Dos inyecciones anestesiantes antes de cada partido y unas cuantas más para los entrenamientos: Rafael Nadal jugó y ganó Roland Garros con el pie izquierdo totalmente dormido. No le dolía, pero tampoco lo sentía.
"Era la única posibilidad de competir", admitió el español en la noche del domingo, ya con su décimo cuarta Copa de los Mosqueteros bajo el brazo, tras vencer por 6-3, 6-3 y 6-0 al noruego Casper Ruud en la final. Tres semanas antes, Nadal se despedía de Roma en octavos prácticamente cojo y sin poder apoyar apenas el pie izquierdo, donde tiene una lesión crónica conocida como la enfermedad de Müller-Weiss.
Para pasar de la nada al todo, Nadal se reunió con su doctor de confianza, Ángel Ruiz Cotorro, y diseñaron un plan para poder competir y luchar por el décimo cuarto Roland Garros. Dicho y hecho: antes de cada partido, Cotorro le administraba dos inyecciones de anestesia para dormirle los nervios sensitivos del pie. Y esa operación se repitió también para algún entrenamiento. "No quiero decir cuántas veces, pero también he tomado muchos antiinflamatorios", indicó el balear.
Con los nervios dormidos, Nadal no sentía ningún dolor en el pie y pudo competir al máximo nivel, como en cuartos ante Novak Djokovic. "Pero también corres un gran riesgo de torcerte el tobillo", concedió el campeón de 22 grandes. "Yo me quería dar una oportunidad aquí y era la única manera. No puedo estar más feliz".
Un tratamiento de radiofrecuencia pulsada
La buena noticia para Nadal es que el plan funcionó. La mala, que no es algo que se pueda hacer a largo plazo. "En las circunstancias en las que estoy no puedo ni quiero seguir jugando. Lo hemos hecho una vez, pero no es la filosofía de vida que quiero seguir. El objetivo es buscar una solución".
Mi carrera tenística siempre ha sido una prioridad, pero nunca ha sido más importante que mi felicidad o mi vida"
Y como su próximo objetivo está a la vuelta de la esquina (Wimbledon arranca el 27 de junio), Nadal se pondrá esta misma semana manos a la obra. Se someterá a un tratamiento de inyecciones por radiofrecuencia pulsada con el objetivo de que los nervios del pie dejen de sentir. Está técnica, muy poco invasiva, consiste en dañar los nervios que envían la señal de dolor al cerebro.
"Lo que buscamos es dejar el nervio medio tocado o medio dormido para tener una sensación sin dolor más permanente", explicó Nadal el domingo en París. "Si funciona, voy a seguir".
Y si el tratamiento no consigue reducir el dolor en el pie, Nadal tiene otra opción más sobre la mesa, aunque mucho más agresiva y que conlleva el riesgo de que no pueda volver a competir. Sería una operación que le tendría al menos seis meses apartado de las pistas. Y con 36 años ya cumplidos, Nadal tiene que pensar si le merece la pena.
"Es un planteamiento de vida mío, tendré que pensar si compensa según qué cosas o deja de tener sentido. Tengo que hablar conmigo mismo, con muchísima calma. Si compensa estar meses, medio año parado, sin una seguridad de que vaya a volver", asintió en la rueda de prensa. "Mi carrera tenística siempre ha sido una prioridad, pero nunca ha sido más importante que mi felicidad o mi vida".
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