Los guiones, las claquetas, las cámaras y los focos se alejaron de Oleh Sentsov (Simferópol, Ucrania, 1976) el 10 de mayo de 2014. Todos sus sueños se congelaron al ser encarcelado por Rusia acusado de preparar atentados terroristas en Crimea curiosamente después de haber expresado su oposición a la anexión de la península. Ninguno de sus útiles habituales estarían junto a él durante los próximos 20 años, tampoco su familia. Sentsov se enfrentaba a 20 años de condena. Tras pasar cinco en una prisión de Siberia, el cineasta y varias decenas de personas detenidas más fueron puestas en libertad en un canje de presos entre Rusia y Ucrania. Ahí comienza la nueva vida de Sentsov, en la que rescata el guion de Rhino, su segunda película, de la que preparaba la producción antes de ser puesto entre rejas y que ahora es descrita por las distribuidoras en España como "con tintes sociales y reminiscencias de Scorsese".
El caso de Sentsov tenía, a priori, una "simple" solución: el cineasta debía declararse culpable para obtener el indulto por parte de Vladimir Putin, tal y como se aseguraba desde el Kremlin. La lucha de Sentsov iba mucho más allá. Acceder a las exigencias del opresor, arrodillarse y salvar su pellejo no iba con él. No sólo se negó a pedir el indulto -que a saber qué resultado hubiera propiciado-, sino que le plantó cara a Putin. Durante su encarcelamiento hizo una huelga de hambre de 145 días exigiendo la liberación de otros presos políticos del estado Ruso.
Su estancia entre tres paredes y una reja en los confines del mundo, en el extremo septentrional de Rusia, y a 3.000 kilómetros de su hogar, visibilizaron el sentimiento general del pueblo ucraniano y su contienda particular por los derechos humanos. "Oleh Sentsov y muchas otras personas son simples víctimas de una persecución por motivos políticos y jamás deberían haber estado en prisión. Aunque es un alivio que ya estén en libertad, es una farsa que las utilicen como moneda de cambio en acuerdos políticos", apuntaba Amnistía Internacional tras la liberación.
El grito de justicia de Sentsov retumbó más allá de su gélido habitáculo penitenciario en Labytnangi, y mientras allí pasaban los días como lustros, recibió el premio Sájarov de Libertades y Derechos Humanos 2018 por el Parlamento Europeo. "El premio fue atribuido para su coraje y su determinación. El cineasta Oleh Sentsov se ha convertido en un símbolo de la lucha para la liberación de los presos políticos en Rusia", describió el Presidente del parlamento europeo, Antonio Tajani, al anunciar el premio ante de una cámara que se puso de pie para rendir homenaje al cineasta. El propio Sentsov restó importancia a sus actos en Independent 30, un proyecto creado para el 30 aniversario de la restauración de la independencia de Ucrania: "Un patriota no espera premio ni aprobación de sus actos. Lo hace porque lo considera necesario".
De las garras de Putin al Festival de Estocolmo
La historia de Sentsov hace honor a su profesión, ya que es más propia de un guion de cine que de la realidad. Ni Putin ni la reclusión en Siberia iba a frenar a Sentsov, que como el mismo indicó, engendrar películas es su "principal necesidad". "Hago películas no por el bien del espectador, es mi principal necesidad personal. Es lo mismo que dormir o comer".
Su primera obra, Gamer (2012), trata sobre el ascenso de una joven estrella de los videojuegos que tiene como objetivo reinar en esa disciplina. La película fue premiada en el festival de Rotterdam (Holanda), lo que le permitió encontrar financiación para producir su segundo largometraje, Rhino (2021), sólo interrumpido por su encarcelamiento.
Rhino, considerada por Sentsov como un punto de inflexión en su trayectoria como cineasta, "es la primera película donde soy responsable de todo. Es mía de principio a fin. Se podría decir que es donde comienza mi verdadera carrera". Obtuvo dos galardones en el Festival de Estocolmo 2021 (Caballo de bronce a la mejor película y premio al mejor actor para Serhii Filimonov). Desde hace apenas menos de un mes está disponible en Movistar +, que resume el filme como "el auge y caída de un chaval que crece rodeado por la crisis en la desquiciada Ucrania de la década de 1990 y que llega a lo más alto en el mundo del hampa gracias a la extrema violencia y a la intimidación... pero todo lo que sube, termina cayendo". Cuando se cumplen tres años de su liberación, Sentsov ha pasado de prisionero de Putin a que su drama "con tintes sociales y reminiscencias de Scorsese" forme parte del catálogo de la pequeña pantalla en España.
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