Una de las cosas que más sorprendía a los médicos al inicio de la pandemia era la capacidad del virus para infectar y evolucionar de forma muy grave en pocas horas. El SARS-CoV2 provocaba insuficiencia respiratoria y neumonía bilateral en personas previamente sanas. La falta de conocimiento sobre los tratamientos impedía que pudieran recibir fármacos efectivos y fue responsable, entre otros factores, de la alta mortalidad.
Desde la aciaga primavera de 2020 han pasado ya más de dos años y la situación es bien distinta. El virus sigue aquí, su circulación está de nuevo en ascenso - muchos lo llaman ya séptima ola -, pero los hospitales no están saturados y el número de ingresos y fallecimientos está muy lejos de las primeras oleadas de la pandemia.
De aquello nos separan sobre todo las vacunas, aunque también los tratamientos farmacológicos descubiertos y la inmunidad natural, generada tras pasar la infección. El resultado es que la enfermedad ha cambiado, ya no afecta ni mata como antes. Así lo explicaba en la reciente presentación del libro Las enfermedades infecciosas en 2050 el microbiólogo José Miguel Cisneros, microbiólogo del Hospital Universitario Virgen del Rocío de Sevilla. "Lo que estamos viendo ahora es otro tipo de enfermedad. Lo que produce la hospitalización de personas con SARS-CoV2 ahora es la descompensación de patología crónica, de manera que los casos con insuficiencia respiratoria y neumonía primaria que eran lo habitual al inicio de la pandemia y se prolongaron un año y medio, ya no se ven".
Así lo ve también desde el Hospital Gregorio Marañón de Madrid el especialista en enfermedades infecciosas Francisco Tejerina, que subraya que "esos pacientes graves que cursan con una insuficiencia respiratoria grave y neumonía de la que fallecen son ahora casos excepcionales". "El comportamiento ahora del Covid es como el de la gripe. Afecta a personas vulnerables, muy mayores o con patologías previas, cuya salud está equilibrada gracias a las medicinas y para las que una infección, sea el SARS-CoV2, la gripe o un catarro, supone una desestabilización porque carecen de reserva funcional", explica Tejerina.
La reserva funcional es la capacidad de un individuo de aguantar la agresión que produce la enfermedad. "La gente mayor suele tener esa reserva más baja, lo que le hace, por ejemplo, deshidratarse más fácilmente o que su cuerpo genere una arritmia antes que un organismo joven", explica el especialista en enfermedades infecciosas.
Este cambio es parte de un virus que con el tiempo ha ganado en transmisión pero se ha vuelto algo menos patogénico y sobre todo que encuentra unos hospedadores (las personas) que presentan casi todos algo de inmunidad, ya sea adquirida por la vacuna o natural. El resultado es un virus que, en sus efectos, se parece más al de la gripe o, en general, de las infecciones respiratorias. "Las infecciones respiratorias, aunque no son datos que habitualmente trascienda, causan en España miles de muertes cada año. La mayoría de personas muy mayores y con patologías previas. Así es como mucha gente ve ya el Covid, no como la enfermedad que produjo al principio sino como una infección respiratoria común que causa fundamentalmente tos y algo más de cansancio que un resfriado normal", apunta Antonio Ramos, coordinador de Enfermedades Infecciosas de la Sociedad Española de Medicina Interna y especialista en el Hospital Puerta de Hierro de Madrid.
Inmunodeprimidos y no vacunados
No obstante, los especialistas ponen el foco en dos colectivos a los que la enfermedad sigue afectando de forma potencialmente más grave. Los pacientes con inmunodepresión, es decir, trasplantados y medicados con fármacos inmunosupresores. "Ellos sí hacen cuadros graves porque la vacuna no les rinde, por ello ahora el partido se juega en tratarles de forma precoz con antivirales y corticoides para que la enfermedad no progrese. Algo que cada vez se hace más", explica Ramos.
En ello coincidía el otro día Cisneros y corrobora igualmente Tejerina. "En ellos sí vemos cuadros que se parecen más a los que provocaba el virus en las primeras oleadas, pero gracias a los tratamientos ahora se puede evitar la hospitalización en muchos casos".
El último de los perfiles es el de no vacunados. Un grupo "de irreductibles" cada vez menor pero que aún sufren los peores azotes del virus. "Son los arrepentidos de la UCI", afirma Ramos, "el perfil más común es un varón, de 50 a 70 años, que tiene muchas veces algún factor de riesgo, como hipertensión, obesidad o diabetes".
"Es cierto que son pocos porque cada vez es más difícil encontrar a alguien que no tenga inmunidad que le proteja frente al Covid, ya sea por la vacuna o por la infección previa", subraya Tejerina.
Problemas en "un sistema sanitario infectado"
De la gravedad y letalidad del Covid también depende ahora, apunta Ramos, de un "sistema sanitario infectado por el virus". "Esto ha perjudicado la atención a otras enfermedades que también provocan mortalidad, como el cáncer u operaciones que se retrasan", apunta el microbiólogo del Puerta de Hierro. "Otro problema que tenemos ahora es el de las bajas laborales, hay muchas y en verano este problema se agrava", añade.
El microbiólogo del Puerta de Hierro subraya además como un problema "la situación estructural de los hospitales" que hace que "un porcentaje de casi la mitad de los ingresos son con Covid y no por Covid, es decir, tienen otras patologías que les llevan a ingresar. Pero creo que hay que dejar de realizar estos cribados porque la clasificación como Covid perjudica su atención. Hay que saber que parte de los fallecidos tienen que ver con una disfunción del sistema sanitario", afirma.
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