Federico Luppi, el sabio, se ha ido. Nos quedan los personajes que inmortalizó, sus frases lapidarías y su pasión por la interpretación. "La patria es un invento. Tu país son tus amigos" (Martín Hache). Diálogos memorables que hoy cobran más importancia si cabe.
El actor argentino Federico Luppi ha fallecido este viernes 20 de octubre a los 81 años, según informa el diario Clarín. Luppi se había sometido el pasado mes de abril a una operación de un coágulo en la cabeza tras un accidente doméstico en el que se golpeó contra una mesa.
Actor de éxito otoñal, Federico Luppi seducía con la mirada, con el habla cadencioso del tango, con ese mismo ritmo arrabalero que se afincó en los rincones portuarios de su tierra. Su voz sonaba dulce y melancólica, pero rezumaba un discurso profundo, fruto de la sabiduría que impregna el paso del tiempo.
"El ser humano no puede vivir su vida sin hacer de ello una épica, porque hay un afán, que no sé de donde viene, de transcendencia, de dejar algo personal en este piojoso mundo que testifique dentro de 10 ó 15 años que existimos". Federico Luppi lo tenía claro. No se sentía viejo, pero pero era consciente de su edad. "A lo que más temo es a perder la capacidad de discernir. Me da un poco de miedo. Siento que uno entra en una etapa de total y absoluta dependencia", declaró en alguna ocasión. Lo que más temía llegó por un golpe del azar, por un accidente.
A lo que más temo es a perder la capacidad de discernir. Me da un poco de miedo"
Federico José Luppi Malacalza (Ramallo, provincia de Buenos Aires, 1936) debutó en el cine con un rol secundario en Pajarito Gómez, de R. Kuhn, en 1965, al que siguió su participación en títulos del cine argentino como El romance del Aniceto y la Francisca, Todo sol es amargo, Las ruteras, El proyecto, Los herederos, La revolución o Las venganzas.
Inconformista y rebelde, le gustaba decir que su vida dependía de la política. "En algún lugar ignoto del país o del mundo, un ignoto señor determina cómo me van a robar mañana y frente a eso no tengo demasiadas herramientas", se quejaba.
Dotó a su carrera de cierta impronta guerrera y se convirtió en el rostro ineludible de los trabajos de Adolfo Aristarain, destacan La parte del león, Tiempo de revancha, Un lugar en el mundo, Lugares comunes y Martín Hache, trabajo por el que fue galardonado con la Concha de Plata del Festival de San Sebastián en 1997 y con el premio Cóndor de Plata.
En 2001, acompañado por la fama y empujado por el corralito, decidió cambiar su residencia y se instaló en España. "Dejé Argentina justo en el comienzo de la debacle, cuando el país se perdió y quedamos despojados de todo lo que fuera material. Dinero, ropa, coche, casa... Me pasé seis o siete años intentando armar la vida con eso que la mide, ropa y un techo decente, aspiraciones llamadas pequeño burguesas. Me costó trabajo, porque tenía que armar el trabajo y la búsqueda sin que pareciera que lo necesitaba desesperadamente".
Me integré en España y he tenido la enorme ventaja de poder tener una segunda vida"
Vivía en Madrid y sentía Argentina. La llegada resultó dura, a veces incluso decepcionante. El país que yo quiero, que conozco de arriba abajo, era un país que yo me había inventado. Para mí, España consistía en unos cuantos parientes, unos amigos queridos, cuatro o cinco experiencias intelectuales, algo de amor, crecimiento y punto. Me integré y he tenido la enorme ventaja de poder tener una segunda vida".
En España y tras 10 años de ausencia, además de trabajar en películas como Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto, El espinazo del diablo, El laberinto del Fauno o Al final del túnel, regresó al teatro donde paseó por toda la geografía su memorable interpretación de El guía del Hermitage.
Luppi probó suerte como director con la película Pasos, una historia situada en una ciudad de provincias española, tras el intento fallido de golpe militar del 23 de febrero de 1981, en la que contó, entre otros, con Ana Fernández, Ginés García Millán o Jordi Dauder.
Su última aparición en la gran pantalla fue en la coproducción Nieve negra, de Martín Hodara, en la que compartió reparto con sus compatriotas Ricardo Darín y Leonardo Sbaraglia.
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