El historiador Joan Esculies disecciona en "Tarradellas, una cierta idea de Cataluña" a uno de los políticos catalanes fundamentales del siglo XX. La obra editada por Pòrtic busca recuperar a uno de los pocos grandes estadistas de la política catalana. Una figura "desdibujada" con los años por propios -ERC- y extraños -PP-. Tarradellas nunca fue independentista, advierte, pero era una catalanista cien por cien, convencido de que el autogobierno sólo podía llegar en una España democrática y estable.

Rechazó las etiquetas en busca de una relación de tu a tu con el Gobierno y el máximo poder para la Generalitat. Y acertó al señalar los problemas del Estado de las Autonomías: demasiado caro y plagado de contrapoderes territoriales al Gobierno.

Pregunta  .- Describe a Tarradellas como “es una inmensa figura desdibujada” ¿Qué dibujo hace de la figura de Tarradellas?

Respuesta.- Lo que pretendo es centrar el personaje. La figura de Tarradellas se ha difuminado a lo largo de su trayectoria, al final sobre todo, y después de su muerte. Ha habido múltiples intereses y cada uno, cada segmento político o de la sociedad coge de Tarradellas lo que le interesa. Él contribuyó a ello. En la Transición promovió una vinculación a Macià mucho mayor de lo que había tenido. Él no era un separatista, simplemente formó parte del CADCI, pero sus compañeros tampoco lo veían como un nacionalista duro. En los años 30 tuvo relación con Macià como secretario, pero después magnificó esa relación. Eso y las distorsiones de la etapa en el exilio explica que se desdibuje el personaje.

P.- ¿Quién era Josep Tarradellas?

R.- Era un catalanista cien por cien. Su primera prioridad era Cataluña y pensaba que el autogobierno catalán no se podía desarrollar bien y en profundidad si no existía estabilidad y democracia en el conjunto de España. Imaginaba un poder autónomo en Cataluña con una relación bilateral con el Gobierno de España. No quería definirse como federalista, confederalista o separatista o autonomista. Simplemente pensaba que cuanto más competencias tuviera Cataluña en su autogobierno mejor, en la medida en que las pudiera gestionar bien y demostrar que el Gobierno podía transferirle más competencias. Sin un máximo. Pensaba que etiquetar lo que quería le perjudicaba más de lo que ayudaba.

P.- Parece que quien más siguió esa máxima de acumular competencias fue Jordi Pujol, su máximo enemigo en el regreso.

R.- No. Pujol y Tarradellas tienen una visión diferente de lo que debe ser la Generalitat. Para Pujol la Generalitat es un contrapoder al Estado, para Tarradellas la Generalitat es Estado. Tarradellas intenta que la Generalitat tenga competencias, pero no para ponerse enfrente del Estado sino asumiendo que es parte de él. Asume que tiene unos deberes con el Estado, pero el Estado también tiene deberes con la Generalitat, y la Generalitat tiene unos derechos. Es un pensamiento más moderno.

Para Pujol la Generalitat es un contrapoder al Estado, para Tarradellas la Generalitat es Estado"

El catalanismo de Tarradellas parte del nacionalismo, pero con un talante más cívico, más integrador. Todo el que está en Cataluña forma parte de este catalanismo que propone Tarradellas, que no pretende enfrentar territorios.

Tarradellas siempre imaginaba el presente en función de la experiencia del pasado. Cuando regresó su ideal era una Cataluña autónoma en España, ni siquiera imaginaba un gobierno para el País Vasco. Pero cuando pactó con Suárez, éste le puso sobre la mesa que el autogobierno debía extenderse a las demás regiones de España. Tarradellas no creía que las demás regiones tuviesen un fondo nacional suficiente para reclamar un autogobierno político. Debían tener un autogobierno administrativo, pero no político.

P.- ¿Por qué se produce la guerra con Pujol, más allá de la voluntad de control del espacio nacionalista?

R.- La relación con Pujol es mucho más compleja de lo que se ha explicado. En parte porque a partir de 1980, cuando Pujol sustituye a Tarradellas en la presidencia, los dos tienen interés en aparecer más separados de lo que habían estado en algunas fases de su vida. Cuando Pujol va a conocer a Tarradellas a Francia iba interesado en conocer el pasado. Y Tarradellas se veía un actor de presente y de futuro. En los tres primeros años Pujol quiere comprarle el archivo. Le ayudó económicamente, le intenta comprar la biblioteca. Cuando falla la compra la relación se enfría, continua a través de Marta Ferrusola, con la tenía buena relación. Tarradellas decía que la que entendía de política era ella, las cartas de Ferrusola son muy frescas, Pujol escribía muy poco. Tarradellas ve que el nacionalismo de Pujol no es el suyo y ahí hay una primera diferencia.

