"El Kremlin es como el sistema solar. Vladimir Putin es el astro rey con todos los planetas alrededor de él en diferentes órbitas. Es un sistema muy centralizado y se ha centralizado aún más con la guerra". Vladimir Gelman, catedrático especializado en Rusia en la Universidad de Helsinki, ha descrito de esta forma tan gráfica en The Guardian, cómo ejerce el poder Putin y cómo se relaciona con su círculo más íntimo.
¿Quién susurra en el oído de Putin? ¿A quién escucha? Nadie lo sabe realmente. Sobre todo, después de la pandemia del coronavirus, que ha incrementado su proceso de bunkerización. Muy pocas personas le tratan en persona y en general mantienen la distancia. Es Putin quien llama a quien necesita.
Hace una década Putin escuchaba a unas decenas de personas: un director de cine, un periodista, algunos religiosos, pero desde 2016 son cada vez menos"
andrei soldatov, periodista especializado en inteligencia rusa
El círculo de confianza de Putin se ha ido haciendo cada vez más pequeño en sus 22 años en el poder. "Hace incluso una década Putin escuchaba a unas decenas de personas: un director de cine con ideas estrambóticas sobre el pasado imperial de Rusia, o bien un periodista que era un gran fan de Pinochet. Había algunos religiosos. Pero desde 2016 son cada vez menos. Escucha a tres o cuatro personas: el ministro de Defensa, Serguei Shoigu, a quien encargó la invasión; está Nikolai Patrushev, jefe del Consejo de Seguridad, que le sucedió como director del FSB. Y uno o dos amigos de San Petersburgo. Pero eso es todo", confiesa Andrei Soldatov, periodista especializado en Inteligencia rusa en una entrevista en The New Yorker.
De esta manera se han quedado en su círculo íntimo solo los silovici, o los hombres fuertes, la mayoría procedente del KGB o su esfera. La trayectoria de Putin está marcada por su carrera en el KGB. Sirvió en Dresde antes de dar el salto a la política local en San Petersburgo, su ciudad natal. En su obra Los hombres de Putin, la periodista Catherine Belton narra cómo ese círculo íntimo del KGB le ayudó a afianzarse y a desplazar a Boris Yeltsin y después ha formado su guardia pretoriana. Son conspiranoicos, antioccidentales desaforados y se han enriquecido de forma extraordinaria.
“Es muy difícil determinar quién tiene influencia sobre Putin. Parece que él mismo influye, sentado en un búnker como un solus rex, pero sobre la base de información en la que confía. Y estos, por supuesto, son los servicios especiales: el FSB (sucesora del KGB), el Servicio de Inteligencia Exterior, el Servicio de la Guardia Federal, etc. Cuando recibes este tipo de información durante 22 años, y cuando la gente que te rodea tiene miedo de denunciar algo malo o de ofrecer soluciones alternativas a un problema, obtienes una visión distorsionada del mundo que te rodea”, explica Andrei Kolesnikov, senior fellow y presidente de Política Interior e Instituciones Políticas de Rusia del Carnegie Moscow Center.
La visión del mundo que le trasladan los siloviki no hace sino reafirmar su resentimiento hacia Occidente. En palabras de Konstantin Remchukov, director de un diario moscovita, “contribuyen a construir una contraideología en la que el principal postulado es que todo el mundo está contra Rusia, sobre todo Occidente”.
No es de extrañar que los asesores más liberales hayan dejado el país. Es el caso de Anatoly Chubais, quien organizó las privatizaciones en tiempos de Yeltsin y era asesor en cuestiones medioambientales. Dejó Rusia con rumbo a Turquía en marzo. También lo hizo Arkady Dvorkovich, ex asesor económico. Pero ya desde hace tiempo los tecnócratas están fuera del círculo más influyente en el Kremlin. Tan solo Mihail Mishustin, primer ministro, o elvira Nabiullina, directora del Banco Central, cuentan con cierta atención del líder ruso.
