Frente a un Putin uniformado de burócrata y conservado en leche de burra, “hinchado de cortisona” como escribe Raúl del Pozo, está Zelenski con camiseta de la mili, como si estuviera haciendo la imaginaria de todo su país igual que la hacíamos los reclutas en la compañía, con sueño, arrojo y carta de la novia (menos sueño y más arrojo por la carta de la novia, claro). Con la camiseta caqui y un rastro de rancho de lentejas en la barba, Zelenski se dirigió al Congreso de Estados Unidos, que está sobrevolado igual por águilas calvas que por proteccionistas de mazorca y banjo. Zelenski gana la batalla moral y la batalla de la imagen, no porque esté en la trinchera con cara de trinchera y pie de trinchera mientras Putin sale de sus camas de nata como de una enfermiza burbuja o de un pulmón de acero, sino porque Putin no puede ocultar sus crímenes de guerra. Pero, aun teniendo razón y sólo una muda, Zelenski le está pidiendo a Biden la Tercera Guerra Mundial.
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