Tarradellas decía que la que entendía de política era Marta Ferrusola"

Cuando llega la Transición, Pujol como líder antifranquista tiene un vínculo muy directo con el Gobierno Suárez a través de Martín Villa. Pero Tarradellas cree que si la solución del autogobierno pasaba por las plataformas del interior iba en detrimento de la figura de Tarradellas, que siempre tuvo claro que Cataluña debía pactar al margen del resto de las plataformas antifranquistas españolas. Quería una única plataforma catalana, que él pudiese tutelar.

El momento clave de la ruptura llega en diciembre de 1976, cuando Pujol no quiere dimitir de la "comisión de los nueve" -que debía negociar con Suárez-. Tarradellas se pone literalmente enfermo porque sabe que si triunfa esa comisión él va a volver como una figura testimonial, sin ningún poder.

P.- ¿Por qué se ha convertido en un personaje incómodo para el independentismo? Reivindican toda la República menos a Tarradellas.

R.- Por desconocimiento. Durante la II República es el organizador del servicio de prensa y el que empieza a estructurar a los funcionarios de la Generalitat. Durante la Guerra Civil es la gran figura política como Conseller Primer, organiza el decreto de colectivizaciones, la comisión de industrias de guerra. Companys quería ser un presidente por encima de los partidos y el jefe de gobierno es él. Durante esa fase Tarradellas comanda un gobierno que tiene una relación prácticamente confederal con Madrid, ahí tendrían un espacio para reivindicar. El Estatuto de Nuria queda superado, es la fase en la que Cataluña ha tenido más autogobierno.

La falta de reivindicación es por desconocimiento, en la política catalana hay pocos estadistas como Tarradellas"

Esto termina en los Hechos de Mayo de 1937. A partir de entonces Tarradellas aprende una gran lección y a partir de ahí contemporiza, siempre se ha sentido culpable de no haber sabido frenar los hechos de mayo. A partir del 1938 es el secretario general de ERC y así entra en el exilio. Durante toda la primera fase, hasta 1954 es el gran estructurador de Esquerra. Cuando cede la secretaría a Joan Sauret se enfada con él, porque quiere seguir tutelando a ERC, y los herederos de ERC, como Heribert Barrera, crecen con mucho recelo hacia la figura individualista de Tarradellas.

En la transición tienen una fase de idilio porque ERC quiere aprovechar el caché de Tarradellas, pero él regresa queriendo ser un presidente por encima de los partidos y en Esquerra siempre se le critica que en ese momento no ejerciera de presidente republicano. La falta de reivindicación se explica por desconocimiento, en la política catalana hay pocos estadistas como Tarradellas. Cambó a otro nivel, pero gobernó poco.

P.- Tarradellas se ha convertido es su particular Judas del denostado Régimen del 78.

R.- En general, a los partidos les molestó mucho que Tarradellas regresase con poder. Y en perspectiva histórica el regreso de Tarradellas les va muy bien, porque los males que denuncian de la Transición se los han colado en el baúl de Tarradellas, cuando todos los partidos -incluidos los comunistas- habían aceptado la reforma de Suárez. Todos habrían aceptado un pacto similar o incluso menos. Pujol estaba a favor del Consejo General de Cataluña, ni siquiera la Generalitat, y Josep Benet también.

P.- Le reprochan también su aceptación de la Monarquía.

Todos hubieran pactado lo mismo bajo el paraguas de la monarquía constitucional, pero al no pactarlo ellos lo fácil era decir que este señor vino de Francia y renunció"

R.- Todos hubieran pactado lo mismo bajo el paraguas de la monarquía constitucional, pero al no pactarlo ellos lo fácil era decir que este señor vino de Francia y renunció. En la negociación del Estatut del 79 ya no entra porque los partidos no quieren. Pero él les decía: menos competencias y mucho más claras, porque tendremos por delante muchas disputas competenciales. Es lo que ha acabado pasando, pero los partidos querían llenar de competencias el autogobierno.

Él advirtió también que la España de las autonomías sería cara, que tener tantos gobiernos y presidentes sería crear unos contrapoderes de difícil solución, que es lo que estamos viendo. Es como si hubiera tenido una bola de cristal.

P.- ¿Intuye el estallido del 17 en sus textos?

R.- No puede ir tan lejos. Sobre todo deja la visión de un nacionalismo mucho más cívico. El hecho de que la Generalitat sea Estado es difícil de entender porque no es lo que hemos tenido. Era un nacionalista catalán pero no en el sentido negativo que se impone tras la II Guerra Mundial, sino simplemente como alguien que quiere autogobierno para Cataluña.

