Para Letizia, Mallorca nunca ha sido sinónimo de vacaciones. Y para que quedase meridianamente claro lo que pensaba de la isla un año, en el 2010 para ser precisos, le espetó a la periodista Carmen Duerto aquello de: "¿Pero tú crees que esto son vacaciones?". A Letizia le atosigaban los fotógrafos, le molestaba que no podía dar ni un paso sin que la retratasen, no le gustaba la vela ni el ambiente del mundillo y, sobre todo, no soportaba estar tantos días bajo el mismo techo que sus suegros, Juan Carlos y Sofía. Para una familia desestructurada como eran los Borbones-Grecia, lo de pasar juntos las vacaciones y, encima, tener que fingir a cada momento lo felices que se suponían que eran, resultaba un suplicio.
Para Letizia, el palacio de Marivent acabó siendo una pesadilla. No es que tuviera que convivir a cada momento con sus parientes políticos: de hecho, ahí cada uno hacía su vida, comenzando por Juan Carlos, que tenía su propia camarilla de amigotes en la isla. Las infantas salían y entraban cuando les apetecía. Sofía solo exigía que la familia en pleno se reuniese para desayunar junta. Pero aún así, aquella hora entre cafés y croissants se le debía hacer eterna a Letizia.
Marivent para Sofía, Son Vent para Letizia
De hecho, por lo que se dice y se cuenta, los actuales reyes Felipe y Letizia le ceden ahora íntegramente la casa de Marivent a la reina emérita Sofía, una verdadera enamorada de la isla --siempre ha dicho que le recuerda a su Grecia natal y, sobre todo, a su querido palacio de Tatoi--, y se instalan en Sont Vent, un pabellón cercano dentro de la misma finca. Por lo que se sabe, el tal Sont Vent, rodeado de preciosos árboles y con unas envidiables vistas al mar, cuenta con quinientos metros cuadrados y ocho habitaciones. De sobra para un matrimonio con dos hijas adolescentes.
Dado que ya no están en el caserón de Marivent, el típico posado veraniego del rey y su familia ya no se hace en las icónicas escaleras de piedras, sino que se van variando los escenarios. Algunas veces han sido los jardines; otras han optado por salir fuera y dejarse fotografiar en el palacio de la Almudaina (un sitio precioso, por cierto).
Tampoco hay demasiados posados de la familia real al completo en el Club Náutico de Vela más allá del primer día de regatas. A Letizia --insistimos-- no le gusta el mundillo y tan sólo acude unas horas un día. Lejos quedan allá aquellos veranos en que acudía cada mañana para ver a Felipe regatear en la Copa del Rey de Vela. Y aún más lejos quedan aquellos veranos en que los nietos de los reyes Juan Carlos y Sofía se podían fotografiar aprendiendo vela en la escuela náutica. Letizia no ha permitido nunca que Leonor y Sofía se apuntaran --al parecer era una tradición que Sofía les pagara los cursos a los nietos-- y, con la excusa de que no quería que las fotografiaran más de lo que ya eran, se quedaba con las niñas dentro de palacio.
Visitas programadas y encartonadas
A Leonor y Sofía, entonces y ahora, las veíamos con cuentagotas. Alguna salida a cenar por aquí, alguna excursión con la abuela Sofía por allá. Cuando sucedió lo del rifirrafe de la catedral de Palma y muchos empezaron a decir que Leonor se llevaba mal con su abuela paterna, Zarzuela organizó un conjunto de apariciones públicas de Letizia, Sofía y las dos princesas para visibilizar su unión. Leonor posó disciplinadamente con su abuela dándole la mano y sonriendo. Todo quedó debidamente registrado en la prensa.
Letizia también se esforzó por poner buena cara, aunque no hay manera de que parezca cómoda y a gusto en la isla por mucho que lo intente. Para ella, al fin y al cabo, aquello no son vacaciones, sino trabajo institucional veraniego. Ir al cine o salir a cenar a los mejores restaurantes de la isla es trabajo para ella, al parecer. Claro que en los últimos años, por aquello de disimular, la familia real organiza excursiones a varios puntos de la isla--museos, parques naturales, casas rurales, mercadillos, etc.-- y se deja fotografiar en puntos turísticos de interés durante varios días. Todo tan encartonado que no merece el más mínimo apunte. Y todos --menos el rey, todo sea dicho-- con cara de estar contando los minutos para largarse de Mallorca.
Diez días en Mallorca
Este año, de hecho, no parece que vayan a cambiar el formato. Si todo sale como está previsto, los reyes y sus hijas aterrizarán en la isla el 28 de julio por la tarde (después de haber ido a Galicia para el Día de Santiago Apóstol) y pasarán diez días en Mallorca.
De momento no hay agenda oficial de los actos en los que participarán, aunque hay citas de visita obligada. Como todos los años, el rey recibirá en audiencia en el palacio de la Almudaina a las autoridades de la isla, con Francina Armengol, presidenta de las Baleares, a la cabeza. También habrá reunión veraniega de trabajo con el presidente del gobierno Pedro Sánchez. El sábado 30 comienzan las regatas --este año se celebra la 40 edición de la Copa del Rey de Vela-- y el sábado 6 es la entrega de premios. Letizia, por su parte, acudirá al único acto que más o menos le hace gracia: la clausura del Atlántida Mallorca Film Festival, en donde entregará un galardón a la actriz francesa Isabelle Huppert.
El día 7 de agosto el rey pondrá rumbo a Colombia para participar en la toma de posesión de su nuevo presidente, Gustavo Petro. La reina no lo acompañará y, aunque no se sabe si aprovechará para quedarse unos días más de Rodríguez en la isla, todo apunta a que aprovechará para pillar un avión con sus hijas y largarse.
A diferencia de otras casas reales, donde las vacaciones de la familia real son públicas y se sabe a dónde van, en el caso de España no tenemos ni idea de cuál es el destino de los famosos viajes privados que cada año hacen y que Letizia considera --esta vez sí-- sus verdaderas vacaciones. No entiendo cómo Zarzuela --tan insistente como es cuando quiere en lo de la transparencia-- no pone fin a semejante práctica y nos dice a dónde van. Aunque sea cuando estén ya de regreso.
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