"El primer aviso lo dieron por la central a las 8.40 horas. Nos dijeron por la emisora que se veía movimiento de migrantes hacia la valla y que nos desplazáramos hacia allí. En ese momento yo estaba haciendo una gestión en la comandancia y me fui hacia la zona de Villa Pilar. Como era de día, pensaba que los dispersarían al otro lado de la frontera y que no llegarían. Pero un compañero musulmán llamó por teléfono a un amigo que es policía en Marruecos y éste le dijo que venían 4.000 subsaharianos y que no había manera de pararlos. Al rato estaban los morenos saltando".
José (nombre ficticio para preservar su identidad) lleva más de 16 años destinado como guardia civil en Melilla. Ni él ni sus compañeros más veteranos recuerdan un intento de salto tan numeroso como el registrado a primera hora de la mañana del pasado miércoles, cuando unos 2.500 migrantes intentaron entrar en España superando el vallado fronterizo de seis metros de altura en la linde con Marruecos (491 lograron el objetivo). La Delegación del Gobierno en esta ciudad autónoma ha certificado que no existen precedentes de un salto tan masivo.
En comparación con otros episodios anteriores, lo que ha llamado la atención es el elevado número de personas que intentó cruzar a España a la vez y que lo intentaran a plena luz del día, en lugar de hacerlo de madrugada o aprovechando el cambio de turno de la vigilancia. Que llevaran tornillos en las zapatillas y garfios para poder trepar por la malla metálica y zafarse de la policía ya ha dejado de ser novedad y empieza a ser una constante.
Este agente había entrado de servicio esa mañana a las seis. A las 9 ya estaba en el punto caliente tras recibir la alerta y veinte minutos después estaba tratando de evitar que muchos de los subsaharianos pusieran un pie en suelo español. "Yo me coloqué entre la valla intermedia y la que está más cerca de Melilla para intentar que los inmigrantes no se encaramaran y que estuvieran concentrados en un punto para que no se dispersaran por todo el perímetro, porque de lo contrario empiezan a correr y te abren un frente de 400-500 metros para saltar y eso es muy difícil de controlar", relata a El Independiente.
Él es uno de los más de cincuenta guardias civiles que han resultado heridos. En concreto, sufrió una fuerte contusión en la pierna después de que le cayeran encima dos jóvenes desde lo alto del vallado, lo que le obligará a permanecer de baja durante los próximos días. "Otras veces se ve que la policía marroquí los dispersa con gases y van corriendo por el perímetro a ver por dónde se pueden meter, pero esta vez no ha sido así. Ese día venían directos, como una riada. Venían directamente hasta desembocar en el punto por donde saltaron", añade.
Otras veces la Policía marroquí los dispersa con gases, pero el miércoles venían directos como una riada"
Hay una imagen que se ha hecho viral esta semana. En ella se ve una doble hilera interminable de migrantes atravesando el monte Gurugú en dirección hacia la frontera. Las dudas que se suscitan es por qué no saltaron antes las alarmas en Marruecos ante esa marea de personas y si el país vecino -con el que siguen rotas las relaciones diplomáticas después de que España decidiera el pasado mes de abril acoger al líder del Frente Polisario, Brahim Ghali, en un hospital de Logroño para tratarlo por coronavirus- no pudo haber hecho más para evitar el cuerpo a cuerpo con la Guardia Civil en el perímetro. "No es normal que un día, a las nueve y media de la mañana, 4.000 personas pasen por mitad de Marruecos y pasen desapercibidas cuando se están juntando. En Nador [a 28 kilómetros a pie de Melilla] se nota esa presencia de subsaharianos. Nuestros vecinos siempre sacan algo y hacen negocio de la inmigración. Hasta que no venga algún regalo de la Unión Europea nos lo vamos a seguir encontrando", intuye José.
Lejos de hacer la menor insinuación sobre una supuesta inacción marroquí, el ministro Grande-Marlaska, ha calificado este viernes de "perfecta" y "plena" la cooperación existente con el país vecino y la colaboración que mantienen la Gendarmería y las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado. Prueba de ese trabajo en común, ha dicho el titular de Interior, ha sido que este viernes se ha podido abortar el salto que pretendía dar un millar de migrantes distribuidos en cinco grupos.
