La ciudad china de Shanghai -26,3 millones de habitantes- vive su quinta semana de encierro estricto, ordenado por el Partido Comunista Chino en su estrategia de implantar el 'covid cero' en el país para la erradicación completa de la enfermedad. Una aproximación que han dejado por imposible prácticamente todos los gobiernos del mundo, excepto el régimen chino, cuyos ciudadanos comienzan a estar saturados con la situación.
Pese a que las protestas públicas no son ni mucho menos habituales en China, en los últimos días se han producido caceroladas desde las ventanas, el único lugar desde el que los chinos pueden expresarse actualmente. Vídeos publicados en redes sociales en las últimas horas muestran además bloques de viviendas desde los que se proyectan mensajes relativos a la falta de alimentos y bienes de primera necesidad.
En semanas anteriores ya se habían visto por la calle peleas de ciudadanos con sanitarios, o personas que comienzan a vociferar contra la situación. Los ciudadanos que viven en bloques con casos confirmados se ven sometidos a controles draconianos, con test continuos y desinfecciones, además de ver muy comprometido su acceso a compras y suministros.
La medida más polémica, no obstante, es la de separar a los niños de sus padres cuando se confirman casos dentro de las familias.
Las autoridades chinas defienden que las medidas son pertinentes y no tiemblan al aplicar su política de 'covid cero', pese a que la cantidad de casos en el país sigue marcando máximos desde el inicio de la pandemia, con cerca de 30.000 infecciones confirmadas al día. La poca incidencia del virus en el país en las primeras olas ha generado un cóctel en el que ni la población tiene inmunidad adquirida de forma natural ni ha sentido necesidad de vacunarse.
Además, el parón de la actividad en Shanghai está provocando también importantes disrupciones en las cadenas de suministros mundiales. Su puerto, uno de los más activos del mundo, funciona desde hace semanas muy por debajo de su nivel habitual, con miles de barcos esperando frente a la costa para poder cargar y descargar.
«La imposición de nuevas restricciones en China a causa del Covid-19 supone una puntilla más para el sector de la logística y el transporte, especialmente para el transporte marítimo mundial«, dice Francisco Aranda, presidente de la patronal logística UNO.
«La gran cantidad de mercancías que puede entrar y salir está en un cuello de botella porque la operación se ha reducido en gran cantidad», dice Jordi Espín, secretario general de la asociación española de empresas cargadoras Transprime. Aunque a diferencia de la crisis del Canal de Suez con el accidente del portacontenedores Evergreen, dice que en este caso las empresas importadoras y exportadoras no saben si la información que emiten las autoridades chinas «es fiable o no». «Estamos todos muy preocupados», añade.
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