Agarrado a una colchoneta en su camarote, el cabo Flores murió ahogado en la patrullera en la que hacía guardia después de que ETA hiciera estallar la bomba que había colocado en la hélice y partiera en dos la embarcación. No había cumplido aún los 21 años cuando encontró la muerte mientras realizaba el servicio militar en la Armada. Su nombre figura entre los cerca de 400 asesinatos de la banda terrorista que siguen sin esclarecerse.
Sucedió sobre las tres y cuarto de la madrugada del 14 de mayo de 1984 en Hondarribia (Gipuzkoa). Juan Flores Villar descansaba en el interior de la lancha PVI-19 cuando ésta se encontraba fondeada a menos de 50 metros de la orilla, en la desembocadura del río Bidasoa. El soldado, natural de Barcelona, quedó atrapado después de que el barco se hundiera tras la explosión del artefacto que un submarinista había colocado sin levantar sospechas bajo la línea de flotación. Sí logró sobrevivir el otro ocupante de la patrullera (Antonio Martínez Abella) al poder lanzarse al agua.
38 años después de aquel atentado mortal, la Asociación de Profesionales de la Seguridad Politeia, la Asociación Catalana de Víctimas de Organizaciones Terroristas y la Plataforma 17A honrarán la memoria del cabo Flores en un homenaje ante el nicho del cementerio barcelonés de Montjuic donde descansan sus restos. Allí depositarán una corona de flores y recordarán durante unos minutos a este soldado, una de las más de 800 víctimas mortales que engrosan la lista de la barbarie etarra. Será el próximo 31 de mayo a las 10 horas.
Un mensaje publicado en Twitter por la presidenta del Colectivo de Víctimas del Terrorismo (Covite), Consuelo Ordóñez, con motivo del 37 aniversario del atentado que le costó la vida a Flores Villar permitió a Politeia -integrada por funcionarios de diversos cuerpos policiales, tanto estatales como autonómicos y locales- conocer que un joven soldado de Barcelona que hacía la mili en el País Vasco había sido asesinado por ETA-Comandos Autónomos Anticapitalistas en Hondarribia décadas atrás. La acción la reivindicó una organización entonces desconocida llamada Gatazka (conflicto en euskera) en protesta por el servicio militar. Se estrenó manchándose las manos con la sangre de este joven catalán que estudiaba banca.
Localización de la sepultura
"Empezamos a tirar del hilo. Revisando panteones, reservistas voluntarios de nuestra asociación descubrieron que había un nicho individual que pagaba el Ministerio de Defensa. Conseguimos una reunión con quien se encarga del mantenimiento de las sepulturas, buscamos documentación, logramos datos de la familia, lo localizamos en el cementerio y contactamos con las asociaciones de víctimas. Nos ha llevado unos seis meses", explica a este diario el presidente de Politeia, el sargento de Policía Local David Hernández.
Una de las dificultades que encontraron era localizar el nicho entre las más de 150.000 sepulturas existentes en el camposanto de Montjuic, el más grande de Barcelona y donde yacen personajes tan ilustres como Lluís Companys, Francesc Cambó, Joan Miró, Isaac Albéniz y Santiago Rusiñol. Una lápida de mármol de color negro, bajo el número 2.534, le recuerda: "Juan Flores Villar. 14-5-1984". En el ángulo inferior izquierdo se lee "Nunca te olvidaremos".
Eso es lo que pretenden a partir de ahora las tres asociaciones que han convocado este homenaje simbólico al cabo Flores después de conocer su historia. La intención es que en ese nicho no falten flores cada 14 de mayo en recuerdo de este soldado catalán de ascendencia andaluza, la duodécima persona a la que ETA segó la vida en 1984. La banda terrorista asesinó ese año a 32 personas.
Como otros cerca de 400, éste es uno de los atentados que siguen sin esclarecerse casi cuatro décadas después. Las actuaciones judiciales se sobreseyeron provisionalmente y la familia de Juan Flores Villar nunca pudo saber quién ordenó la colocación de la bomba de unos cinco kilos de dinamita, quién la puso bajo la patrullera de seis metros de eslora y quién la activó para que saltara por los aires aquella madrugada primaveral en Hondarribia antes de que los pescadores se echaran a la mar.