P.- ¿Por qué se ha convertido en un personaje más reivindicado por el PP que por el nacionalismo?

R.- El PP lo reivindica sobre todo desde el desconocimiento, presentándolo como un autonomista. No lo era en absoluto. Tampoco era monárquico, murió siendo republicano. Pero cuando los exiliados como él regresaron tras 40 años de dictadura lo decían claramente: entre una dictadura y una monarquía parlamentaria, no hay color, sobre todo si la monarquía permite el autogobierno catalán.

La generación de los años 30 se hizo muy antimonárquica al hacer el servicio militar en África. El ejército era un desastre y ven que el régimen de la Monarquía no funciona, tampoco el autogobierno de la Mancomunitat. Creen que el autogobierno va vinculado a la república, pero a finales de los 60 Tarradellas ve que lo que se va a implantar es una monarquía y no cierra la puerta.

Acepta el marquesado en agradecimiento a Juan Carlos I, pero a él íntimamente lo que le hace ilusión es la Legión de Honor francesa

P.- De hecho llega a ser marqués.

R.- Cuando la Casa Real le ofrece el marquesado lo acepta como un agradecimiento a Juan Carlos I. A él íntimamente lo que le hace ilusión es la Legión de Honor francesa, el marquesado se lo tomaba a risa. Pero ese marquesado contribuye a desdibujar su figura.

P.- ¿Por qué la guerra con Òmnium?

R.- Tiene dos elementos. El primero, cuando se funda Òmnium y monta delegaciones en el extranjero que recaudan dinero entre los exiliados. Tarradellas está muy falto de dinero y le molesta mucho, cree que los fundadores de Òmnium son ricos, a ellos no les hace falta dinero y a él sí. Además, Òmnium compra y abre una oficina en París, que era un viejo sueño de Tarradellas.

Este es el elemento económico, pero hay otro. Tarradellas cree que si la promoción de la lengua y la cultura catalanas viene de la burguesía habrá un segmento de población, sobre todo la migrada, que podía ser hostil a esa cultura catalana. Teme un nuevo lerrouxismo, teme que se repita el esquema de principios de siglo.

P.- Algo parecido le pasa con la militancia de Montserrat.

R.- No quiere que la Iglesia se meta en política, porque ya se metió durante la II República y la Guerra Civil. Además, a través de publicaciones como Serra d’Or lo que hace Montserrat es dar espacio a los intelectuales marxistas. Tarradellas, que es anti comunista, avisa que el comunismo nunca tendrá un papel preponderante en Cataluña pero puede influir a los demás.

Tarradellas, anti comunista, reprocha a Montserrat que dé espacio a los intelectuales marxistas

La anécdota que lo ilustra muy bien, cuando años después anuncia una reunión de gobierno en Poblet el abad le responde que le gustará conocer a los políticos del momento. Entonces es cuando se da cuenta de que Poblet está totalmente desconectado del antifranquismo, y ese es un punto muy importante a la hora de decidir dejar su archivo en Poblet.

P.- Fue un mal jarrón chino, llevaba mal ceder poder.

R.- Sus críticos lo retratan como alguien que solo quería mandar, Josep Benet lo retrata como alguien que cambiaba constantemente de opinión. Esto es una tontería y una falsedad. Tarradellas tiene un corpus ideológico muy claro: Cataluña tiene que pactar de gobierno a gobierno, conseguir el máximo de unidad entre los partidos catalanes, los partidos no pueden ser sucursalistas y las decisiones se tienen que tomar en Cataluña. Su oposición a Òmnium, a Montserrat, a las plataformas antifranquistas, no es solo por querer mandar, tiene una filosofía detrás que quiere llevar a cabo, siempre persiste en el mismo esquema.

Quería mandar como todo político. Tenía ambición y avisaba de que no se fiaba de un político que dijera que no tenía ambición.  

P.- ¿Por qué en unos años en que se ha construido el relato independentista en base a la historia no se ha estudiado un personaje como Tarradellas?

R.- En Cataluña somos un país que fabrica mucha historia pero no sé si estamos realmente interesados en conocerla.

Tarradellas tiene muchísimo material, he leído miles de cartas, han sido 11 años dándole vueltas a la figura. Después de la Transición se escribieron biografías de Tarradellas, Companys, Macià, pero tampoco Companys o Macià tienen grandes biografías. Requiere mucho esfuerzo, una editorial que quiera pagarlo y un mercado que lo pueda asumir. En Francia o Gran Bretaña puedes publicar muchas biografías de De Gaulle o Churchil porque hay público, aquí no sé si hay público.