Formalmente, el Consejo de Seguridad es análogo al Politburó soviético, pero lo principal son los 'siloviki': Patruschev, Bortnikov, Shoigu"
andrei kolesnikov, carnegie moscow center
“Formalmente, el Consejo de Seguridad es análogo al Politburó soviético, pero, por supuesto, lo principal son los siloviki (hombres de fuerza): Patrushev, Bortnikov, Shoigu. Putin escucha a algunos del aparato. Lavrov [ministro de Exteriores] es más bien un ejecutor. Escucha a algunas otras personas, pero sólo escucha a quienes están en el bloque económico pero sin influir en las decisiones políticas. De hecho, no hay una idea clara del grado de influencia de tal o cual figura. Existe la sensación de que su sistema es más cerrado que bajo el régimen soviético”, añade Kolesnikov.
En víspera de la invasión de Ucrania Putin escenificó una reunión con el Consejo de Seguridad en la que iba preguntando uno por uno a sus miembros sobre la situación. Ha quedado en nuestra memoria cómo ridiculiza a Serguei Naryshkin, director del Servicio de Inteligencia Exterior. “A Putin le gustan estos juegos con su círculo más cercano”, señala Andrei Soldatov en la BBC. Lejos de parecer que tomaba la decisión de forma colegiada, vimos a un auténtico emperador a quien todos pretendían adivinar sus pensamientos para congraciarse. Un par de días después el líder ruso anunciaba la operación militar especial para “desnazificar" y “desmilitarizar” Ucrania. En Rusia está castigado con la cárcel calificarla de invasión o guerra.
Sobre los siloviki escribe con detalle Catherine Belton en Los hombres de Putin. Estos coetáneos de Putin, que llevan con él desde antes de que sucediera a Yeltsin, son quienes tienen la confianza del líder ruso. Como señala Anatol Lieven, autor de Ukraine and Russia: A Fraternal Rivalry, en el Financial Times, “esta élite está comprometida con la idea de Rusia como gran potencia en un mundo multipolar”. Los siloviki son uña y carne con Putin y están comprometidos con la guerra tanto como el líder ruso.
Destacan: Nikolai Patrushev, ex jefe del FSB y actual director del Consejo de Seguridad; Igor Sechin, ex agente del KGB y consejero delegado de Rosneft; y Sergei Shoigu, ministro de Defensa. Menor relevancia tendrían Alexander Bortnikov, jefe del KGB, Sergei Naryshkin, responsable de inteligencia exterior; o Valery Gerasimov.
Patruschev, halcón entre halcones
Conoce a Putin desde los años 70, cuando trabajaron juntos en el KGB en el entonces Leningrado (San Petersburgo, ciudad natal de ambos). Solo Alexander Bortnikov, jefe del FSB, y Sergei Naryshkin, han coincidido con Putin tanto tiempo.
Patrushev, de 71 años, que sucedió a Putin a cargo del FSB, está convencido de que Estados Unidos quiere acabar con Rusia como país. Defiende la tesis de la “rusofobia” de los dirigentes ucranianos y mantiene que Ucrania se había convertido en “un protectorado” de Occidente. Los expertos consideran que es uno de los hombres a quien escucha Putin.
“Bebedor, procedente del KGB, combina una ética fuertemente capitalista de acumulación de riqueza con una visión ambiciosa para la restauración del imperio ruso”, escribe Catherine Belton en su obra. Su hijo Dmtry Patrushev es ministro de Agricultura.
Hay sospechas de que Patrushev está detrás de operaciones ilegales y asesinatos de opositores. Una investigación pública en Reino Unido determinó en 2016 que “la operación del FSB que acabó con la vida de Litvinenko fue aprobada probablemente por Patrushev”.
Igor Sechin, el Darth Vader ruso
Durante años fue el asesor más cercano a Putin. También fue agente del KGB y lleva junto al líder ruso desde que era vicealcalde en San Petersburgo. Era quien se encargaba entonces de controlar el acceso a Putin.
