El PP se equivoca y, en la medida en que el PSOE y la clase empresarial catalana le secunden en esa estrategia, se equivocarán también, cuando intentan presionar a Ciudadanos para que su líder, Inés Arrimadas, tome lo que ellos llaman "la iniciativa" y se ponga a negociar una posible formación de gobierno en Cataluña encabezado por ella.
Tanto al coordinador general del Partido Popular, Fernando Martínez-Maíllo como al portavoz de su grupo parlamentario Rafael Hernando, se les está yendo la mano en su acoso a Arrimadas y en su ofensivas consideraciones del tipo "resulta sorprendente que Ciudadanos haya cedido la iniciativa a los independentistas". Hombre, no. No les ha cedido la iniciativa, es que la tienen por la simple razón de que, de momento, suman la mayoría absoluta en el Parlamento.
Tanto a Maíllo como a Hernando se le está yendo la mano en su acoso a Arrimadas
Lo que está haciendo la líder de Cs no es de ninguna manera "tirar la toalla", como injustamente se la acusa, sino sentarse a la puerta de su casa con la esperanza de ver pasar por delante de ella el cadáver político de sus adversarios. Y es una decisión prudente y acertada porque la perspectiva judicial de los aspirantes a dirigir la Generalitat es más negra que las alas de una cucaracha.
Ni Junqueras ni por supuesto Puigdemont -tampoco Jordi Sánchez, ni Turull, ni Rull pero, desde luego, ninguno de los cabeza de partido- se van a librar de ser sentados en el banquillo de los acusados y tienen todas las papeletas para ser condenados y, en consecuencia, inhabilitados. Que esto no vaya a suceder inmediatamente no significa que no sea inexorable.
Por lo tanto, la lucha desatada entre Junts per Catalunya y Esquerra Republicana tiene que saldarse inevitablemente con la asunción por parte de sus dirigentes de que ninguno de los dos, ni tampoco sus segundos en el escalafón, está en condiciones de presidir la Generalitat. Puigdemont incluso menos que Junqueras porque éste puede aún aspirar a que el juez, en el mejor de los casos, le levante la prisión provisional y le deja en libertad condicional bajo fianza. De este modo el de ERC tendría por delante unos pocos meses en la calle antes de que se celebra el juicio, cosa que al ex presidente no le va a suceder.
Resulta asombroso que desde el PP se intente empujar ahora a Arrimadas cuando el propio Rajoy hizo exactamente lo mismo en enero de 2016
Por lo tanto, esa batalla decisiva se tiene que librar antes de que nadie más mueva un dedo hasta comprobar en qué acaba la cosa. Porque lo que se ha apuntado más arriba es lo que va a suceder, por más que alguno de ellos, el más insensato, pero no tan ignorante como para que desconozca lo que le espera en cuanto ponga un pie en España, crea que puede porfiar con el Estado. Así que lo más probable es que ese reto recíproco acabe por debilitar a ese bloque tan entusiasta cuando se conoció la suma de escaños obtenidos y que ahora se encuentra sumido en la incertidumbre y el estupor. Entrar en ese campo para ejercer un liderazgo que ahora mismo no es operativo para iniciar una negociación sería, por prematuro, una solemne estupidez.
Y resulta asombroso que desde el PP se intente empujar ahora a Arrimadas cuando su propio jefe de filas, Mariano Rajoy, hizo exactamente lo mismo en enero de 2016: declinó ante el Rey intentar formar gobierno porque las cuentas estaban claras y decían que no lo lograría.
Yo fui una de los pocos comentaristas políticos que defendió su decisión porque habría constituido una pérdida de tiempo y un desgaste político asegurado e innecesario. Exactamente lo mismo que le pasaría a una Inés Arrimadas cuyo partido ya advirtió, además, antes de las elecciones catalanas que en ningún caso pactaría con un partido independentista.
Si lo que pretenden los portavoces del PP es desgastar el crédito político logrado por el partido naranja, se está equivocando gravemente de estrategia
Del mismo modo, resultó una frivolidad y una precipitación inútil y condenada de antemano al fracaso la ocurrencia de la portavoz de Cs en el parlamento catalán a primeros de septiembre cuando, tras haber sido aprobadas ilegalmente por los secesionistas las dos leyes de independencia inmediatamente suspendidas por el Tribunal Constitucional, pretendió plantear una moción de censura. El PP se negó, con toda la razón, a entrar en aquel juego absurdo porque era evidente que frente a la mayoría absoluta del independentismo aquel movimiento no tenía ningún sentido.
En definitiva, Rajoy hizo bien declinando presentarse a una primera investidura y Albert Rivera y Pedro Sánchez se equivocaron al acusarle de "falta de coraje"; Albiol hizo bien negándose a secundar a Arrimadas en aquella tonta ocurrencia de moción de censura; Arrimadas hace muy bien no metiéndose de momento en un campo de batalla en el que los contendientes son otros y del que podría salir victorioso un tercero cuyos planteamientos políticos se desconocen por el momento y Maíllo y Hernando hacen mal intentando que ella quede en evidencia porque, a pesar de haber ganado, todos comprueben cómo no puede formar gobierno.
Lo chocante es que el PP, que tiene a su partido en Cataluña hecho unos auténticos zorros, al partido en toda España tentándose la ropa por lo que pudiera suceder en las próximas elecciones autonómicas y municipales y al propio Gobierno sometido a una severísima crítica por su actuación en torno al día 1 de octubre, se dedique a exigir a Ciudadanos que dé ahora un paso al frente para intentar una imposible formación de gobierno.
A Arrimadas los electores le han dado mayoritariamente su apoyo pero en ese paquete no venía incorporada la varita mágica a la que ahora apelan todos
Si lo que pretenden sus portavoces es desgastar el crédito político logrado por el partido naranja y atajar su posible crecimiento en todo el país, se está equivocando gravemente de estrategia. Es verdad que, como dice Rafael Hernando, "a veces, las mayorías parlamentarias se pueden cambiar". Que se lo digan a Rajoy que, al segundo intento, y después de que hubiera que repetir les elecciones, contó con una mayoría suficiente y fue investido presidente del Gobierno.
Pero de momento las mayorías en Cataluña son las que son y la aparición de Arrimadas en ese escenario no servirá para cambiarlas sino solamente para ser ninguneada y políticamente despreciada a pesar de su innegable e histórica victoria electoral. Los empresarios quieren recuperar cuanto antes la seguridad jurídica perdida, pero eso no está por el momento en la mano de Ciudadanos porque la situación obliga, por lo menos, a esperar. A Arrimadas los electores le han dado mayoritariamente su apoyo pero en ese paquete no venía incorporada la varita mágica a la que ahora apelan todos: los derrotados y los huérfanos de certidumbres.
Todavía queda mucho partido. Pero ese tiempo debería ser empleado por los dirigentes del PP no en echar la culpa a Ciudadanos por sus pésimos resultados sino en superar su amargura por la derrota sufrida y en darle un revolcón a su partido catalán para ponerlo de nuevo en pie y en condiciones de volver a la carrera. Porque la estrategia que están practicando no la entiende casi nadie y por eso resulta un esfuerzo inútil y un poco patético.
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