Es una verdad universalmente aceptada que cuando se empieza a leer la obra de Jane Austen, la tendencia es a comenzar por Orgullo y Perjuicio (1813), aunque sólo sea porque es la más adaptada de todas las obras de la escritora inglesa y muchas personas están de sobra familiarizadas con la historia de encuentros y desencuentros entre Elizabeth Bennet y Fitzwilliam Darcy. Luego vendrían seguramente Sentido y sensibilidad (1811) y, con toda probabilidad, Emma (1815).
Sin embargo, los expertos insisten en que la primera lectura debería ser Persuasión, escrita en 1818, la última novela que escribió Jane Austen. En ella, la protagonista, Anne Elliot, la hija mediana de un pomposo barón, de veintisiete años (una edad que, en la edad georgiana, se consideraba muy avanzada para una mujer), se siente acababa y sin posibilidades de encontrar a nadie para casarse. Ochos años antes, una conocida suya, Lady Russell, la mejor amiga de su madre, la convenció para que rompiera su compromiso con Frederick Wentworth, un capitán de la marina británica que no tenía dinero ni un pedigrí social esmerado. Con el tiempo volverán a coincidir y lo que pasará es lo que se explica en la novela. En conjunto, es un relato brillante sobre la vanidad, las apariencias y, sobre todo, el amor y las oportunidades perdidas.
La más profunda, la más madura y la más sincera de las novelas de Austen
También es la más profunda, la más madura y la más sincera de las novelas de Austen. Aquí no hay bellezas descomunales: mientras en Orgullo y Prejuicio se nos repite por activa y por pasiva que la protagonista, Jane Bennet, es de una gran belleza (con sus ojos azules y su pelo rubio no sólo es la más guapa de las cinco hermanas Bennet, sino la más bonita de todo el barrio de Meryton), aquí nos encontramos con una chica normal y corriente, ni guapa ni tampoco fea. Tampoco es especialmente inteligente o ingeniosa, como Elizabeth Bennet. El protagonista masculino, en cambio, parece de un atractivo descomunal.
Tampoco nos encontramos en Persuasión una historia de amor sencilla, pero eso es lo normal en cualquier obra de Austen. Además de la historia de amor frustrada entre Anne Elliot y Frederick Wentworth, en la novela descubrimos que las dos hermanas de Anne tampoco es que hayan sido demasiado afortunadas en el amor. La mayor aún no está casada porque la propuesta de matrimonio que le hicieron se quedó en nada; la pequeña está casada, pero con un hombre que sólo se fijó en ella porque Anne Elliott lo rechazó.
Por supuesto, también hay mucho de lucha de clases y de apariencias, lo que ahora llamaríamos un vulgar postureo. Los Elliot, aunque intentan aparentar ser de gran clase y prestigio, en realidad provienen de la baja nobleza y sus finanzas son un desastre. En realidad, están casi arruinados. La historia, de hecho, comienza cuando el barón tiene que vender su casa y trasladarse a Bath. Casualmente, los nuevos inquilinos estarán relacionados con aquel marino que Anne rechazó por ser pobre. Anne, que no acompañará a su familia a Bath porque no es lo suficientemente bella ni sofisticada, se tendrá que encargar de preparar la casa y de atender a los nuevos dueños. Ver al almirante Croft y a su esposa ser tan felices le hará acordarse de su antiguo amor y sentir mucha pena por lo que podría haber sido su vida con él si hubiese tenido la valentía de imponerse a sus familiares.
Una novela de madurez
Jane Austen la escribió con cuarenta años pasados y no hay duda de que hay mucho de su propia biografía reflejados en el libro. Ya no estamos delante de jovencitas desesperadas por conseguir un marido, sino de mujeres maduras (lo que entonces se consideraba madura) reflexionando sobre las decisiones que han tomado en su vida. También estamos delante de una sociedad que está cambiando rápidamente: la sociedad que Austen tanto satirizó comenzaba a alterar todas las normas.
Que la novela fuera tan reflexiva y melancólica no hizo que fuera fácil llevarla a la pantalla como el resto de novelas. Es una obra que presenta muchas más capas, mucho más bagaje psicológico. Seguramente por ello, los cineastas no han apostado tanto por llevarla al celuloide. En 1995, la BBC la llevó a la pantalla (con una excepcional Amanda Root como Anne Elliot), pero desgraciadamente cayó en el olvido rápido.
Ahora tenemos una nueva oportunidad de disfrutar de la historia con la adaptación que ha preparado Netflix y que cuenta con Dakota Johnson como actriz principal. "Estuve a punto de casarme una vez. Pero era un soldado sin rango ni fortuna, y me convencieron de que lo dejara", dice al principio de la serie.
Giros interesantes
Pero que nadie se espere que no hay giros interesantes del guion en esta adaptación. La creadora de la serie (la aclamada directora de teatro británica Carrie Cracknell) ha decidido saltarse unas cuantas normas y, desafiando la tolerancia de los espectadores con los spoilers, comienza la serie justo donde acaba la novela. Pero tranquilos, que no nosotros no desvelaremos tanto.
Lo que sí diremos es que, justo después de que se intuyan por dónde van los tiros, volvemos enseguida atrás y vemos a Anne en una bañera, con una botella de vino, llorando a lágrima viva. Al más puro estilo Bridgerton nos vemos en Bath, en una mansión que ha vivido tiempos mejores. Se observa esa voluntad de conectar el pasado con una mirada más contemporánea y, más que respetar escrupulosamente la precisión histórica, se permite ciertas licencias que mejorar la calidad estética y a la asemejan a las producciones a las que ahora estamos más acostumbrados.
También veremos a una Anne mucho más divertida. Más que presentar la dimensión melancólica, la creadora prefirió explotar la vertiente cómica del personaje. Dakota Johnson se enfrenta así al papel más cómico de su carrera.
Obviamente, la creadora ha explotada al máximo la historia de amor perdida entre Anne y su antiguo prometido, Frederick Wentworth (interpretado por Cosmo Jarvis), el cual vuelve de las Guerras Napoleónicas convertido en un héroe y con una gran fortuna. Pero entre ellos hay un abismo y vivirán muchas historias rocambolescas. Además, llegará a sus vida un pariente lejano de Anne, William Elliot (Henry Golding), cuyos encantos probablemente escondan segundas intenciones.
En conjunto, y por lo que ya hemos podido ver, Persuasión tiene todos los ingredientes para convertirse en la nueva Bridgerton.
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