Es uno de los últimos combatientes que resiste en las laberínticas entrañas de Azovstal, la acería convertida en el reducto final de las fuerzas ucranianas en Mariúpol. Illia Samoilenko, de 27 años, habla desde la red de túneles y talleres que le guarece de los continuos bombardeos rusos. Tras cerca de dos meses y medio de combates y la evacuación en los últimos días de los civiles que permanecían en su interior, el joven reconoce la soledad que comparte con sus camaradas.
“Nos dejaron solos”, admite Samoilenko en una rueda de prensa con medios de comunicación internacionales, entre ellos, El Independiente. “No hemos recibido ningún apoyo, ni aéreo, ni artillería ni terrestre. Nos dejaron a nuestra suerte”, lamenta en perfecto inglés, alojado en el subsuelo de Azovstal. “La rendición no es una opción”, advierte, decidido a luchar hasta el último hálito.
El tiempo corre en contra de los últimos de la factoría. La semana pasada las tropas rusas lograron romper las líneas de defensa ucranianas y penetrar en el complejo, una de las mayores acerías de Europa, provista de un sistema de túneles que alcanza los 24 kilómetros de longitud. “No puedo responder a la pregunta del número de efectivos que quedan en la planta. Es información sensible”, arguye el combatiente. “Lo que sí puedo decir es que hay muchos soldados heridos que deberían ser evacuados. Es lo que merecen”, desliza.
Hay muchos soldados heridos que deberían ser evacuados. Es lo que merecen
Samoilenko no esconde sus reproches al Gobierno ucraniano. “Lo más duro es que el gobierno está centrado en la evacuación de pequeños grupos de civiles y lo celebran como pequeñas victorias, cuando se trata de unos cuantos cientos. 25.000 habitantes de Mariúpol han sido asesinados por el ejército ruso desde febrero”, denuncia. “Nuestro Gobierno fracasó en la defensa de Mariúpol, falló en la preparación de esa protección. Mucha gente nos dice que somos héroes. No deberíamos ser llamados así porque simplemente estamos haciendo nuestro trabajo”, murmura. “El heroísmo aparece cuando la estructura de mando falla”.
Nuestros preparativos fueron saboteados por los funcionarios ucranianos y la burocracia
Críticas al Gobierno ucraniano
Samoilenko pertenece al batallón Azov, una unidad fundada en 2014 y hoy integrada en el ejército ucraniano que ha recibido una retahíla de críticas por sus conexiones con la extrema derecha. “Es cierto que tenemos un pasado oscuro pero decidimos dejarlo atrás e integrarnos en las fuerzas armadas”, comenta el soldado. “Nos sentimos solos pero así hemos estado en los últimos ocho años”, agrega desde la ciudad portuaria, donde residían más de 400.000 personas antes de la contienda. Desde principios de marzo la urbe ha sido sometida a un numantino cerco por las tropas rusas.
“Nuestro entrenamiento ha estado basado en nuestro entusiasmo y nuestra voluntad”, subraya. “Mucha gente dio sus vidas por la ciudad y por el país. Es nuestra prioridad. Cuando hace unos meses vimos que la situación se volvía crítica, ya intuíamos que la ciudad podía ser sitiada. Decidimos entonces permanecer aquí y fortificar la ciudad para defenderla. Lo hicimos a pesar de que a nadie parecía preocuparle. Muchas de las autoridades y los funcionarios estuvieron obstaculizando ese movimiento en los últimos 8 años”, opina.
“Esta guerra no empezó el 24 de febrero. Nuestros preparativos fueron saboteados por los funcionarios ucranianos y la burocracia. Todo el mundo interfirió en nuestros preparativos. No hemos recibido armas ni transporte ni entrenamiento. Lo hemos reunido todo por nuestro lado”, precisa, enfrentado a los compases finales de la resistencia en Azovstal.
El regimiento que mantiene la lucha en el interior de la acería asegura haber segado la vida de 2.500 uniformados rusos y herido a otros 5.000 hasta mediados del mes pasado. “Más de 60 tanques del enemigo han sido destruidos”, detalla Samoilenko, contrario a cualquier escenario que no sea el de resistir. “Sabemos que, si nos capturan, significará nuestra muerte. Tenemos, además, las pruebas sólidas de la actitud inhumana del enemigo y la vulneración de todas las leyes internacionales”, balbucea.
El soldado del batallón Azov confirma que sus camaradas de escaramuzas también lograron “prisioneros de guerra”. “Los intercambiamos pero la mayoría terminó muriendo en los bombardeos rusos. Así es Moscú, que ni siquiera se preocupa por los suyos”, indica. “La rendición sería un regalo para los rusos y su propaganda”, advierte.
Resistir hasta el final
Samoilenko admite que, en tales circunstancias, “resulta imposible escapar de la factoría”. Hubo, no obstante, casos de huida de uniformados ucranianos que terminaron en manos enemigas. “El comandante de la brigada marina número 36, Volodymyr Baranyuk, rehusó obedecer las órdenes y trató de escapar de la ciudad con un pequeño grupo de soldados el 8 de mayo. Fueron capturados por los rusos. Se puede intentar escapar cobardemente, y sólo pensar en la vida de uno en lugar de en el deber", asevera.
La única manera de garantizar tu vida y de no avergonzarse es luchar
“No tenemos muchas posibilidades de sobrevivir si nos capturan”, manifiesta Samoilenko. “La única manera de garantizar tu vida y de no avergonzarse es luchar”, añade en una de las contadas conversaciones con el exterior. Las comunicaciones son cada vez más escasas. “Tenemos aún provisiones, agua, armas y munición”, sostiene sin entrar en detalles. Desde el laberinto de Azovstal, Samoilenko se niega a creer en cualquier intento de negociación con “esos animales”.
No arruinen nuestros logros y sacrificios. Hemos enseñado al mundo lo que significa hacer lo imposible. Haced vuestro trabajo y demostrad lo que significa hacer lo imposible también
“Hemos demostrado que no hay que acobardarse ante Rusia. Esperamos lo mismo de quienes están en el poder. No resulta tan duro no temer a Rusia. Solo hay que permanecer de pie y luchar”, dice. “Después de sobrevivir a bombardeos masivos, sabemos que a Rusia solo le interesa la aniquilación. No solo luchamos por los ucranianos sino por todo el mundo libre. El apetito de Rusia crecerá y, si nos aplastan a nosotros, irán hacia otros lugares como Polonia”.
Consciente de que su destino podría dirimirse en cuestión de días, Samoilenko pide ayuda internacional para el rescate de los últimos combatientes. Suplica, además, al mundo exterior que no olvide la entrega agónica de los últimos de Azovstal: “No arruinen nuestros logros y sacrificios. Hemos enseñado al mundo lo que significa hacer lo imposible. Haced vuestro trabajo y demostrad lo que significa hacer lo imposible también”.
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