En los colegios electorales del 21D no había ni rastro de la euforia tan característica de las últimas jornadas históricas que se han vivido en Cataluña en los últimos tres meses. Porque a diferencia del referéndum del 1-O, de la manifestación constitucionalista del 8 de octubre o las caceroladas varias, en el 21D a los catalanes de todas las ideologías les ha tocado volver a mezclarse. Es lo que tiene la democracia.
El silencio que ha reinado todo el día en las colas para votar daba a entender lo incómodo de la situación. Será por la falta de costumbre de juntarse en una misma cita con quienes piensan diferente.
Es la primera vez que los apoderados no nos hablamos entre nosotros en el colegio electoral", dice uno de ERC
"Llevo muchos años trabajando el día de las elecciones y es la primera vez que los apoderados no nos hablamos entre nosotros en el colegio electoral", dice con gesto muy serio uno de los representantes de ERC junto a la mesa que le ha tocado atender en el colegio electoral de l'Eixample."Ilusión fue lo que vivimos el 1-O, estas elecciones las vivo con preocupación", confiesa. Escondido en el bolsillo de la camisa lleva un lazo amarillo que ha preferido no lucir para evitar problemas con el presidente de la mesa.
A unos tres metros a su derecha, la apoderada de Ciudadanos tuerce el gesto cuando llega una señora con una bufanda amarilla sobre su abrigo de piel. No es la combinación cromática lo que le chirría. Al fondo del todo, dos apoderados del PP que han venido de Almería para la ocasión bromean con el esfuerzo que van a tener que hacer para entender el recuento en catalán: "Menos mal que los números son universales".
Y una señora mayor que va en silla de ruedas, empujada por su marido, cuenta satisfecha que ha votado a Puigdemont "porque es un día histórico, hoy empieza algo nuevo", dice. No le importa que el candidato haya huido del país tras haber proclamado fugazmente la República. Tampoco le inquieta el coste que tendría volver a proclamarla. Ni la fuga de empresas ni que haya caído el turismo. "Estamos construyendo un nuevo país y no va a ser fácil", explica. Y por la seriedad con la que lo cuenta, más que ilusión transmite enfado.
También parece enfadado un votante que afirma con orgullo haber votado al PSC. "Tengo ocho apellidos catalanes y estoy harto de que me llamen boutifler por no querer la independencia", sentencia. "Hoy es un día clave para recuperar el orgullo de sentirse catalán en España".
Los bloques en los que está dividida la política catalana se han hecho visibles a pie de urna a lo largo de la jornada electoral hasta en cómo se iban formando los corrillos. Tampoco en un centro cultural de Horta reconvertido en colegio electoral los apoderados del PSC reconocían haber intercambiado palabra alguna con los interventores de las formaciones independentistas, que aguardaban a unos metros de distancia para indicarle a quienes se acercaban a preguntar dónde estaban las papeletas. "Es que a la mayoría no los conocemos, todos esos de ERC, por ejemplo, no son vecinos del barrio como otras veces, han venido de los pueblos del interior", matiza. Del PP no había siquiera representación en este centro, no debieron de llegar suficientes voluntarios en los AVE de Madrid que el partido fletó como refuerzo.
¿Has votado ya? es la pregunta del día en Barcelona. Encuentro una señora que me responde que no, es más, que no piensa hacerlo. "Mira, que sea lo que Dios quiera", añade, "pero es que a mí no me convence ninguno y yo no quiero líos con mi familia esta Navidad".
La democracia de verdad es mucho más aburrida que sus simulacros. Va de juntarse a votar con los que piensan diferente
En la calle todavía se ven colgados de los balcones los mismos carteles que desde hace meses piden democracia en nombre de Omnium. Están allí desde antes de que en el resto de España reparara qué era Omnium. No se han descolorido tanto como las banderas que aún cuelgan de los balcones vecinos.
Pero el 21D no ha sido un día de banderas ni de carteles. Porque para votar no hace falta nada de eso. En realidad, la democracia es mucho más aburrida que sus simulacros. Tiene menos de fiesta que de burocracia. Y es normal que en vez del entusiasmo reine la tensión. Al fin y al cabo, la democracia de verdad va de juntarse a votar con gente que piensa diferente.
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