El único “delito” conocido de Tatiana Ulianova fue manifestar públicamente su oposición a la invasión de Ucrania que su país inició el 24 de febrero. A diferencia de muchos de sus compatriotas, Tatiana conocía ya entonces el significado terrible de la guerra, una palabra proscrita en Rusia. Como reportera cubrió en 2014 las primeras refriegas entre soldados ucranianos y separatistas prorrusos en la región del Donbás. “En Rusia está prohibido pronunciar el término 'guerra' pero lo es. Yo no voy a renunciar a llamarlo por su nombre”, desliza Tatiana desde su exilio español.
En las primeras jornadas de la agresión, la reportera de 40 años optó por hablar. “Rezo por la paz”, escribió en su cuenta de Instagram junto a un fotograma de los primeros estragos causados por la artillería en la ciudad ucraniana de Járkov. También abrazó abiertamente el “No a la guerra”. “Compartí la historia de mi amiga ucraniana, que me contó que su hija dormía en el baño porque tenía miedo de las ventanas de su dormitorio por los bombardeos”. Por aquel entonces Tatiana llevaba un año trabajando como editora del informativo de NTV, una de las principales cadenas de televisión de Rusia, propiedad de Gazprom Media, la filial mediática de la petrolera rusa que controla cerca de medio centenar de emisoras de radio y televisión en el país.
Sus publicaciones antibelicistas llegaron rápidamente a oídos de la dirección de la cadena. “Unos días después, me llamó mi jefe para recriminarme por haber publicado en mis redes sociales declaraciones que consideraba extremistas, malas e inmorales. Yo no tenía nada por lo que arrepentirme porque lo único que hice fue publicar el lema de 'No a la guerra' que había fotografiado en las calles de Moscú junto a la palabra 'Paz'”, rememora en una entrevista a El Independiente, la primera que concede desde su llegada a España.
"Lo mejor era irse de Rusia"
Sus explicaciones no le sirvieron en absoluto a los mandamases de la emisora, dominada por el mismo ardor patriótico que monopoliza la escena catódica rusa. “Me dijo que había sido despedida por extremista y me informó de que toda mi documentación de acceso a la redacción había sido bloqueada desde aquel preciso momento. Recuerdo que todo pasó el 15 de marzo, durante uno de mis días de descanso”, indica la periodista. “La situación me dio mucho miedo. Me despidieron por razones políticas porque hoy en mi país es ilegal hablar de la guerra y pueden caerte hasta 15 años de prisión. Fue entonces cuando pensamos que lo mejor era irnos de Rusia”.
Nos consideramos perseguidos. En las circunstancias actuales no podemos ejercer el periodismo en nuestro país
Acompañada por su marido Konstantin, Tatiana aterrizó en Barcelona a mediados de abril. “Como sé un poco de castellano, decidimos viajar a España y ahora estamos solicitando asilo por razones políticas, porque nos consideramos perseguidos y porque en las circunstancias actuales no podemos ejercer el periodismo en nuestro país”, arguye con el español que aprendió en la sucursal moscovita del Instituto Cervantes. Es la primera vez que Tatiana habla de su huida en un medio de comunicación. Asegura desconocer si existen cargos contra ella en su país.
“No he escuchado nada al respecto pero mi madre, que sigue en Rusia, me dijo hace unos días que la habían llamado del FSB (Servicio de Seguridad Federal de Rusia, por sus siglas en ruso) para preguntarle por mi paradero y si podía acercarme a hablar con ellos. No le dijeron más pero está claro que tienen algo contra mi”, esboza Tatiana, liberada de la tensión que experimentó en Moscú. “La guerra ha dividido a la población, la ha separado”, expone.
Hace mucho tiempo que los periodistas rusos no pueden decir directamente las cosas que opinan si van contra el gobierno
Una sociedad rota
“Es cierto que una parte de la población está a favor de la guerra, pero también hay ciudadanos en contra. El problema es que el Gobierno lo ha inundado todo. La letra Z [el símbolo de la 'operación especial' empleada por el ejército ruso] aparece por los edificios y en los autobuses. Se me hizo complicado vivir las últimas semanas allí porque no quería viajar en un autobús con un emblema fascista. Desde el 24 de febrero se desplegaron muchos policías en las calles. La gente empezó a tener miedo a estar en la vía pública. Si los agentes detectan grupos de cinco personas o diez personas es probable que acaben detenidos”.
Desde hace años Tatiana era consciente de las mordazas. “Es que hace mucho tiempo que los periodistas no pueden decir directamente las cosas que opinan si van contra el gobierno. Las autoridades pueden perseguirte, encarcelarte y hacerte lo que consideren. Desde febrero las cosas simplemente han empeorado. Es la razón por la que muchos compañeros de profesión han decidido abandonar el país. Hoy no queda ya ningún medio que pueda enfrentarse al gobierno”, arguye.