Belton cuenta cómo ya en esa época Igor Sechin organizaba la percepción de sobornos de empresarios locales que querían facilidades con la burocracia. Eran pagos de unos miles de dólares, pero aquello solo fue el principio. Lo llaman el Darth Vader ruso por su afición a las intrigas.
Actualmente es el presidente de Rosneft, la mayor empresa de Rusia y responsable de un 6% del suministro mundial de petróleo. Posee una inmensa fortuna. Desde que se han empezado a aplicar las sanciones de la UE le han requisado un yate en Francia y otro en España.
Serguei Shoigu, el guerrero pintor
El ministro de Defensa no proviene del KGB ni del Ejército pero hasta ahora siempre ha contado con la confianza de Putin. Fue ministro de Emergencias, entre 1991 y 2012. Desde entonces está en Defensa. Ha modernizado el ejército y ha dado relevancia a la inteligencia militar (GRU, acusado de los envenenamientos de Salisbury y de Navalny en Siberia en 2020).
Sin embargo, la evolución de la guerra, que tendría que haber sido una incursión rápida, ha hecho crecer el temor de que puede haber caído en desgracia. De hecho, son escasas sus apariciones públicas recientes. Pero sería el reconocimiento del fracaso ya que Shoigu se prodigaba con Putin más que cualquier otro dirigente. Con Putin ha ido a cazar o a pescar en Siberia.
Aficionado a la pintura, Shoigu, nació en Tuva, una república budista de Siberia en la frontera con Mongolia, hace 66 años. Su gran éxito fue la anexión de Crimea en 2014.
No solo tiene peso militar sino también ideológico. “Si hay un miembro del gobierno de Putin que está en el Politburó 2.0 ese es Shoigu”, decía Evgeny Minchenko, a The Guardian. Incluso se le consideraba como potencial sucesor, antes de la invasión de Ucrania.
Como otros fieles a Putin, se ha enriquecido y ha facilitado la colocación de su familia en puestos de poder. Se construyó un palacio a las afueras de Moscú de 15 millones de dólares. Una de sus hijas, Irina, está en el consejo de administración de GazpromBank, y otra dirige el Centro de Atención Psicológica del Ministerio de Emergencias.
Abramovich, el oligarca mediador
Sostiene Bill Browder, autor de Notificación Roja, que los oligarcas son en realidad testaferros de Putin y por ello hay que castigarlos con las sanciones de forma implacable. Varios de ellos le alzaron al poder pero el líder ruso cambió pronto la relación y logró someterlos, con ayuda de los siloviki.
El ejemplo más claro fue el de Mijail Jodorkovski, quien era el empresario más acaudalado de Rusia. Quiso rebelarse y vender su compañía a la estadounidense ExxonMobile y el núcleo duro de Putin le sentenció. Le utilizaron para dar ejemplo a todo aquel que osara salirse del guion. Acabó en la cárcel. Ahora vive en Londres. Jodorkovski mantiene que este círculo de poder es realmente quien maneja a Putin.
En las antípodas de Jodorkovski está Roman Abramovich. El más fiel de los oligarcas es Abramovich, a quien se considera como la mano de Putin en Occidente. El que fuera dueño del Chelsea sorprendió con su presencia en la mesa de negociaciones de Estambul. El presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, considera que es clave para acceder a Putin, y por ello pidió a EEUU que suavizara las sanciones contra él para que pudiera actuar como mediador. Según ha dicho en El País Catherine Belton, “Abramovich intenta hacer favores al Kremlin y defender sus intereses”.
Es un juego peligroso, dadas las intrigas que hay en los pasillos del Kremlin. Abramovich sufrió un intento de envenenamiento en Kiev, aunque no lo confirmó. A medida que se acumulan los errores en la guerra, son más las probabilidades de que haya quienes busquen chivos expiatorios. Según dice en The Guardian, Ben Noble, profesor sobre política rusa del University College de Londres, “siempre ha habido facciones en el sistema político ruso. Pero si la invasión acaba mal, habrá quienes se lo tomen como un peligro existencial”.
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