Hace dos semanas empezó la peor de las pesadillas. Europa amaneció en guerra. El líder ruso, Vladimir Putin, anunciaba que había dado orden de llevar a cabo una "operación militar especial" para "desmilitarizar y desnazificar" Ucrania. A los rusos les han contado que no es una guerra. Ni siquiera pueden mencionar la palabra salvo pena de 15 años de cárcel. Los ucranianos, sobre todo quienes viven en las ciudades sitiadas como Mariúpol, o sometidas a bombardeos constantes como Járkov, sufren a diario unos ataques como no se habían vivido en Europa desde la guerra de los Balcanes. Este jueves se ven por primera vez desde el 24 de febrero los ministros de Exteriores de Rusia y Ucrania, a instancias de Turquía. Las expectativas están bajo mínimos y por eso cualquier avance indicaría hasta que punto el pragmatismo se impone al mesianismo en el Kremlin.
"No nos dejan ni enterrar a los muertos", confiesa Yuriy Bova, alcalde de Trostyanets, en la región de Sumy, en un encuentro de varios regidores de ciudades ucranianas que están en el objetivo de las tropas rusas. "Hay gente que ha muerto en plena calle y ahí se queda".
Entre los alcaldes presentes en la videoconferencia están los Járkov, Ilhor Trejov, y Sumy, Oleksander Lysenko, así como el vicealcalde de Mirúpol, Serguei Orlov. Son las urbes que hasta el momento han registrado mayor destrucción. Han sido objetivo de bombardeos colegios, guarderías, universidades, hospitales, aeropuertos, gasolineras, puentes y reservas de agua. Decenas de civiles han muerto y decenas están heridos. Cientos de miles están atrapados sin poder salir de ese infierno.
Yuryi Bova, desde Ttrostyanets, ha relatado cómo los rusos destrozaron en su asalto a la ciudad las infraestructuras básicas y saquearon comercios e incluso asaltaron a viandantes. Ahora está preocupado porque "ya no llega comida a la ciudad". Sobre todo, como a otros regidores, les angustia que los bebés no tengan alimento suficiente.
Trostyanets está bajo control ruso desde el 1 de marzo. Tres columnas rusas entraron en la localidad y la ocuparon. Casi todas las líneas eléctricas están dañadas. Aún así las autoridades locales ucranianas siguen al pie del cañón. Su prioridad es garantizar el alimento. El alcalde denuncia que los rusos los están utilizando como "escudos humanos".
Tres muertos en el ataque a una maternidad
"Mientras estamos hablando sigue muriendo gente", dice al grupo de periodistas que sigue el encuentro por videoconferencia el ministro ucraniano de Desarrollo de Comunidades y Territorios, Oleksyi Chernyshov. "Estos servidores públicos son héroes que no han dejado a sus ciudadanos de lado. Están intentando reparar lo irreparable". Apenas unos minutos después, las autoridades ucranianas revelan el ataque sufrido por una maternidad en Mariúpol, la ciudad portuaria sitiada en el sur de Ucrania.
"Las tropas rusas han atacado directamente la maternidad del hospital de Mariúpol. Hay gente, niños, entre los escombros. Es una atrocidad. ¿Cuánto tiempo más va a seguir el mundo ignorando este horror? Necesitamos una zona de exclusión aérea ya. Parad los bombardeos. Tenéis el poder pero parece que habéis perdido la humanidad", ha escrito en su cuenta de Twitter el presidente ucraniano, Volodimir Zelenski. El primer balance daba cuenta de 17 heridos, entre ellos mujeres a punto de dar a luz. Este jueves el vicealcalde, Serguei Orlov, ha confirmado tres muertos. Un niño de seis años ha perdido la vida en esta matanza.
"Un auténtico genocidio"
El vicealcalde de Mariúpol, Serguei Orlov, ha denunciado previamente cómo la guerra de Putin es "un auténtico genocidio". Orlov ha explicado que la ciudad ha sido arrasada. "Llevamos días sin gas ni electricidad. Cocinamos como en la Edad Media, con fuego. Y tenemos que beber el agua de la nieve que recogemos", ha dicho Orlov.
Mariúpol es una ciudad que el gobierno ucraniano mimó especialmente. La recuperaron en la guerra de 2014 y desde entonces invirtieron para frenar el éxodo de población. Su control es fundamental para limitar el acceso de Ucrania al mar. Los rusos quieren establecer un corredor que vaya desde las autoproclamadas repúblicas de Donetsk y Lugansk, bajo control de los separatistas prorrusos, y Odesa. Si Ucrania se queda sin acceso al mar comenzará a morir económicamente poco a poco.
Primero las tropas rusas destruyen en las ciudades las torres de comunicaciones, y luego los suministros de agua, luz y gas. Las autoridades municipales se empeñan en reparar las averías pero les resulta imposible por los bombardeos. Los daños en infraestructuras superan los 10.000 millones de dólares (unos 9.200 millones de euros), según estimaciones del Ministerio ucraniano de Infraestucturas.
