Intimidad, la serie española --mejor digamos thriller-- que está triunfando en Netflix, se ha de ver por muchas razones. La primera, y quizás la más obvia, es la temática: pone en el ojo del huracán lo que se ha venido a denominar la "pornovenganza", la filtración de vídeos de carácter sexual para humillar y destrozar públicamente a alguien, normalmente por parte de una antigua pareja, aunque no siempre. En tiempos de móviles y redes sociales sin control, de morbo absoluto y sin límites, ¿dónde queda el valor --derecho fundamental, por cierto--, de la intimidad?
En la serie vemos cómo la carismática Malen Zubiri (interpretada magníficamente por Itziar Ituño, a quien ya vimos en La casa de papel), vicealcaldesa de Bilbao, se prepara para las elecciones municipales que han de --supuestamente-- alzarla a la alcaldía. Pero justo en ese momento aparece misteriosamente en la prensa un vídeo de ella practicando sexo en una playa con un hombre que no es su marido.
Casi al mismo tiempo, se descubre el cadáver flotando en la bahía de Ane (Verónica Echegui), que se ha suicidado después de padecer un calvario cuando alguien filtró un vídeo suyo --también de naturaleza sexual-- entre los compañeros de la fábrica donde trabajaba. Su hermana Bego (Patricia López Arnáiz) acude al depósito de cadáveres para identificar su cuerpo y desenmascarar lo sucedido. ¿El nexo de unión a primera vista de ambos casos? Que los dos acaban en la mesa de Alicia Vázquez (Alicia Wagener), encargada de la división de delitos informáticos de la policía de Bilbao. A partir de ahí, las historias se entrecruzan y el guion dará unos cuantos giros inesperados e interesantes.
¿Quién es la víctima y quién el verdugo?
Hasta aquí el primer motivo para ver Intimidad. Sólo él solo --y las magníficas interpretaciones de las actrices-- ya justificaría sentarse delante de la pantalla. Pero hay más. Para empezar, el guion nos plantea enseguida preguntas éticas interesantes. Por ejemplo: ¿tendría que dimitir Malen Zubiri por un delito en el que ella es la víctima? ¿Es diferente la humillación cuando concierne a solo unos cuantos o cuando está en las páginas de los diarios? ¿Por qué se criminaliza así a las mujeres que han sido víctimas de la pura traición?
Al principio, Malen no cree que aquello le pueda costar su carrera política. Es humillante, sin duda, pero al fin y al cabo, lleva ya bastante tiempo separada de su marido, Alfredo, aunque aún no se lo haya dijo a la hija de ambos, Leire. Además, aquello es su vida privada y no es constitutivo de delito (por su parte). Pero a su alrededor no todos piensan igual y comienzan a acosarla y a perseguirla. La prensa no duda en asediarla sin pudor alguno y el escándalo llega a tal cariz que Miren (Emma Suárez), la líder del partido, llega a presionarla para que dimita y abandone su carrera.
Por su parte, Ane no pudo aguantar los niveles tóxicos de acoso a los que se vio sometida cuando alguien --saber quién fue es una de las líneas argumentales de Intimidad-- hizo público su vídeo sexual entre los trabajadores de la fábrica. Quizás en su caso no hubo tanta gente conocedora del caso, pero la humillación fue idéntica. Igual dolor, mismo sufrimiento.
¿Quién es la víctima y quién es el verdugo en casos como estos? ¿Cómo te puedes defender cuando estallan por los aires todos los límites de la privacidad y nadie se para a reflexionar sobre cómo te afecta? ¿Hasta dónde puede llegar el morbo desbocado frente a un delito? Estas son algunas de las preguntas que Intimidad plantea brillantemente.
Interpretaciones magistrales en Intimidad
Uno de los aciertos de la serie --otro más--, es que las creadoras de la serie (Verónica Fernández y Laura Sarmiento) supieron crear un guion lleno de tensión narrativa y también dar forma a unos personajes repletos de matices con los que cualquier mujer de la audiencia podrá empatizar desde el principio. Estamos delante de un retrato desgarrador de una sociedad hipócrita que intenta esconder sus miserias y está podrida por dentro, podrida de corrupción y secretos.
Al mismo tiempo, no estamos delante de mujeres estereotipadas o remotas, sino de mujeres normales y corrientes con sus sueños y aspiraciones, deseos y también frustraciones. Mujeres que se tienen que enfrentar, cada una desde su posición, a miles de luchas diarias.
Las actrices, además, han sabido dar el toque justo de dramatismo a sus personajes, pero sin caer en lo sobreactuado. La línea entre la empatía y lo excesivamente melodramático es excesivamente fina, pero aquí la mantienen a raya con maestría. También son capaces de trasmitir todo un abanico de sentimientos: de la rabia a la frustración, de la ira a la decepción, la estupefacción, la incredulidad y la resignación.
Muchas piezas de un puzzle desgarrador
Como si de un puzzle se tratara, el guion de Intimidad va dando tumbos hacia atrás y hacia delante (al principio marea un poco, pero luego te acostumbras) y se van desvelando poco a poco las piezas que llevan a los crímenes. Vemos los orígenes de las vacaciones entre Malen y César en Francia que acabó con la escena de sexo en la playa; somos testigos de cómo la vida de Ane se convirtió en cuestión de minutos en un auténtico infierno tras la filtración del vídeo. La sensación de claustrofobia te va atrapando poco a poco y llega un momento en que ya no puedes dejar de mirar la serie.
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