Fue el cantaor de etnia gitana español considerado por muchos como el mejor del flamenco contemporáneo y una de sus más importantes personalidades. Y lo sigue siendo. Aunque sólo para algunos. Porque su figura, esculpida, eso sí, y sentada y palmeando, cayó en el olvido de quienes la quisieron en la plaza que lleva su nombre en el barrio de Sant Roc, en Badalona, hace ahora cinco años, cuando la política pesó más que el arte y los presupuestos participativos no fueron suficientes en el ayuntamiento de Dolors Sabater (Guanyem Badalona en Comú).
Susana Ruiz es la autora de la obra a tamaño real que permanece varada en un taller de Girona tras un periplo de cinco años entre los Ayuntamientos de Badalona y Madrid, ciudades clave en la historia del cantaor hasta la fecha de su muerte el 2 de julio de 1992, debido a un cáncer de pulmón: «En 2017 me llamaron del Ayuntamiento de Badalona para exponerme la intención de hacer esta estatua. A los artistas nos suelen pedir propuestas y presupuestos sin ningún compromiso y en muchas ocasiones no nos queda otro remedio que hacerlo, lo mejor posible, para apostar a que el proyecto se realice y te lo adjudiquen», explica Ruiz en palabras para El Independiente.
«Me enamoré del proyecto» –dice–, y el ayuntamiento también. Pero no salió. ¿El culpable? Unas elecciones y la política que como con el agua clara que diría Camarón «ha hecho del arte su juguete, y como un niño malcriado pone esa maravilla de la humanidad a merced de unas elecciones, de un mercado, de unos intereses, de ademanes caprichosos que la empujan a ser engullida por la nada»: «Para hacer una propuesta que va a afectar un espacio público hay que tener en cuenta muchos factores; conocer a fondo el personaje a representar y su relevancia, significado e impacto, la comunidad directa, la arquitectura, la orientación, la seguridad o la historia. Intervenir un espacio puede tener muchas consecuencias. Explico esto porque es un extenso y complicado trabajo que no se ve ni se valora», añade.
Más allá de la estatua, la artista propuso una intervención en el espacio público: un Camarón sentado y palmeando, con unos bancos alrededor pensados para que la gente se sentara a charlar con él, o a palmear con él, o a cantar con él, «quién sabe». La escultura se convirtió en un encargo oficial del ayuntamiento en octubre de 2018, tras un cambio de Gobierno, y con la intención firme de instalarla en el barrio a finales de marzo de 2019, «justo antes de las elecciones».
La política ha hecho del arte su juguete a merced de una elecciones, un mercado y unos intereses"
susana ruíz
«El tiempo de hacerla era tan justo que me pidieron, conjuntamente con el Museo de Badalona, un extraordinario voto de confianza que implicaba autofinanciar la primera parte del proyecto y empezar a trabajar sin contrato, con el compromiso férreo por su parte de ponerse a trabajar con la máxima premura en la realización del mismo, algo que debería tomar dos semanas, a lo sumo tres, un tiempo valiosísimo para mi realización del trabajo dada la prisa por su fecha de entrega. Confié, ellos nunca cumplieron. Puse mi tiempo y mi dinero hasta enero, avancé hasta realizar el molde. Del periplo, la angustia y mi defalco prefiero no hablar».
Hasta el sol de hoy, dice Susana, no ha cobrado ni firmado nada por su trabajo, y de hecho, «la escultura está terminada en barro y encerrada en su molde, aguardando la debida financiación, venga de donde venga, para proceder a su realización en bronce como material final».
Ahora el Ayuntamiento de Badalona, pretende recuperar la escultura y recuperar un proyecto que pretende «recuperar y tener la escultura de Camarón en nuestra ciudad», explica el alcalde socialista, Rubén Guijarro, que ha justificado la decisión del consistorio al recordar «la fuerte vinculación entre el artista y Badalona» y el «arraigo del flamenco y de su legado» en el municipio. Sin embargo, para Susana no es tan buena noticia, «esto es algo que ha venido sucediendo a lo largo de los últimos años, saltando de gobierno en gobierno, cada vez vuelta a burocracias infinitas, a revisión de pliegos de documentos, tiempo y esfuerzo para acabar siempre dándome de bruces con la 'nada' institucional. Con esa 'nada' me refiero en concreto a 'nada'. Cada vez que se retomaba el proyecto, llegaba un momento en que, sin ninguna razón aparente, la institución dejaba de comunicarse», asevera.
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