"Hemos tenido en los últimos días [miércoles y jueves] dos asaltos con una violencia importante hacia la valla de Melilla. No se había visto nunca unos asaltos tan importantes en el número de personas", ha declarado Grande-Marlaska en la rueda de prensa posterior a la sesión extraordinaria que el Consejo de Ministros ha celebrado este viernes, un día antes de desplazarse a la ciudad autónoma para reunirse con los mandos operativos e interesarse por los guardias civiles que resultaron lesionados.
Para encontrar un salto tan numeroso al perímetro fronterizo de Melilla hay que remontarse al 28 de mayo de 2014. Aquella madrugada, unos 2.000 subsaharianos intentaron entrar en España, lográndolo en torno a 500 tras derribar el vallado. Ese salto hizo que terminara de colapsarse el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI), hasta el punto de que hubo que habilitar una veintena de tiendas de campaña en una zona anexa para poder darles cobijo.
El doble intento de esta semana se ha producido en un tramo del vallado en el que todavía no han terminado las obras que lleva a cabo el Ministerio del Interior. Semanas después de incorporarse al Gobierno, Grande-Marlaska marcó como una de las prioridades de su departamento la retirada de las concertinas -tanto en Ceuta como en Melilla- y su sustitución por medios menos cruentos para los migrantes que tratan de acceder a territorio europeo. En su lugar, el ministerio está colocando una estructura tubular con forma de ‘peine invertido' que dificulta que pueda superarse el obstáculo, que en algunos puntos alcanza los 7,80 metros de altura.
Los guardias civiles piden más plantilla, más medios materiales y que se expulse a los migrantes más violentos
Con un presupuesto de 18 millones, las actuaciones se iniciaron en noviembre de 2019 e incluyen la instalación de un nuevo sistema de circuito cerrado de televisión en el puesto de Ceuta (con 66 cámaras, de ellas 14 térmicas), la mejora de la red de fibra óptica y ampliación del circuito de televisión del de Melilla, la modernización y el refuerzo de las infraestructuras de seguridad de los perímetros fronterizos con Marruecos en ambas ciudades y la colocación de sistemas de reconocimiento facial en los puestos fronterizos de El Tarajal (Ceuta) y melillenses de Beni Enzar, Barrio Chino, Mariguari y Farhana. La directora general de la Guardia Civil, María Gámez, avanzó este jueves que las obras en la valla de Melilla terminarán en las próximas semanas.
La decisión de colocar alambres equipados con cuchillas cortantes y elevar la altura de las vallas fronterizas de Ceuta y Melilla hasta los seis metros se adoptó en la etapa del socialista José Luis Rodríguez Zapatero como presidente del Gobierno. El 30 de septiembre de 2005, siendo ministro del Interior José Antonio Alonso (ya fallecido), el Consejo de Ministros acordó una serie de medidas para reforzar la seguridad de las fronteras en ambas ciudades autónomas, a las que se destinaron 28.100.000 euros.
Defensa de la frontera Sur
"No es un problema de fácil solución. Llegan a la frontera después de haber recorrido centenares de kilómetros, casi siempre durante meses, con una aspiración básica: dejar atrás la miseria y comer, aunque sea malcomer; vivir, aunque sea malvivir. El problema debe ser abordado, por tanto, con una doble mirada y una doble perspectiva: por un lado, humanitaria y, por otro, desde el respeto a la legalidad, a las normas del Estado de Derecho y a la política que en materia de inmigración, de legalidad y rigor está llevando a cabo este Gobierno", justificó la entonces vicepresidenta Teresa Fernández de la Vega en la conferencia de prensa posterior a aquella reunión del Consejo de Ministros. Casi 17 años después, la pandemia ha agravado el problema migratorio y los intentos de salto siguen siendo frecuentes.
Acelerar la colocación de las nuevas estructuras metálicas en los tramos del vallado que aún quedan pendientes es una de las medidas que demanda al Ministerio del Interior la asociación profesional Jucil, que ha criticado esta semana al equipo de Grande-Marlaska al entender que "no han hecho su trabajo" como responsables públicos por no desplegar todos los medios necesarios para poder defender la frontera Sur.