"Han muerto 1.170 personas. Acabamos de enterrar a 47 en una fosa común. Putin quiere tener una Ucrania sin ucranianos. El ataque está llevando a cabo Putin es un crimen de guerra. Nos atacan con aviación proyectiles, lanzacohetes múltiples. No es una guerra contra el ejército de Ucrania, sino un genocidio porque están matando civiles", ha denunciado el vicealcalde de Mariúpol.
Evacuaciones sin garantías
"Jamás habría creído que esto sería posible. Bombardean hasta hospitales. Esto creía que era inimaginable en el siglo XXI", ha dicho Orlov. El número dos del ayuntamiento de esta ciudad ucraniana ha denunciado que las tropas rusas bombardean los corredores de evacuación y colocan minas en las carreteras. La mitad de la población, unas 200.000 personas están desesperadas por salir. De momento solo pueden hacerlo en grupos de 2.000 diarios. Solo hay una veintena de autobuses operativos. Las autoridades no recomiendan salir en coches privados por el peligro que corren los ciudadanos.
Para el alcalde de Trostianets, en la región de Sumy, la evacuación no ofrece garantías. "No sabemos a dónde pueden llevarte si te subes a un autobús de las tropas rusas", ha señalado Yuri Bova. La oferta de salida hacia Rusia y Bielorrusia ha sido calificada como "inmoral" por parte del presidente Zelenski. Es otra vuelta de tuerca del Kremlin, que acusa a los dirigentes ucranianos de utilizar a su población como "escudos humanos".
Jamás habría creído que esto era posible. Bombardean hasta hospitales. Esto creía que era inimaginable en el siglo XXI"
serguei orlov, vicecalcalde de mariúpol
Desde Sumy, en el noreste del país, Oleksander Lysenko, ha descrito cómo sufren la presión de las fuerzas rusas "por todas direcciones". Tras días de tira y afloja este miércoles pudieron salir cientos de personas de esta ciudad, donde su alcalde describe un panorama desolador de destrucción. "Han arrasado con edificios, infraestructuras... con todo lo que han podido". Ahora escasean las medicinas como insulina y antibióticos.
Según la Oficina de Derechos Humanos de la ONU, han muerto al menos 516 civiles y 908 han resultado heridas desde que comenzó la invasión el 24 de febrero. Son datos indicativos porque se estima que en realidad son muchas más las víctimas. La mayoría de las víctimas civiles han sido objetivo de bombardeos y ataques aéreos o misiles.
Uno de los alcaldes convocados pero que finalmente no pudo seguir la convocatoria con los medios ha sido el de Chernihiv, Vladislav Atroshenko. Amnistía Internacional ha denunciado que el ataque ruso del jueves 3 de marzo en el que murieron 47 civiles en Chernihiv puede constituir "un crimen de guerra". Según Joanne Mariner, director de Respuesta a las Crisis de Amnistía Internacional, se trataría de "un ataque despiadado e indiscriminado contra la gente mientras realizaba sus actividades cotidianas en sus casas, calles y tiendas", ha declarado Joanne Mariner, directora de Respuesta a las Crisis de Amnistía Internacional. "Es uno de los más mortíferos sufridos por el pueblo de Ucrania hasta ahora".
Como han dicho los alcaldes, tal y como se han establecido hasta ahora los corredores humanitarios despiertan muchas dudas en la población y en los dirigentes ucranianos. Varios civiles han muerto cuando creían que estaban protegidos por un teórico alto el fuego. El caso más salvaje tuvo lugar este domingo en Irpin, el pasado domingo. Los cuerpos junto a una maleta de varios miembros de una familia ofrecían la imagen más devastadora de esta guerra.
Querían salir del país como los más de dos millones de ucranianos que se han visto obligados a huir de su país, según ACNUR. Cientos de miles se han desplazado dentro de las fronteras, hacia el oeste, donde aún se ven a salvo. Los hombres entre 18 y 60 años no pueden salir. Un millón de los refugiados son niños, y la mitad de esos dos millones están en Polonia, que les ha ofrecido una generosa acogida. Es previsible que cuando la guerra se recrudezca con el asalto a Kiev, que ese el objetivo final de Putin, y la toma de Odesa, otro de sus sueños, el éxodo será el mayor desde la Segunda Guerra Mundial.
Todos los alcaldes han reafirmado el mensaje que Zelenski ha lanzado a la comunidad internacional: sin una zona de exclusión aérea los ucranianos no tienen nada que hacer. Para evitar los bombardeos de las fuerzas leales al Kremlin sería necesario que aviones de la OTAN surcaran los cielos de Ucrania y los disuadieran de una u otra manera, incluso derribándolos. Sería intervenir en la guerra. "Nos llevaría a una confrontación directa entre la OTAN y Rusia", ha reafirmado la ministra británica de Exteriores, Liz Truss, este miércoles. Sin embargo, ha reconocido la dificultad de proteger los corredores humanitarios y la necesidad de establecerlos.
Tanto el presidente de EEUU, Joe Biden, como el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, lo han descartado porque desembocaría en una escalada aún mayor. Sería la Tercera Guerra Mundial, que para muchos ya ha empezado.
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