Como informó El Diario Vasco, la autoría del atentado de la atribuyó un grupo autodenominado Gatazka en un comunicado redactado en euskera que envió a una emisora local y en el que denunciaba "la situación de represión en Euskadi" y se manifestaba en contra del servicio militar. Flores Villar servía para la Armada en la Comandancia Naval del Bidasoa, después de haber hecho la instrucción en Cartagena (Murcia) y haber estado sirviendo en El Ferrol (La Coruña).
Derecho a la verdad
El caso está prescrito desde el punto de vista penal por el tiempo transcurrido, pero el derecho a la verdad nunca caduca. Eso es lo que reivindica Covite. El colectivo que preside la hermana de Gregorio Ordóñez se ha embarcado en un ambicioso proyecto con el que trata de documentar la verdad judicial contenida en los varios centenares de sumarios aún sin sentencia, tanto de asesinados como de heridos. "Una vez estudiados en profundidad, uno de nuestros objetivos es reabrir aquellos que comprobemos que no están prescritos para intentar ayudar a todas aquellas víctimas que nos lo requieran a ejercer sus derechos a la verdad y a la justicia", razonan.
Quizá algún día esas preguntas tengan respuesta y se pueda esclarecer el atentado que acabó con la vida del cabo Flores, una de las noticias más relevantes en las ediciones de los periódicos del 15 de mayo de 1984. Ese día, Juan Carlos I y Doña Sofía se encontraban en Leningrado rindiendo homenaje al millón de víctimas que se cobró el asedio de la ciudad por las tropas nazis durante la II Guerra Mundial.
Tres asociaciones honrarán el martes la memoria del soldado con un homenaje en el cementerio de Montjuic
"El hecho de que el artefacto fuera colgado del árbol de transmisión de la hélice hace pensar que al menos uno de los integrantes del comando accedió hasta el lugar enfundado en un traje de buceo. Parece claro que el objetivo de los terroristas era el hundimiento de la embarcación, de ahí que colocaran el artefacto bajo la línea de flotación (...) La patrullera comenzó a sumergirse con gran rapidez", contó en su crónica el corresponsal de Abc en San Sebastián, Javier Pagola.
"Fue como un trueno, un ruido tremendo y sordo", según el testimonio que recabó el periodista de El País José Luis Barbería entre vecinos de Fuenterrabía. "El ruido de la explosión se oyó con toda nitidez tanto en las dependencias de la Comandancia Naval, situada a escasas decenas de metros de donde fondeaba la embarcación, como en el barrio de la Marina, donde reside la mayoría de los arrantzales [pescadores]", se lee en la información publicada por El Diario Vasco.
La Comandancia de Marina de Barcelona fue la encargada de comunicar la noticia a la familia sobre las seis de la mañana, cuando el cuerpo había sido ya rescatado del agua por submarinistas de la Armada. "Nos dijeron que ha[bía] sido un accidente, que no nos pusiéramos nerviosos y que a lo mejor no había sido para tanto, pero el 'tanto' ha sido que ha muerto", declaró a La Vanguardia el padre del soldado. Francisco Flores había emigrado dos décadas antes a Barcelona desde Córdoba y trabajaba como operario de Seat.
Gran Cruz del Mérito Naval
El funeral por el eterno descanso de Juan Flores Villar se celebró a las 16.15 horas del 14 de mayo de 1984 en la capilla de la Cofradía de Pescadores de Fuenterrabía en una ceremonia concelebrada por cuatro sacerdotes y con la asistencia de diversas autoridades. Entre ellas se encontraba el entonces ministro de Defensa, Narcís Serra, quien al término del acto impuso a título póstumo la Gran Cruz del Mérito Naval con distintivo blanco sobre la bandera que cubría el féretro.
El recuerdo de aquel atentado estará presente la semana que viene en el cementerio de Montjuic, donde fueron inhumados los restos de Flores Villar tras ser trasladados en avión a Barcelona. El cabo al que segaron la vida junto al puerto viejo de Fuenterrabía tendría hoy 58 años. Una corona de flores junto a su nicho reflejará el próximo martes que su recuerdo no se ha marchitado.
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