Esta organización también considera necesario que se exija a Marruecos que la Gendarmería se coordine con la Guardia Civil "en labores de alerta y actuación" y que se ordene la "detención y expulsión de los inmigrantes más violentos", así como permitir a los agentes el uso de material antidisturbios. Esta reivindicación es compartida por la asociación profesional Independientes de la Guardia Civil, que reclaman la renovación de pertrechos -como los cascos protectores, "del año 1988"- como la posibilidad de emplearlos. "Servirían de factor disuasorio frente al número tan elevado de asaltantes", defienden.
Uso de pelotas de goma
El uso del material antidisturbios se limitó a raíz de que, el 6 de febrero de 2014, agentes del Instituto Armado intentaran evitar la entrada en Ceuta de un grupo de migrantes que trataba de llegar a nado desde Marruecos disparando pelotas de goma. 15 murieron, llegando a ser imputados 16 agentes por estos hechos. La Audiencia de Cádiz terminó avalando la actuación policial y archivó la causa en el verano de 2020.
Desde hace años, las asociaciones profesionales de la Guardia Civil vienen reclamando un refuerzo de personal en Melilla debido a la presión migratoria y la mayor agresividad de los que intentan entrar en España. La Asociación Unificada de Guardias Civiles (AUGC) cifra en 320 los agentes que serían necesarios para que la plantilla adscrita de manera estable a esta comandancia se aproxime al millar de efectivos. A su juicio, los episodios de esta semana ponen de manifiesto la necesidad de que esta comandancia cuente ya con una Unidad de Seguridad Ciudadana (USECIC) propia.
De momento, Interior ha respondido al doble salto de esta semana mandando un centenar de antidisturbios más a la ciudad autónoma, concretamente dos módulos de intervención rápida del Grupo de Reserva y Seguridad (GRS) de la Guardia Civil y un grupo operativo de la Unidad de Intervención Policial (UIP) del Cuerpo Nacional con base en Málaga (distintivo Gamo). Los representantes de los agentes consideran que vuelven a ser "parches" y que la solución pasa por un refuerzo permanente, no puntual.
A la espera de que estén ya operativos los drones militares que Interior compró el pasado mes de enero para su uso en ambos perímetros fronterizos, los representantes de los guardias civiles también demandan cámaras detectoras de movimiento para poder anticiparse a las intrusiones y vehículos con plataforma elevadora para poder acceder a la parte alta del vallado, entre otros medios. "Nosotros sabemos, y el Gobierno y el Ministerio del Interior también lo saben, que la inmigración no va a dejar de llegar, por lo tanto está en manos de los responsables políticos dejar de improvisar y, de una vez por todas, proteger a sus servidores públicos antes de que tengamos que lamentar pérdidas humanas", resaltan desde la Asociación Española de Guardias Civiles (AEGC).
Garfios "hechos en serie"
Al otro lado del teléfono, José llama la atención del periodista sobre los garfios que utilizaron los migrantes en los saltos de esta semana y que le dejaron una marca bien visible en su casco. "Los ganchos que suelen utilizar son normalmente artesanales; los doblan con fuego y le sacan punta con una piedra. Pero los que vi el miércoles eran todos iguales, como hechos en serie, con una punta afilada no rudimentariamente sino con máquina. Eso me lleva a pensar que ha habido en Marruecos un taller o una persona que ha hecho 8.000 garfios. Y eso no se prepara de un día para otro", comenta.
Acabado el despliegue, éste y otros guardias civiles tuvieron que necesitar atención médica por las heridas sufridas en distintas partes del cuerpo por los zarpazos y las patadas con tornillería que recibieron durante los saltos. En su caso, la peor parte se la llevó una pierna al caerle el peso de dos inmigrantes. "No me podía levantar. Había caído boca abajo y tenía una mano atrapada entre el escudo y las piernas", describe. Tanto él como sus compañeros saben que, con seguridad, no habrá sido el último intento de los que huyen de la miseria y, en muchos casos, de la guerra.
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