“En el fondo, somos un pueblo proclive a la guerra. Nunca hemos vivido de otra manera. De ahí viene nuestra psicología guerrera. Ni siquiera en tiempos de paz hemos podido sustraernos a nuestra pasión por la guerra”, escribe Svetlana Aleksievich, la periodista bielorrusa que en 2015 recibió el premio Nobel de Literatura por su minuciosa e incansable disección de la era soviética. Una utopía marchita que la invasión rusa de Ucrania ha desempolvado con total crudeza, como emerge una pesadilla imposible de ser sepultada por mucha tierra que se arroja sobre ella.
La autora de “El fin del 'Homo sovieticus'”, una anatomía fundamental de la Unión Soviética, conversa con El Independiente en una de las contadas entrevistas que ha concedido desde el inicio de la guerra en Ucrania. Es primera hora de la tarde de este viernes y Aleksievich responde tranquila en un hotel de Granada, horas antes de participar en la clausura del Festival Internacional de Poesía de la ciudad nazarí. Desde su exilio alemán, a buen recaudo de Aleksander Lukashenko y sus secuaces, contempla el curso de una contienda que ella -hija de madre ucraniana y padre bielorruso- jamás pudo imaginar.
Precisamente son los últimos acontecimientos que sacuden Europa y amenazan con trastocar el orden mundial los que centran su trabajo de investigación actual, en mitad de un destierro que inauguró abruptamente en 2020, cuando denunció que unos enmascarados trataron de irrumpir en su apartamento. Por aquel entonces la represión acalló las manifestaciones que reivindicaban democracia. “Estoy escribiendo un libro sobre la revolución bielorrusa y la guerra en Ucrania”, desliza cuando la entrevista apura ya sus últimas preguntas. “Es un proceso duro. Siempre me resulta difícil escribir, porque el material con el que trabajo es muy crudo”, arguye. En su casa de Minsk le aguardan los abrazos suspendidos de sus familiares y amigos y un manuscrito sobre el amor que ni siquiera pudo llevarse consigo. “No sé si podré retornar”, murmura.
Aleksievich, que responde con frases directas y limpias como la incisión de un bisturí, ha sido cronista de los sucesivos naufragios, proporcionando voz a los olvidados; los humillados; los arrojados al Gulag; a las madres de los soldados caídos en Afganistán, cuyos cuerpos regresaban a casa confinados en ataúdes de zinc sellados; a los supervivientes de Chernóbil o a las mujeres que combatieron en las filas del ejército rojo durante la Segunda Guerra Mundial. Ahora, a sus 73 años, la joven que una vez militó en las juventudes del Partido Comunista de la URSS asiste al desastre con la sensación de ser testigo de una historia condenada a repetirse y deslizarse por una espiral sin fin, como “una mariposa atrapada en un bloque de cemento”. “Creíamos que la libertad llegaría en unas horas, que despertaríamos libres a la mañana siguiente”, rememora.
Pregunta.- ¿Cómo observa lo que está sucediendo estos días en Ucrania?
Respuesta.- Estoy muy contenta por el hecho de que el mundo se ha unido y está ayudando a Ucrania a lograr una victoria. Durante mucho tiempo hubo una variedad de opiniones en diferentes países. Ahora, por fin, todos los países están proporcionando unas cantidades importantes de armas a Ucrania. Si Ucrania vence, será muy importante para todos nosotros. Para Rusia, Bielorrusia y para Europa también. Ante nuestros ojos se está formando y fortaleciendo el fascismo ruso. Putin no parará en Ucrania.
P.- ¿Putin está demostrando que el “Homo sovieticus” sigue vigente?
R.- Sí. A propósito de esto yo fui muy ingenua pensando que el hombre rojo, el “Homo sovieticus”, ya se había acabado. Parecía que el comunismo estaba muerto. Que el hombre rojo ya estaba muerto. Por desgracia, no es así. Vladimir Putin no dejará el poder sin derramar sangre. Se necesitará más y más sangre. Durante un tiempo nos pareció que sólo iba a haber guerras locales y que el imperio se había derrumbado. No era la realidad.
Putin puede llegar muy lejos. Ya lo ha demostrado. Y por eso también está continuamente amenazando con pulsar el botón rojo
P.- ¿Cuáles son los componentes del hombre soviético que encarna Putin?
