Después de tres años de parón por el coronavirus, Felipe y Letizia han vuelto a presidir con toda la pompa necesaria la celebración del Premio Cervantes, el máximo galardón literario de las letras españolas. Recordemos que en las ediciones anteriores, los reyes se tuvieron que desplazar hasta el domicilio particular de los premiados (Francisco Brines y Joan Margarit) para entregar los galardones, pero este año han podido regresar los oropeles.
Ayer volvió a lucir engalanado el Palacio Real para el almuerzo previo al mundo editorial y esta mañana, y a pesar de la lluvia, el Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares ha abierto de nuevo sus puertas. La única sombre a tan importantes eventos ha sido que la premiada de este año, la poeta uruguaya Cristina Peri Rossi, la sexta mujer en recibir el galardón, no ha podido asistir por motivos de salud (ha recogido el premio en su nombre la actriz argentina Cecilia Roth).
La Corona y los libros
La Casa Real siempre está muy implicada con actos de este tipo. Y lo estaba desde tiempos de Juan Carlos. Siempre se había dicho que uno de los motivos por los que había caído en desgracia su abuelo, Alfonso XIII, era por la falta de apoyo de la corona a la cultura y, sobre todo, a los intelectuales. Por ello, la Corona se guardó muy mucho de fomentar los contactos con escritores desde el primer día del reinado del ahora emérito. Su hijo, Felipe VI, parece haber seguido sus pasos y ayer, en el discurso que pronunció antes del almuerzo, dejó claro el interés de la monarquía por apoyar a las Artes y las Letras.
Fue un discurso breve, con algunos párrafos iniciales un tanto densos y rebuscados, pero que remontó hacia la mitad y que estuvo acertado en dos puntos. Primero, en la glosa a la vida y la obra de Cristina Peri Rossi, aunque faltó quizás resaltar más la lucha de la escritora contra la dictadura (ha sufrido varios exilios, tanto de su Uruguay natal como de la España franquista). Segundo, en el recordatorio a Joan Margarit y Francisco Brines.
Por poner una pega, el rey tendría que haber aprovechado el discurso para agradecer al mundo editorial su resistencia durante la pandemia (como tantos otros muchos sectores, la crisis, sobre todo en las pequeñas editoriales y en las librerías, fue de aupa). También me hubiera gustado más presencia de libreros en el acto, de editoriales independientes y de jóvenes creadores. Siendo sinceros, tanto autor superventas y personaje televisivo da una imagen que no representa la realidad del sector, ni tampoco el talento inmenso que están demostrando muchos jóvenes escritores (sobre todo mujeres). Y no, no me refiero a youtubers (aunque hay unos cuantos booktubers, personas que recomiendas libros por Youtube, muy buenos). Hay escritores que están empezando realmente notables, pequeñas editoriales que están haciendo un trabajo extraordinario y con una calidad altísima y nuevas publicaciones que tienen un nivel buenísimo. La Casa Real debería apostar más por este tipo de gente y no sólo por el bestseller de turno.
Letizia y los famosos libros "hipsters"
Al rey se le vio cómodo en el acto de ayer y también muy sonriente en el de hoy en Alcalá de Henares. Pero si hay alguien a quien le guste verse entre escritores y periodistas esa es a Letizia. Que a la reina le gustan los libros es de sobra conocido o, al menos, se sabe que disfruta con la literatura independiente, esa que muchos llaman erróneamente --y seguramente por desconocimiento--, "hipster".
De hecho, cuando se hizo público su compromiso matrimonial con el entonces Príncipe de Asturias, lo primero que destacaron los articulistas era que era una lectora empedernida. Por no decir, claro está, que uno de los regalos que le hizo a Felipe en la pedida de mano fue precisamente un libro, El doncel de Don Enrique el doliente, de Mariano José de Larra, un ejemplar de 1850. Se dijo que a Letizia le gustaban toda clase de libros, aunque parece ser que, por entonces, lo que más le gustaban eran los libros de ensayo y eso que los anglosajones llaman non-fiction. De Kapuscinski se lo había leído todo y también de Javier Marías, el eterno aspirante español al Nobel. En alguna ocasión reconoció que le gustaba el escritor mexicano Carlos Fuentes.
A Letizia se la ha visto en más de una ocasión con varios ejemplares de la editorial Acantilado (personalmente creo que es la mejor editorial del país y me atrevo a decir que está entre las cinco mejores de Europa). En una ocasión, cuando Letizia acudió al rodaje de La reina de España, protagonizada por Penélope Cruz, le regaló a la actriz un ejemplar de Las pequeñas virtudes, de la italiana Natalia Ginzburg. Además, en una Feria del Libro de Madrid reconoció que acababa de leer Viaje de invierno de Schubert, de Ian Bostridge, y que le había gustado La última modelo, de Franck Maubert, sobre Caroline, una joven prostituta que, en 1958, conoció al escultor Alberto Giacometti y se convirtió en su musa.
A través de las compras que la reina hace en la Feria del Libro de Madrid sabemos de otras de sus preferencias. Un año pidió un ejemplar de Libertad, de Jonathan Franzen. En septiembre del 2021, se mostró muy interesada por Los años extraordinarios, de Rodrigo Cortés (Literatura Random House), y sobre todo por El olvido que seremos, de Héctor Abad Faciolince (Alfaguara).
También lee mucho sobre música. En esto sí que tiene gustos que se salen de lo puramente comercial. A la reina le gusta mucho la música indie y cuando era princesa se la veía con frecuencia en bares y salas de concierto alternativos. Una vez, en la sala La Riviera, en un concierto de Eels, reconoció a uno de los asistentes que había leído la biografía del líder del grupo, Mark Oliver Everett, Cosas que los nietos deberían saber (Blackie Books). El tipo a quien se lo dijo se quedó estupefacto.
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