A Vladimir Putin no le gusta hablar inglés. Las entrevistas a medios occidentales las da en ruso, siempre va acompañado por un traductor en los encuentros con otros líderes y apenas hay documentos de él hablando otro idioma que no sea el suyo. Una de esas pocas veces que ha dado un discurso en inglés fue el 4 de julio de 2007, en Guatemala. Otra ocurrió en diciembre de 2010, en Zúrich.
¿Por qué? La respuesta es sencilla: la fuerza del deporte y el enorme valor que tiene geopolítica y socialmente para un dirigente tan poderoso como Putin. Si en aquel 2007 estaba en juego que la ciudad de Sochi fuera votada como sede de los Juegos Olímpicos de Invierno, en 2010 compareció horas después de que Rusia fuera elegida para organizar el Mundial de fútbol. Y cuando se trata de enseñar la cara más amable, qué mejor que hacerlo en inglés.
"Cuando colapsó la Unión Soviética y años después colapsó Boris Yeltsin, Putin vio que el deporte era un vehículo que les podía devolver el poder mundial. Tal vez no de forma real, pero sí en apariencia. Y cuando diriges un país como Rusia, la apariencia cuenta muchísimo.", analiza el periodista e investigador estadounidense Thomas Joseph Quinn en un podcast que ha emitido recientemente la cadena ESPN.
Vladimir Putin siempre ha sido consciente del poder del deporte. Por algo se gastó más de 50.000 millones de dólares en la celebración de Sochi 2014, por algo movió mar y montaña para conseguir el Mundial de fútbol de 2018, por algo abrió su partido político a grandes leyendas y por algo el propio estado ruso organizó hace diez años una de las mayores tramas de doping de la historia. Grandes Premios de Fórmula 1, Mundiales de atletismo, de natación, de hockey hielo... Rusia ha sido sede en la última década de los principales eventos deportivos para mayor gloria del dirigente ruso.
Sochi 2014, los Juegos de Putin
"¿Hubo algunos Juegos de Invierno en la historia tan identificados o relacionados con un líder nacional como los de Sochi y el señor Putin?”, se preguntaba en 2014 el politólogo estadounidense Andrew Kuchins, director del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS) para el programa de Rusia y Eurasia. “Es muy inusual. Probablemente tengas que volver a los Juegos de verano de Berlín 1936, los Juegos de Hitler, para tener unos Juegos igual de politizados".
Putin fue un hombre onmipresente en aquellos Juegos. Él mismo eligió la ciudad años antes y cuando comenzó la competición fue fotografiado prácticamente en todas las sedes apoyando a los deportistas rusos. Rusia acabó ganando el medallero, aunque después se descubrió el tremendo fraude del laboratorio antidoping. En aquellas instalaciones los servicios secretos rusos habían instalado dobles fondos y agujeros en las paredes a través de los cuales cambiaban las muestras por la noche. Aquel escándalo todavía colea y cualquier triunfo ruso está envuelto en la sospecha, pero desde el Kremlin siempre se ha vendido como una maniobra de Occidente para desprestigiar sus éxitos deportivos.
El presupuesto inicial para los Juegos de Sochi era de 7.000 millones de dólares, pero finalmente la cuenta superó los 50.000. "En la preparación se robaron entre 25.000 y 30.000 millones", denunció en su momento el líder opositor Boris Nemtsov. "Solo los oligarcas y las compañías cercanas a Putin se hicieron ricas". Las competiciones deportivas como los Juegos Olímpicos o el Mundial de fútbol, que requieren de tantos trabajos previos, suelen ser siempre un imán para la corrupción porque provocan un ingente flujo de dinero de manos públicas a privadas y viceversa.
Un Nobel de La Paz para Blatter
Tras convencer a los dirigentes del Comité Olímpico Internacional (COI), Putin sedujo a los de la FIFA para albergar el Mundial de 2018. Al presidente ruso nunca le ha gustado el fútbol, pero el Mundial ofrecía un escaparate sin comparación. Putin fue el gran ganador del campeonato y el país recibió numerosos elogios. "Nos hemos enamorado todos de Rusia. Es cierto que había estereotipos, pero cuando llegas y pasas aquí un tiempo, ves a la gente que vive aquí, ves Moscú en su indescriptible belleza, no puedes no enamorarte de este país", señaló hace cuatro años el presidente de la FIFA, Gianni Infantino.
Tras aquellas buenas palabras, la amistad de Infantino y Putin no pasa ahora por su mejor momento. La FIFA ha decidido suspender a la federación rusa tras la invasión de Ucrania y su selección no podrá jugar el Mundial de Qatar. Quizás ahora Putin se pensaría dos veces lo que dijo en 2015 sobre los dirigentes del COI y la FIFA. "Hombres como Blatter o jefes de otras organizaciones deportivas internacionales o de los Juegos Olímpicos deberían recibir reconocimientos especiales. Si hay alguien que se merezca el Premio Nobel es esa gente"
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