“Es la guerra, es la vida, es una lucha”, el presidente Volodimir Zelensky se dirigía ayer a sus compatriotas con estas palabras para que tuvieran paciencia, que su vida, con la guerra de Putin, era esa que tenían ahora y que la paciencia era esencial para lograr la victoria. La vida, la guerra, la lucha que están padeciendo los ucranianos va a requerir tiempo. Eso es lo que Raquel Sanfiz y Jorge Lobo van a dar a la familia de ucranianos que han subido a una furgoneta en la localidad polaca de Przemysl, en la frontera con Ucrania, y que conducen ahora mismo para llevarlos a su casa. “Pueden llegar a estar en nuestra casa un año o dos, no lo sabemos”, nos cuenta Jorge por teléfono.
En el WhatsApp desde el que nos han enviado las imágenes que acompañan este artículo, que recoge su testimonio, tiene escrito -como estado- un lema: “Saber lo que hay que hacer y hacerlo”. Este matrimonio con tres hijos ya adultos debió llegar a la conclusión de que tenían que ayudar de una manera tan sencilla y contundente como el lema de Jorge.
Y eso hicieron. Empezaron a recopilar ayuda entre amigos para llevarla a Ucrania y fondos para el viaje y los recursos necesarios para llevarlo a cabo. Entre las aportaciones de 400 amigos y conocidos la ayuda tomó forma. Dos furgonetas salieron desde Boadilla y dos desde Valencia, cargadas de ayuda. Pero el viaje iba a ser de ida con bienes de primera necesidad y de vuelta con personas.
En estos momentos viajan a España con 28 personas en cuatro furgonetas, han conseguido ubicar, además, a otras 18. Una mujer, su madre y dos niños van a vivir en su casa en Boadilla, los demás se van a familias de otros españoles que no han dudado, como ellos, en sumarse a esa ecuación de tiempo y guerra que va a comprometer sus vidas con unos desconocidos que huyen del horror.
Salieron el pasado martes por la tarde y desde la mañana del jueves al viernes por la tarde han estado de campamento en campamento de refugiados buscando las familias con ayuda de ONG locales. Ellos ya habían tenido en casa niños ucranianos, pero no han conseguido dar con ellos. Vuelven con familias con las que no pueden apenas comunicarse porque no hablan inglés, provienen de lugares como Járkov, que han sido muy castigados por el ejército ruso. Para comunicarse con ellos llaman a España donde, entre la pequeña red de ayuda a Ucrania que han creado, hay dos voluntarias ucranianas que hacen por teléfono labores de traducción. “Y si no con el Google translator”, asegura Lobo.
La experiencia polaca
Lo que han visto estos días Jorge, Raquel y sus compañeros de viaje no lo habrían imaginado hace dos semanas. “Hemos estado en un centro comercial enorme con 6.000 personas refugiadas”, explica.
Asegura que las autoridades polacas se han volcado con los refugiados, “no les falta de nada, pero claro, no es cómodo estar en esa situación. Estuvimos en un edificio también lleno de refugiados que un empresario polaco ha cedido para acoger, pero claro había una familia de cuatro miembros en una cama”.
Están impresionados por las cosas que han visto, “nosotros no somos profesionales de esto”, se justifica innecesariamente Jorge Lobo, pero la dureza de la situación no les ha paralizado y no han parado hasta dar con las familias. “Un contacto me ha dado un contacto, este otro y este otro, a otro, y así de un campamento a otro hemos dado con las personas. La policía polaca nos ha ayudado muchísimo, a nosotros y a todos los que estábamos allí ayudando, que somos muchos, pero muchos, de todas las nacionalidades. Hablo contigo no porque queramos crédito, aquí hay mucha gente ayudando, pero es bueno que la gente sepa lo que hay aquí y que se ayude, que hace falta".
Con tres mil kilómetros por delante de la vuelta, estos voluntarios tienen tiempo para digerir lo que han visto y para asimilar que en sus manos han depositado la seguridad de unas familias. Es la vida, este es su tiempo y esta ya es su guerra. “No sé si vamos a volver, pero si lo hacemos volveremos con un autobús”, afirma Jorge.
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