéndose los escaños de las encuestas poco a poco como las horas de un reloj de sol o de un campanario salmantino. Para esto no se montan unas elecciones ni menos una reconquista, que hasta terminó la campaña hablando de españolidades de morrión y espuela, un poco con la misma convicción con la que hablaba de vacas. Ni reconquista ni nada, sólo esa cara que se le ha quedado al PP, cara de resbalón precisamente sobre las majadas de las vacas a las que traían flores. Casado no ha hecho todo lo que ha hecho, incluido mancharse los zapatos de ante como la gamuza azul de un roquero, para que Mañueco sacara un par de escaños más, un puntito porcentual más, y cambiara el venal y disminuido Cs por el desatado y peligroso Vox. O sea, Casado ha fracasado, y encima ha fracasado como se esperaba, con la seguridad y la resignación de los gafes.
El efecto Casado es la mala sombra, aunque no haya ayudado tampoco esa otra mala sombra de Mañueco, sombra como de ficus de empleado de banca sin oficina y sin viejitos. A Mañueco lo vi por la mañana en las televisiones, felicitando a los bomberos o alguna cosa absurda, sin entusiasmo, sin ganas, con esa tristeza de las malas mañanas que presagian malos días. Antes, en campaña, lo había visto pedir el voto con unas razones como de párroco, con algo de que Dios lo manda y poco más. A mí aún me maravilla que Mañueco sea político, que me parece como si presidiera un gobierno regional un sastre de toreros, pero eso es lo de menos. Lo importante es que se diría que el PP ya tenía asumido lo que iba a pasar, y no tanto por las encuestas internas como porque es lo que había ido dejando ver Casado desde detrás de las aspilleras de Génova: su estrategia se basaba en asumirse perdedor dos veces, ante Sánchez y ante Ayuso, y cuando uno pone tanto empeño en parecer perdedor, la realidad te hace perdedor.
En Madrid no hubo efecto Casado, sino rocanrol de Ayuso. Pero en Castilla y León no ha habido rocanrol, sólo estaba Mañueco, que parece un asustaviejas, y Casado con sus zapatos de gamuza azul, como un Elvis granjero que no es Elvis ni nada, un Elvis desahuciado por él mismo, en un tristísimo caso de destrucción política o personal que sólo da para un bolero o para una barcarola de secano. Ya empiezan a cumplirse los miedos autocumplidos de Casado, por supuesto, que es lo que suele pasar en estos casos. Después de Castilla y León, que se queda ahí para el PP con su tristeza de acuarela campestre y de mugido de vaca, la duda, la sombra se trasladará a Andalucía. Aunque Bonilla tenga más rocanrol que Mañueco, nada se contagia con tanta facilidad como el miedo. El miedo podría llegar hasta las próximas generales. O, antes, al congreso del PP. El miedo es inevitable, lo lleva dentro Casado como un reúma. Lo que tendrán que decidir sus militantes y cuadros es cuándo les viene mejor el susto.
Casado se vuelve a Génova a seguir pensando cómo llegar a las elecciones generales y cómo sobrevivir a perderlas. Sigue concentrado en perder y, por supuesto, así perderá
El efecto Casado era esto, o sea quedarse más o menos igual, en la incertidumbre, el tembleque, la penumbra, en una especie de posición fetal en las camitas altas de Génova. Salvo para Vox, claro, que es ya quizá el único fan o el único cliente que tienen Casado y su efecto. Vox es una muñeira nacionalista y coñazo, como la de las Tanxugueiras, pero en españolísimo, y sin embargo Casado no sabe contrarrestarlos. Vox quiere dar la sensación de que ellos ganan siempre (ganan subiendo o ganan estando, ganan si se quedan mirando en el gallinero, como en Madrid, o en el tendido de sol, como en Andalucía, o si entran en un gobierno, como parece que han pedido ya en Castilla y León). Yo creo que Vox está limitado a su muñeira siniestra, como estaba limitado Podemos, su reverso especular, y que nunca podrá hacer nada en un gobierno, no sabría estar en un Gobierno siquiera, como Podemos. Claro que Podemos tiene un Sánchez que los marea y los torea.
No, Casado no ha tenido más efecto que quedar él mismo como pintado en madera, más esa incertidumbre de los pactos folclóricos con Vox. Ya digo que Vox es un partido caballo de Troya, un partido destructor, un partido antisistema que no sé si sabrá estar en el sistema, por ejemplo defendiendo su abolición de las autonomías en el gobierno de una autonomía. Quiero decir que todo esto lo hemos visto ya en Podemos, un partido de postureo, inútil para cualquier otra cosa. A ver cuánto le dura a Vox, y a sus votantes, esa ilusión de no ser útiles para nada salvo para la izquierda.
El escrutinio fue para el PP, exactamente, una cuenta atrás como con mecha. La noche parecía seguir el último año de Casado como esas imágenes que condensan todo un año en un minuto, con las estrellas y el sol persiguiéndose y las flores naciendo y muriendo. No, no ha habido rocanrol, Casado no iba con un ejército de ángeles del infierno, ni siquiera con un ejército de vacas. Ahora, se vuelve a Génova a seguir pensando cómo llegar a las elecciones generales y cómo sobrevivir a perderlas. Sigue concentrado en perder y, por supuesto, así perderá.
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