"¡Traición! ¡Que nos lo llevan! ¡Nos han quitado a nuestro rey y quieren llevarse a todas las personas reales! ¡Muerte a los franceses!". Esta fue la llamada a la acción de José Blas de Molina, el cerrajero partidario de Fernando VII que mientras el sol de mayo asomaba por el Palacio Real alertó a los que allí se congregaban para evitar el traslado de los hijos de Carlos IV a Bayona para forzar su renuncia a la corona española. La muchedumbre se abalanzó sobre las puertas de la Casa Real y las tropas francesas bajo el mandato del mariscal Joaquín Murat respondieron con fuego de artillería. El ataque avivó aún más la irá del pueblo, que sumó a su férrea defensa del infante Francisco de Paula y la reina de Etruria, María Luisa, la cólera por vengar la muerte de los caídos por la embestida gala.
Los madrileños se levantaron en armas para hacer frente a los más de 30.000 soldados que sitiaban la capital tras su invasión sigilosa gracias al Tratado de Fontainebleau. Cualquier cosa valía: navajas, palos, piedras y hasta aceite hirviendo que las mujeres arrojaban desde los balcones a los franceses. El alzamiento popular hizo un campo de batalla del centro de Madrid; especialmente del Barrio de las Maravillas, conocido ahora como Barrio de Malasaña en honor a la joven heroína Manuela Malasaña que murió en la defensa numantina contra el ejército imperial.
En el epicentro de Malasaña, en la plaza cuyo nombre conmemora la rebelión de los madrileños frente a los franceses - plaza del Dos de mayo -, se atrincheraron los capitanes Luis Daoíz y Pedro Velarde con el objetivo de resistir el asedio francés y defender la soberanía española. El Parque de Artillería de Monteleón sirvió de fortaleza para los valientes que acudieron en busca de armas para aplacar a los soldados napoleónicos. Daoíz y Velarde, en contra de la orden de la Junta de Gobierno que instaba a colaborar con los franceses, tomaron el Parque de Monteleón, una decisión impulsada por el joven Velarde y que a Daoíz no convenció en primera instancia.
La resistencia en el Parque de Monteleón
Los hombres de Napoleón tenían bajo control la práctica totalidad de Madrid, excepto el Parque de Artillería de Monteleón. Allí, donde se hicieron fuertes Daoíz y Velarde tras tomar el control del enclave a través de una treta, se centró la ofensiva final. Los primeros combates cayeron del lado popular y provocaron el paso atrás de los franceses; sin embargo, la resistencia era algo más que una quimera.
Miles de soldados bajo el mando de Murat flanquearon el parque de artillería. Los cañones rodeaban Monteleón. Los obuses impactaban por todos lados, pero los españoles no dudaron en dar su vida para evitar que la corona cayese en manos del invasor. La ofensiva acabó en masacre, tal y como retrató Joaquín Sorolla en 2 de Mayo (1884). La resistencia de Monteleón aguantaba y Murat ordenó el asalto. Daoíz y Velarde murieron presa de los estoques de las bayonetas y los disparos napoleónicos. El mismo 2 de mayo el mariscal francés firmó un decreto por el que "todos los que han sido presos en el alboroto y con las armas en la mano serán arcabuceados" y 32 personas fueron ajusticiadas, algunas de ellas en el mismo Salón del Prado. Al día siguiente tuvieron lugar los conocidos como fusilamientos del 3 de mayo, en los que perdieron la vida 43 personas.
La rebelión de los madrileños dio pie a actos similares en el resto de España, cuya geografía estaba ocupada a lo largo y ancho por los mandos napoleónicos. Aquella oposición a que la corona acabase en manos de Napoleón, que colocó a su hermano José Bonaparte 'Pepe Botella' como monarca, se considera el inicio la Guerra de la Independencia Española, que se prolongaría hasta comienzos de 1814.
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