Los periodistas se movían este miércoles de un lado a otro, como bandadas de pájaros, por el Salón de los Pasos Perdidos del Tribunal Supremo en busca de cada interlocutor improvisado que quería dejar muy clara su posición sobre la crisis que atraviesa el Poder Judicial. Algo que, de partida, no es muy habitual.
El duro discurso del presidente del Consejo General del Poder Judicial, Carlos Lesmes, ante el Rey Felipe VI y toda la cúpula judicial dejó en mal lugar, un año más, al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez y al líder de la oposición, Alberto Núñez Feijóo, a quienes afeó su cerrazón para no llegar a un acuerdo de renovación del órgano de gobierno de los jueces. Les instó a reunirse con urgencia para solucionar la situación que "está debilitando y erosionando a las principales instituciones de la Justicia española".
El líder del PP estaba presente en la apertura del curso judicial y, por alusiones, se expresó minutos después ante los medios. No va a llamar a nadie, pero si le llaman está dispuesto a renovar, dijo. Aunque puso como condición que previamente haya un compromiso por parte del PSOE a cumplir los "requisitos" de su partido, amplió en una explicación muy gallega. Hasta tres aclaraciones se le pidieron para entender lo que quería decir y no fueron suficientes. Porque se esperaba una respuesta contundente: ¿Habrá renovación, sí o no? Y ni él ni la ministra de Justicia, Pilar Llop, que se encontraba en el otro extremo de la galería, resolvieron el enigma. La representante del Gobierno indicó que "el grupo socialista pondría los nombres (de los vocales) encima de la mesa mañana mismo" para acabar con el bloqueo que este diciembre llegará a los cuatro años en caso de que no se avengan a acabar por fin con la interinidad del consejo de jueces. Pero precisamente eso es lo que Feijóo dijo que no quiere, hablar primero de nombres y luego de normas. En el PP insisten en que tiene que quedar claro que no se puede nombrar a magistrados que no tengan 25 años de carrera y que se debe excluir a quienes vengan de la política, porque de lo que se trata es de erradicar el "amiguismo".
El discurso de Lesmes sonó a amenaza de dimisión. "De no ser atendido este llamamiento que hoy hago, será preciso reflexionar sobre la adopción de otro tipo de decisiones que ni queremos ni nos gustan", leyó. El líder del PP no le vio sentido, según dijo minutos después, a que el capitán del barco quiera abandonar cuando la tripulación no puede hacerlo.
Pero le falló la intuición marinera, porque después de pronunciar esas palabras la bandada de periodistas corría en dirección a otro apartado en el que Lesmes dejaba claro que su dimisión "en semanas, no en meses", es una opción para tratar de forzar la renovación. El bloqueo provoca ya un "estropicio tan grande que no se había producido una situación semejante en la cúpula de la Justicia española en toda la historia de nuestra democracia", afirmó durante su discurso refiriéndose al Tribunal Supremo, con 14 vacantes de los magistrados sin cubrir por la imposibilidad de nombrar del CGPJ mientras esté en funciones.
La situación es "insostenible" a ojos del sector político judicial que desde el lunes lleva coincidiendo en los mismos sitios, con la misma gente, una y otra vez. En el acto de toma de posesión del fiscal general del Estado, Álvaro García, tanto en el Tribunal Supremo como en la Fiscalía General este lunes; en la solemne apertura del curso judicial en el Salón de Plenos del alto tribunal este miércoles e incluso en la representación de una obra teatral escrita por el presidente del Tribunal Constitucional, Pedro González-Trevijano, en el teatro Fígaro de Madrid la noche del martes.
Pero ni los encuentros más institucionales ni los más distendidos han obrado lo que ya parece el milagro de la renovación. La presión del momento se sentía este miércoles en el Tribunal Supremo, donde parecía que la válvula de la olla se pondría a sonar de un momento a otro con una nueva comparecencia sorpresiva.
Incluso el Rey Felipe VI, bajo el fresco de las virtudes de la Justicia de Álvaro Alcalá Galiano en el Salón de Pasos Perdidos del Supremo, tuvo la deferencia de compartir sus impresiones sobre la actualidad. "El presidente del Tribunal Supremo ha explicado muy bien la situación", se mantuvo en su sitio. Más cómodo se mostró opinando sobre la crisis energética: "Además de jefe del Estado soy ciudadano", afirmó. Mientras, los vocales del CGPJ comentaban la jugada del discurso del presidente y magistrados del Constitucional se descartaban como solucionadores de la situación resolviendo el recurso de los partidos de la oposición contra la reforma legal de PSOE y Podemos que quitó al consejo de jueces la capacidad de nombrar a la cúpula judicial mientras esté en funciones: "Nuestra labor no es resolver problemas políticos", afirmó la ponente de la sentencia que resuelve dicho recurso, Marisa Balaguer.
En otra esquina, Lesmes, Llop y Feijóo coincidían durante unos segundos en un pequeño corrillo hacia el que todos dirigieron las miradas. Falsa alarma. El cruce de escasas palabras no resolvió la situación. Los pasos continuaron perdidos en el Tribunal Supremo, no condujeron a la renovación del Poder Judicial.
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