R.- Putin es un “Homo sovieticus” de manual, al cien por ciento. Es una persona limitada, agresiva y desconfiada del mundo. Y luego tiene estas ideas suyas de Mesías sobre la Gran Rusia. Se podrían enumerar características sin fin.
P.- ¿Hasta dónde puede llegar un hombre así?
R.- Puede llegar muy lejos. Ya lo ha demostrado. Y por eso también está continuamente amenazando con pulsar el botón rojo. Está muy bien que el mundo se haya unido contra él, porque de otro modo, sería muy difícil pararle. En cualquier caso, sería muy bueno que la élite, no solamente la política sino también la humanista en todo el mundo, hablara y comentara más sobre lo que está ocurriendo en Ucrania. No podemos quedarnos en manos de la élite política que, en muchas ocasiones, resulta bastante mediocre.
P.- ¿Existe algún modo de detener a Putin?
R.- La única receta es unirse lo máximo posible y luego y por encima de todo las sancione.
Occidente debería haber ayudado más a Rusia, sobre todo en la época de Boris Yeltsin. En aquel entonces el país estaba listo para los cambios
P.- En “El fin del 'Homo sovieticus'” usted escribe: “Estamos llenos de odio y prejuicios. Los hemos heredado del Gulag y la guerra horrible que libramos”. ¿La historia se repite?
R.- Así es. Putin llevó la máscara de demócrata por un tiempo muy corto. Ahora la máscara ha caído y se muestra la cara de un monstruo ruso. Si escuchamos sus discursos en las reuniones que mantiene con la gente joven, son palabras principalmente de lamento. Está continuamente lamentándose de que si Rusia está siendo atacada. Es un personaje por un lado ofendido, pero por otro agresivo.
P.- ¿Cuáles son las razones profundas por las que Putin está librando esta guerra?
R.- Por un lado, los errores de Occidente y luego nuestra impotencia en cierto sentido, porque tuvimos una posibilidad histórica que hemos perdido. No contábamos con una elite política, económica y humanista que la supiera aprovechar y muy pronto la perdimos. Y a partir de ahí empezó simplemente el reparto de esta tarta que es Rusia.
P.- ¿A qué errores de Occidente se refiere?
R.- Creo que Occidente debería haber ayudado más, sobre todo en la época de Boris Yeltsin. Porque en aquel entonces el país estaba listo para los cambios. Hubo un momento en el que se podía ayudar a Rusia. Pero luego, muy pronto, empezó la pobreza y se pararon las fábricas y las plantas de producción. La gente perdió muy rápidamente la fe en los demócratas y la democracia. Ahora términos como demócrata o liberal se usan como palabrotas, como un modo de ofender a alguien.
Rusia se encamina hacia el fascismo. No existen fuerzas que puedan efectuar un golpe de Estado o cambiar este rumbo, salvo una victoria militar de Ucrania
P.- ¿Existe algún contrapoder hoy en Rusia capaz de desafiar a Putin y pasarle factura?
R.- Tal vez Alexei Navalny, pero está neutralizado. Está encarcelado. Aparte de él, no veo a nadie que pueda hacer algo. Putin no dejó que se formaran figuras políticas fuertes.
P.- ¿Hacia dónde va Rusia entonces?
R.- Resulta difícil descifrarlo ahora mismo. A mi me parece que se encamina hacia el fascismo. No existen fuerzas que puedan efectuar un golpe de Estado o cambiar este rumbo. El triunfo de Ucrania sería la fuerza que podría dar un empujón a la situación. Si venciera Ucrania, sería el único empujón posible que podría ejercer un cambio de sentido.
P.- No sé si se atreve a pronosticar cómo acabará esta guerra…
R.- Creo que los ucranianos van a vencer, más tarde o más temprano. De eso dependerá la cantidad de víctimas que causará esta guerra.
P.- En tal escenario, ¿qué sucederá con Putin?
R.- Es complicado elaborar cualquier tipo de pronóstico sobre Putin. Creo que todo dependerá del pueblo ruso, de cuán preparado esté para los cambios; y de los líderes que surjan. Tampoco nadie puede en estos momentos pronosticar el curso de la guerra, por ejemplo. [¿Y un horizonte temporal?] Tampoco me atrevo.
P.- ¿El de Putin será un final violento?
