Muchos bichos han desarrollado colores llamativos para señalar su toxicidad y evitar ser presas de las aves. Sin embargo, cada pájaro depredador tendría que comer coloridos insectos para aprender esta lección poco apetecible. Ensayo y error. Por era un misterio entender cómo los colores llamativos tuvieron la oportunidad de convertirse en estrategia defensiva en la evolución.
Ahora, un nuevo estudio que usa a la especie carbonero común (Parus major) como un "depredador modelo" ha demostrado que si un ave observa que el alimento de otra es rechazado, ambos pájaros aprenden la lección para mantenerse alejados de ese insecto.
Con sólo ver a su compañero en una grabación, el carbonero aprende qué no debe comer. Así fue el experimento. | Vídeo: M.V. y Univ. Cambridge
Grabaron a un carbonero tener una mala experiencia gastronómica frente a un alimento llamativo. A continuación, proyectaron la grabación en una pantalla a otros pájaros antes de elegir su comida. Los investigadores encontraron que las aves se hicieron una mejor idea de qué presa evitar: la colorida o llamativa.
El equipo detrás del estudio, publicado en la revista Nature Ecology & Evolution, dice que la capacidad de los carboneros para aprender de las malas elecciones de alimento a través de la observación de los demás es un ejemplo de "transmisión social".
Los científicos ampliaron los datos de sus experimentos a través de modelos matemáticos para revelar un punto de inflexión: aquel en que la transmisión social ha llegado un punto en una especie depredadora en que su presa potencial ha desarrollado colores brillantes en oposición al camuflaje.
"Nuestro estudio demuestra que se debe considerar el comportamiento social de los depredadores para comprender la evolución de sus presas", dijo el autor principal, el doctor Rose Thorogood, del Departamento de Zoología de la Universidad de Cambridge. "Sin la transmisión social que tiene lugar en las especies de depredadores, se vuelve extremadamente difícil que las presas de colores llamativos sobrevivan y superen a las presas alternativas, incluso si son desagradables o tóxicas".
Hay una creciente evidencia de que el aprendizaje al observar a los demás se produce en todo el reino animal
"Hay una creciente evidencia de que el aprendizaje al observar a los demás se produce en todo el reino animal. Especies que van desde las moscas de la fruta a la trucha pueden aprender sobre los alimentos mediante la transmisión social", añada. "Sospechamos que nuestros hallazgos se aplican a una amplia gama de depredadores y presas. La información social puede tener consecuencias evolutivas en todas las comunidades ecológicas".
Thorogood (también del Instituto de Ciencias de la Vida de Helsinki) y sus colegas de la Universidad de Jyväskylä y la Universidad de Zurich, capturaron carboneros salvajes en el invierno finlandés. En la estación de investigación Konnevesi, entrenaron a las aves para abrir paquetes de papel blanco con trozos de almendra en su interior como presa artificial.
Un experimento amargo
Así fue el entrenamiento: a las aves se les dio acceso a alimentos cubiertos de papel blanco salpicado de pequeñas cruces negras. Estas cruces también fueron marcadas en algunos de los paquetes de papel: la presa camuflada.
Un pájaro fue filmado desenvolviendo un paquete estampado con un cuadrado en lugar de una cruz (a modo de bicho llamativo). Como tal, su contenido era desagradable: una almendra empapada con un líquido amargo. Otras observaron la reacción grabada en un pantalla situada en su habitáculo. Reconocieron a otro congénere y los signos de desagrado ante la comida.
"Así como podemos aprender a evitar ciertos alimentos al ver una expresión facial de disgusto, al limpiar su pico mostró a otras aves lo necesario de evitar ese tipo de presas", dijo Thorogood.
Algo se intuia al respecto, pues es sabido que estas aves no comen mariquitas de siete puntos. Son "de de color rojo brillante, y los carboneros no son amenaza para ellas. Otros insectos que están camuflados, como la mariquita de alerce marrón o la oruga verde de la polilla de invierno, sí los alimentan", dijo Thorogood. "La mariquita de siete puntos es tan fácil de ver, que si cada depredador tuviera que comer una antes de que descubrieran su mal sabor, habría tenido problemas para sobrevivir y reproducirse". Los pájaros aprenden los unos de los otros y no se arriesgan a pegar un bocado tóxico o desagradable.
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