Emmanuel Macron inicia este jueves una destacada visita a Argelia, un país con el que su ex metrópoli comparte un traumático pasado. No pocos recuerdan aún las declaraciones de Macron sobre el revisionismo argelino y su política de “odio” que el año pasado provocaron la ruptura de lazos diplomáticos. Ahora, en cambio, el acercamiento de París a Argel está acompañado por un cambio de fichas en el escenario regional: España, habitual socio europeo de Argelia, ha optado por aproximarse a Marruecos, un socio histórico de primer nivel para Francia del que sigue recelando Macron, víctima también del espionaje marroquí a través de Pegasus.
El interés del Elíseo por mejorar relaciones con Argel, un importante actor gasista, está alimentado por la crisis energética que padece Europa, con la necesidad de buscar a contrarreloj fuentes alternativas al petróleo y gas ruso tras la invasión de Ucrania y ante un invierno marcado por la escalada inflacionista y el más que probable descontento popular. "Este viaje contribuirá a profundizar la relación bilateral de cara al futuro y reforzar la cooperación franco-argelina frente a los desafíos regionales y continuar el trabajo para abordar el pasado", aseguran desde la presidencia gala sobre un periplo de dos días que ha despertado enorme expectación. Desde París, rebajan los frutos posibles del viaje que califican “de amistad” en lugar “de Estado”.
Por la capital argelina han desfilado en los últimos meses mandatarios de Italia o Alemania en busca de nuevos acuerdos energéticos con los que mitigar su dependencia a Moscú. El más notorio fue el firmado por el primer ministro italiano en funciones, Mario Draghi, que realizó una visita de Estado el mes pasado. En abril rubricó un incremento de casi un 50 por ciento en las importaciones de gas natural argelino, convirtiendo a Argelia en el primer proveedor de gas natural de Italia en sustitución de Rusia. El gaseoducto que conecta Argelia con Italia es una alternativa al español. París descarta que el viaje produzca un acuerdo similar pero entre la vasta delegación que acompaña a Macron figuran primeras lanzas de la economía gala, entre ellas la directora general del grupo energético Engie.
Los traumas del pasado
Lo que algunos han bautizado como diplomacia del gas se halla, no obstantes, entre los objetivos de un viaje que busca restañar viejas heridas. “Las relaciones entre Argelia y Francia abarcan muchos aspectos y Macron desea apaciguar las tensiones del pasado. No es una visita de Estado, pero se parece mucho”, explica en declaraciones a El Independiente Yahia Zoubir, profesor de relaciones internacionales argelino. El país acaba de celebrar los 60 años de su independencia de Francia, un traumático capítulo de su historia sobre el que aún se ciernen sombras. Según la estimación más extendida en París, medio millón de civiles y combatientes perdieron la vida durante los siete años de conflicto. En Argel, se eleva la cifra a millón y medio de muertos.
Las relaciones entre ambos países, siempre complicadas por esas deudas históricas, sufrieron un revés a finales del pasado año cuando se filtraron en la prensa unas declaraciones de Macron en la que se cuestionaban la existencia de Argelia como nación antes de la llegada de los franceses y se culpaba al “sistema político y militar” heredado de la dictadura de Abdelaziz Bouteflika de rescribir la historia y fomentar “el odio hacia Francia”. Argel, como hiciera meses después con España, retiró a su embajador y cerró su espacio aéreo a la aviación militar gala. Una tensión que obligó al Elíseo a hacer público una declaración en la que decía “lamentar” los malentendidos ocasionados por sus comentarios.
Las aguas bajan ahora más tranquilas. El que hasta su llamada a consultas en marzo era embajador de Argelia en Madrid, Saïd Moussi, fue nombrado el mes pasado jefe de la misión diplomática argelina en París. Moussi, señalan fuentes diplomáticas a este diario, es un funcionario respetado que precisamente había desembarcado en España en 2021 procedente de París, donde había ejercido como cónsul general, con el objetivo de relanzar una cooperación bilateral ahora en el limbo.
La peor crisis en décadas
Y es que el indisimulado cortejo europeo del país árabe contrasta con la grave crisis que atraviesan las relaciones diplomática entre España y Argelia, a raíz del histórico cambio de posición del Gobierno de Pedro Sánchez en el contencioso del Sáhara Occidental, alineándose con el plan de autonomía marroquí. Dos meses después de que Argel dictara la suspensión, el comercio permanece bloqueado. Según estimaciones del círculo empresarial hispano-argelino, se acumulan ya pérdidas por valor de 650 millones de euros. El suministro actual de gas no se ha visto afectado, conforme a unos acuerdos cuyos términos podrían variar en las próximas renovaciones al calor de los acontecimientos políticos.
Honestamente no veo ninguna posibilidad de mejora de las relaciones España-Argelia
Los analistas no se muestran optimistas con una pronta recuperación de los lazos. “Honestamente no veo ninguna posibilidad de mejora. Mientras las socialistas sigan en el poder, las relaciones se mantendrán muy frías: ausencia de embajador, sin comercio, menos abastecimiento de gas y precios más altos”, vaticina Zoubir. A su juicio, la única opción de forzar un deshielo sería una suerte de declaración pública, altamente improbable. “Si Sánchez no revierte la decisión de marzo sobre el Sáhara e incluso se disculpa por algunas declaraciones, será difícil que las relaciones vuelvan a la situación anterior a marzo. La cuestión es si Sánchez puede cambiar de rumbo. Borrell ha hecho una declaración positiva sobre el Sahara Occidental. ¿Puede Sánchez hacer lo mismo? Dudo que lo haga”, agrega el analista.
La visita de Macron, la segunda desde diciembre de 2017, está marcada por ese giro que parecen haber protagonizado en los últimos meses Francia y España hacia Argelia y Marruecos, los países que rivalizan por la hegemonía en el Magreb. París es el valedor histórico de Rabat, incluido en sus tesis sobre el futuro de la ex colonia española, pero todavía pesan los recelos que afloraron hace un años, cuando se difundió que los móviles de Macron y 14 de sus ministros habían sido espiados por los servicios secretos marroquíes a través del programa israelí Pegasus, en un “modus operandi” similar al que padecieron en España Pedro Sánchez y los ministros de Interior y Defensa.
Sin un más de un siglo de agravios coloniales, España era hasta ahora la entrada del gas argelino a Europa y un socio preciado en Argel frente a la evidente cercanía de París con Rabat. Una asociación que ha saltado ahora por los aires y de cuyas turbulencias puede aprovecharse Macron y su deseo de iniciar una relación más estrecha con el régimen de Abdelmadjid Tebboune a propósito del futuro energético de su país.
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