R.-Conociendo el carácter del pueblo ruso, es una opción posible.
En mi opinión, el pueblo ruso necesita un reformador
P.- A propósito del pueblo ruso, usted escribe: “Todos se sienten víctimas, pero nadie se considera cómplice”. ¿Tiene alguna esperanza depositada en la sociedad rusa?
R.- Hay que creer porque no hay otra opción y el tiempo histórico no se puede parar. Ya vendrá el momento de los cambios y vendrán nuevas generaciones. Pero no creo que sea muy pronto.
P.- ¿Puede Rusia sobrevivir ensimismada, aislada del mundo?
R.- Sí. La imagen que proyecta la propaganda es que estamos rodeados de enemigos y todo el mundo está en nuestra contra. Según la propaganda, son los rusos los justos y los honestos. Es un sistema que está funcionando realmente. El pueblo ruso está acostumbrado a sobrevivir.
P.- Hay algunas voces que advierten de que la deriva bélica en Ucrania podría conducirnos a una III Guerra Mundial…
R.- La verdad es que es una idea en la que no me gustaría creer. El propio Putin y todo su entorno tienen hijos y nietos. Y me resulta difícil creer que quieran acabar con el mundo. Me niego a pensar tal cosa.
P.- En el “El fin del 'Homo sovieticus'” dice que “los rusos necesitan del cosaco y el látigo”…
R.- No es una opinión mía, es algo que yo trasladé. Es una opinión del pueblo ruso que yo reflejé, pero yo no pienso así. En mi opinión, el pueblo ruso necesita un reformador, una figura política fuerte como, por ejemplo, fue la figura de Václav Havel en República Checa.
Vladimir Putin no dejará el poder sin derramar sangre. Conociendo el carácter del pueblo ruso, su final podría ser violento
P.- En la citada obra explica precisamente que “nadie nos enseñó a vivir en libertad”. “Solo nos habían enseñado a morir por ella”, advierte. ¿Se puede aplicar también ahora?
R.- Desafortunadamente sí. Tenemos una cultura entera basada en esta idea, en el concepto de morir por el Estado. Ya ni siquiera tanto por la libertad como por el Estado.
P.- ¿En 1991 pudo imaginarse los sucesos de 2022?
R.- A principios de aquella década nadie podía imaginar algo así. En mi caso, yo jamás pensé en la posibilidad de una guerra entre Rusia y Ucrania. Personas de los dos lados matándose mutuamente, con Bielorrusia implicada. Mi madre era ucraniana y mi padre era bielorruso, y todos nos veíamos como miembros de la misma familia, cada uno con una identidad propia, pero todos unidos por una historia común. Ahora, de repente, observamos estas atrocidades. Tenemos ante nosotros la guerra, los asesinatos, la destrucción de ciudades enteras, horribles torturas… Todo eso era inimaginable. Y ocurrió muy rápido. A tal velocidad que hoy en día ninguno de nosotros ha terminado de procesar todo lo ocurrido.
P.- ¿Entiende las simpatías que Putin despierta en ciertos sectores de la izquierda y la derecha europeas, también en España?
R.- Sospecho que tiene que ver con el antiamericanismo, que es muy fuerte en Europa y en otras zonas del mundo. El lugar de Estados Unidos es discutido. Putin también es consciente de eso y lo aprovecha para su beneficio.
Mentalmente sigo viviendo en Bielorrusia. Es donde viven las personas que conozco y entiendo
P.- ¿Será posible algún día despojarse de la herencia del comunismo, de ese “Homo sovieticus”?
R.- Por supuesto. Acabaremos con el hombre soviético. Pero no ocurrirá pronto. Requerirá de un tiempo, porque como nos acabamos de dar cuenta, el camino a la libertad es muy largo.
P.- En Minsk dejó el manuscrito de una obra aún no publicada. ¿Volverá pronto?
R.- Ahí vive mi hija, mi nieta y yo amo a Bielorrusia. Es mi patria. Ahí están efectivamente mis libros. Ahí están mis amigos. Yo mentalmente sigo viviendo allí. He viajado por todo el mundo y he estado en muchos lugares, pero me gustaría vivir en Bielorrusia. Porque ahí viven las personas que yo conozco y a las que entiendo. Ahí está mi lengua, porque el género en el que trabajo depende mucho de estar en contacto con las personas y entender lo que dicen.
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