La Federación Rusa ocupa el puesto 155 de los 180 países examinados en el Índice de Libertad de Prensa que anualmente publica Reporteros Sin Fronteras. La situación se ha deteriorado notablemente en los últimos años, tras la introducción en 2014 de una nueva legislación que ha incrementado el control estatal sobre los medios de comunicación, ampliando la censura, la persecución judicial de periodistas y la vigilancia. “Empecé a trabajar como periodista en 2010 y siempre he tenido la sensación de que no hay libertad de expresión en mi país. Los reporteros no podemos hablar libremente de lo que sucede. Siempre ha habido censura pero es más perceptible y significativa desde hace siete años”, opina Tatiana.
Putin no solo está matando a la gente en Ucrania sino que también está destruyendo nuestro país
Romper el silencio
La periodista que trata de recomponer su vida en Cataluña admite que nunca confió en Vladimir Putin, el hombre que ha protagonizado la vida política de su país durante más de dos décadas. “Estudiaba arquitectura cuando Putin fue elegido presidente. Nunca le voté. Siempre dijimos que con él nuestra vida iría a peor y es lo que ha terminado sucediendo”, evoca. “En estos momentos Putin no solo está matando a la gente en Ucrania sino que también está destruyendo nuestro país. Mi país es hoy la cárcel de Putin. No quedan espacios de libertad ni cultura. Hasta los teatros están cerrando. Es terrible que en las prisiones rusas haya gente inocente que ha llegado allí por oponerse a esta guerra en curso”, denuncia.
En su refugio español, inesperado y aún en configuración, ha hallado la libertad que ansiaba. “Ahora hago comentarios mucho más fuertes contra la situación en mi país porque no tengo miedo”, replica. “Como periodista que ha trabajado en Rusia, he visto mucho y sé bien los problemas muy graves que tiene mi país, como el sistema judicial, la situación real del gobierno o los asuntos sociales”, enumera Tatiana. “Cuando comenzó la guerra, propuse hacer un reportaje sobre la subida de los precios de los alimentos y la preocupación por la economía, pero no me dejaron. La narrativa oficial es que en Rusia va todo bien y que la población se siente cómoda, de igual manera que durante los últimos años los periodistas han recibido órdenes para hablar mal de los ucranianos y mofarse de su presidente por su pasado como actor”.
La reportera rechaza, sin embargo, ser miembro de la minoría silenciosa. “Es que no creo que seamos una minoría. Por ejemplo, toda mi familia está en contra de la guerra y precisamente por ello están en peligro. También mis amigos lo están”, responde. “Creo que la mitad de la población no comparte esta agresión pero el problema es la propaganda. Muchos rusos sin dinero no saben idiomas ni han viajado en su vida fuera del país. Solo tienen acceso a la televisión rusa y todo lo que reciben es fruto de la manipulación”.
Capturas de pantalla de los mensajes publicados por Tatiana Ulianova en su cuenta de Instagram que provocaron su despido.
Las pruebas del "delito"
"Me han despedido por mis comentarios en contra de la guerra", explicó Tatiana en sus redes sociales tras recibir la llamada inquisitorial de su jefe. "Aún no sé si guardar para mí esta publicación", reconoció en el texto en el que anunció su salida de la cadena NTV. "He dudado. He estado pensando si sería mejor callarme y no decir nada. Ahora, que no puedo dormir por toda esta ansiedad, el único pensamiento que ronda mi cabeza es: Si alguien está hiriendo a un bebé, una mujer o un perro, o a cualquiera, ¿permaneceré en silencio? Por supuesto que no. Por eso, si estoy absolutamente segura de que en estos momentos personas inocentes están siendo asesinadas, incluido niños, y sus hogares bombardeados, ¿por qué debería quedarme callada?", alegó.
En las últimas semanas, mientras asiste a sus primeras lecciones de catalán, Tatiana ha tenido tiempo de pensar sobre la abrupta mudanza. De momento, han alquilado un apartamento en la periferia de Barcelona. “No tenemos ni idea de lo que nos deparará el futuro. Desde el 24 de febrero no pienso en el futuro”, afirma. “Tenemos algunos ahorros y después habrá que trabajar de lo que salga”, apunta. “Sé que quiero vivir en Rusia con mi familia y mis amigos y que lo echo de menos pero en estos momentos no es posible por razones de seguridad y no lo será por una larga temporada”, murmura.
Si nadie levanta la voz y habla, si todos nos quedamos mudos, los ciudadanos no sabrán que existe una alternativa
A pesar de la nostalgia, Tatiana no titubea cuando se le interroga por su patria, la que modelan a diario la guerra y el aislamiento occidental. “No quiero vivir en un país así”, balbucea. Durante las semanas que residió en Moscú tras el inicio de la guerra se alistó en una discreta resistencia. Junto a otros ciudadanos, fue dejando breves manifiestos en notas por calles y plazas. “Algunos moscovitas optaron por dejar anotaciones contra la guerra y por la paz. Yo también lo hice. Cuando no me miraba nadie, coloqué algunos en algunos lugares. Escribí: 'Paz para Ucrania, Libertad para Rusia'”, comenta. “Quiero hablar. Si nadie levanta la voz y habla, si todos nos quedamos mudos, los ciudadanos rusos no sabrán que existe una alternativa. Y no podemos permitirlo. Debemos parar todo esto”.
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