Veinte años han pasado desde que un programa de televisión que apareció de puntillas en La 1, marcara el inicio de una era. A principios de la década de los 2000 un grupo de 16 chicos inocentes fueron encerrados en una Academia de canto de alto rendimiento en búsqueda de su sueño. Un sueño que revolucionó la televisión y que bajo el llamativo nombre de Operación Triunfo -en el que se escondía su destino- se convirtió en un fenómeno de dimensiones estratosféricas, tornándose en el programa más rentable de la historia. Entre esos 16 chavales una destacó por encima del resto: Rosa López conquistó a más de media España ganando el concurso para después ser elegida como candidata eurovisiva. Pero el inicio del éxito sería agridulce para la granadina y así lo confesó la noche del domingo en Lo de Évole.
El presentador consiguió que la cantante se abriera en canal proclamándose como una de sus entrevistas más íntimas y personales. Pero el mérito se lo lleva Rosa. La joven andaluza de 20 años que entró en la Academia de triunfitos para comerse el mundo con su talento musical, no destacó únicamente por su destreza con las cuerdas vocales sino por su personalidad bonachona que gracias a su naturalidad enamoró a un país entero que la apodó ‘Rosa de España’, una situación que, según reconoció anoche, se volvió en su contra. Rosa López subió a la cumbre más alta de la fama para después pegarse el batacazo cuando las miles de personas que la adoraban le dieron la espalda y tras los problemas económicos a los que ha tenido que sobrevivir, y aún lo sigue haciendo.
Más de dos décadas después y sin una discográfica que la acompañé, Rosa López ha vuelto para contar cómo la fama la desbordó hasta considerarse en la actualidad “buena, bonita y barata”. Entre los vaivenes de su carrera, la artista ha confesado que ahora se mueve entre unas cifras bastante más moderadas: de entre 9.000 a 14.000 euros. "Son tiempos difíciles, pero al final se trata, hagas lo que hagas, de ser feliz. En el momento que yo sufra con esta profesión… No tengo ningún problema en ponerme a vender papas", reflexionaba.
En la entrevista, Rosa recordaba la inocencia de no saber lo que va a ocurrir. Reconoció que cuando entró en el programa era una mujer en proceso por estar atravesando situaciones que no le sonaban a nada y fue ahí cuando empezaba su vida. A pesar de ello, con las imágenes de sus castings de fondo, la cantante revelaba qué le pasaba por la cabeza al ver a esa Rosa: “Me ha pasado de no querer verla y luego todo lo contrario, tengo mucho que aprender de aquella Rosa. No quiero volver a la inconsciencia de muchas cosas, pero echo de menos esa valentía que viene de no saber qué hay, como un niño. A pesar de esas inseguridades, aquella Rosa era más segura de lo que ella creía. Para subir al escenario y desnudarte entera desde dentro hay que tener muchos bemoles”.
Entre todo ese talento vocal, se escondía una mujer con complejos. Complejos que fueron la base para la transformación física que coparía los mayores datos de audiencia. “En una de las pruebas me preguntaron qué estarías dispuesta a hacer para entrar al programa, y lo que se me vino a la cabeza perder peso porque es algo que me costaba mucho y nunca había logrado. Pensé que era lo que yo quería, además de lo que ellos querían escuchar. Noté que les cambió la cara”, desvelaba ante la perpleja mirada de Évole.
"Nos enamoramos de una cosa que luego lo que hicimos fue transformarla"
Jordi Évole reconocía que “Todos nos enamoramos de ti por cómo eras, pero había un punto de condescendencia y paternalismo por parte de los espectadores. Había una enorme atracción por lo natural, por lo espontáneo. Nos enamoramos de una cosa que luego lo que hicimos fue transformarla”. Y así fue. Rosa López confirmaba que “si fuera más delgadita, con los dientes derechos, sin gafas, con ropa ceñida, hablando mejor… Llegué a pensar que había ganado el programa por pena”.
Y entonces llegó la euforia de Eurovisión: Europe's living a celebration. El séptimo puesto que ahora para España significaría un éxito rotundo, para Rosa supuso un fracaso, y así lo demuestra en las imágenes expuestas en la velada del domingo, tras una pequeña entrevista a la granadina. “Yo sentía una presión absurda, ridícula, bonita… Todo a la vez”. Y desde entonces, su vida se vio atrapada en una burbuja de la fama, de la que le costó salir: “Descubrí que casi toda mi vida era decidida, además, queriendo que la decidieran. Hasta que hay un momento en el que me di cuenta de que tenía que decidirla yo, con mi propio criterio”, narraba. Su dinero era gestionado por su padre y ni ella sabía la cantidad que guardaba en el banco: “Ninguno sabíamos nada, el mismo gestor nos dijo que había un problema con Hacienda porque no había justificado 80 millones de pesetas. Es una situación de no tener ni idea de la vida”, contaba.
Su vida se convirtió en un vorágine que la llevó a sacar en 2002 su primer disco, Rosa, del que confesó a Évole la velocidad de la situación y la falta de empatía hacia ella. “No es que no me gustara el disco, es que fue muy rápido”, relataba, “grabé prácticamente dos canciones por día. Sin sabérmelas ya estaban planeando lo que sería mi gira, la ropa que llevaría.. Hasta 2004, fue una locura. Sonábamos en radios, había merchandising”, y continuaba diciendo que "me hubiera gustado en muchas ocasiones sentir más empatía. Porque yo puedo empatizar con cualquier trabajador, pues no vengo de vivir siempre vida, pero nadie empatiza conmigo. Todo el mundo quiere llevarse ‘tajá’ de mí".
Pero ella, Rosa López, que se considera una mujer fuerte, ve imposible llegar a tirar la toalla: ¿No ves que no soy feliz si no me dedico a esto? Y aunque tirara la toalla y no me viera el pelo ni Dios, estaría cantando” decía.
Aunque su música se extinguió entre las aguas turbias de la fama, le ha enseñado a Rosa López que las cosas se ganan y que ella ha sido su mejor ejemplo. “El día que vuelva a sonar en una radio española será ‘ostras, lo he conseguido’. Nada más de pensarlo me emociono”.
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