De un día para otro, Ariadna empezó a sentirse bloqueada. No podía estudiar ni concentrarse, tampoco dormir. El cambio en la fecha de un examen final terminó por agobiarla. “Nosotros la vimos triste, no nos decía mucho, pero le dijimos si quería ir a un psicólogo y nos dijo que sí”, recuerda su madre, Olga.
Antes de quitarse la vida, Ariadna estuvo dos meses yendo al psicólogo y tomando unas pastillas para dormir en cuyo prospecto no se advertía de la importancia de prevenir conductas suicidas. “En esos dos meses nadie, ni el psicólogo ni su médico de cabecera, dijo nunca la palabra suicidio. Ni tampoco prevención. Y uno confía en los profesionales. El sistema falló a mi hija”, afirma su madre.
El INE reveló hace unos meses que 2020 fue el año en que más suicidios se produjeron en España desde que hay registros, 3.941 personas, pese al “parón” de los meses de confinamiento estricto. En 2021 aún no hay datos oficiales pero las cifras disponibles muestran un agravamiento del problema. En Navarra, la Comisión para la prevención del suicidio (NAPRESUI) ha informado de que en 2021 se suicidaron en la región un 31,8% más que el año anterior (58 frente a 44).
La preocupación enfoca a los jóvenes por los datos que hablan del aumento de autolesiones e ideación suicida. Los pediatras alertaron recientemente que los jóvenes están en el punto de mira y que en 2020 se suicidaron en España 14 menores de 15 años, el doble que el año anterior. Además, la Fundación ANAR informó en 2020 de que la atención a jóvenes con ideación suicida aumentó un 244% durante el confinamiento estricto. El Servicio de Atención Psicológica de la Universidad Complutense pasó de que la atención a ideaciones suicidas y autolesión supusiera el 3% de los pacientes en 2019 al 6% en 2020 y un 11% en la primera mitad de 2021.
El aumento de problemas de salud mental entre los adolescentes desde el inicio de la epidemia preocupa a los expertos, que inciden en la urgencia de mejorar la atención. Para los padres de Ariadna, ayudar a otras familias ha dado un sentido a su vida. “Cuando llegamos al tanatorio y vimos que estaban allí todos sus compañeros de instituto, nos emocionamos. Mi mujer me dijo ‘ahora todos estos chicos son nuestros chicos’ y para mí eso fue un revulsivo. Nosotros no tenemos más hijos y fue como decir ‘alguien tiene que hacer algo para que esto no pase más, porque es demoledor”, cuenta Carlos, el padre de Ariadna.
Ellos luchan desde que pudieron reponerse del “shock brutal inicial” para llevar la prevención a los más jóvenes y aseguran que el camino no es fácil. “Lo primero que quisimos hacer fue una charla en el instituto de mí hija y el centro no dejó hacerla en el salón de actos. Tuvimos que irnos fuera. En la charla salieron varios intentos de suicidio y que el instituto había tenido seis casos en los últimos seis años”, asegura Olga, quien cree que en muchos centros educativos aún no se quiere hablar de suicidio “por no alarmar o por miedo a responsabilidades”.
Estos padres denuncian la falta de formación entre profesorado y centros educativos pero también en los profesionales sanitarios. Carlos dejó su trabajo y ahora se dedica exclusivamente a la prevención del suicidio y, entre otras actividades, participa en los planes de formación a médicos de la Comunidad de Madrid. “Me di cuenta de que algunos médicos y sanitarios saben tan poco como sabíamos nosotros entonces y sin embargo son a quienes pedimos ayuda. Porque la prevención tiene que empezar en atención primaria. Por eso es tan necesaria la formación”, incide Carlos, muy activo en twitter sobre prevención del suicidio.
El psicólogo especializado en infancia Javier Urra, director del programa RECURRA-GINSO y quien recientemente participó en un webinar de prevención del suicidio junto a los padres de Ariadna, incide también en esa falta de prevención: "El 70% de las personas que se suicidan ha dado antes alguna señal. Es muy importante tener esto en cuenta para avanzar en la prevención, por supuesto sin culpabilizar a la familia".
En distintas estrategias de prevención del suicidio como las de País Vasco o Comunidad Valenciana se afirma que el 50% de quienes se suicidan lo habían intentado previamente. En la revista Psiquiatría y Salud Mental un artículo de 2020 estimaba entre un 35 y un 50% el riesgo de suicidio entre quienes han tenido una tentativa previa.
Urra afirma que toda la sociedad ha quedado "más dañada de lo que se cree" con la pandemia. Pero en los jóvenes se ha visto una gran repercusión. "Quizás en el confinamiento no estaban tan mal porque conectaron entre ellos, pero después se fueron dando cuenta de lo que han perdido… Y la situación no es buena objetivamente para ellos". El experto asegura que en su consulta han aumentado los casos de ludopatía, chicos con pensamientos extraños, trastornos obsesivo compulsivos y chicos que no quieren salir de su habitación y están enganchados a las pantallas. "Urge dotar al sistema de más herramientas psicológicas. Hay que darle una vuelta a esto", subraya.
El pasado octubre el Gobierno anunció una financiación de 100 millones de euros a tres años en una Estrategia de Salud Mental, en la que se englobaría un Plan Nacional de Prevención del Suicidio, reclamado por el sector desde hace años, con una dotación de 100 millones de euros. Sin embargo, el Ministerio descartó posteriormente crear un plan específico, según adelantó Redacción Médica. Los pediatras también reclamaron recientemente un plan nacional que incluya formación a la comunidad educativa para dar respuesta a este problema creciente.
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