Si el hombre pudiera decir lo que ama, / si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo / como una nube en la luz [...] yo sería aquel que imaginaba; / aquel que con su lengua, sus ojos y sus manos /proclama ante los hombres la verdad ignorada, / la verdad de su amor verdadero.
Este fragmento de Si el hombre pudiera decir lo que ama resume el espíritu de uno de los poemas más célebres y emotivos del poeta sevillano Luis Cernuda (Sevilla, 21 de septiembre de 1902 - Ciudad de México, 5 de noviembre de 1963). En él, Cernuda revela una de sus grandes obsesiones: la dificultad entre encajar su concepto de amor idealizado con la decepcionante realidad de un mundo corrupto.
Y es que el poeta sevillano, que este 21 de septiembre cumpliría 120 años, sufrió la incapacidad de experimentar un amor verdadero por su condición de homosexual en una España que prefería mantener el ocultismo y la marginación de estas personas, que se resignaron a desterrar sus pasiones y deseos lejos de la vida pública.
Me perdí luego por la tierra injusta
fragmento de 'Cómo llenarte, soledad'
como quien busca amigos o ignorados amantes"
El amor, el abandono, la soledad o el olvido fueron algunos de los sentimientos que monopolizaron la inspiración de un artista que, a pesar de su fragilidad emocional, antepuso su capacidad de amar y crear a cualquier otra satisfacción que la vida pudiera ofrecerle.
A la fama de poeta maldito siempre le ha acompañado la de tener un carácter difícil, cambiante y desagradable con el que alimentaba su tendencia a alejar de sí a quienes se le juntaban. Un carácter que dificultó su éxito por su incapacidad para plegarse y agradar a quien tenía que agradar.
Sin embargo, aquellos que le quisieron, pudieron ver más allá de su fachada displicente. La escritora Rosa Chacel, con quien compartió generación, contaba que "el carácter de Cernuda era enrevesado, un demoni0, un lío, un abismo, pero todo en él era un encanto, todo era noble, todo era perfecto. Todas las cualidades que le pudiéramos encontrar, que eran incalculables, todas eran excelentes".
Pedro Salinas, mentor e integrante de la misma Generación del 27 que incluye a Cernuda y Chacel, explicó en una ocasión que el sevillano utilizaba su imagen de dandi vanidoso, siempre bien vestido e impoluto, como una muralla para su timidez, cuando por dentro era de cristal. "Es el más Licenciado Vidriera de todos, el que más aparta a la gente de sí, por temor de que le rompan algo, el más extraño".
Es de nieve por fuera y de llama por dentro, quien le toca se hiela mientras él se abrasa"
Autosemblanza de Luis Cernuda
El propio Cernuda hizo una autosemblanza en la que se refería a sí mismo de en estos términos: "Es de nieve por fuera y de llama por dentro, quien le toca se hiela mientras él se abrasa, su sitio no está en parte alguna, siempre deseará un lugar diferente, es el extranjero, busca la realidad, es decir, la verdad y la poesía".
Amante de la soledad, pero temeroso del abandono, el poeta sevillano cultivó una poesía pura e intimista, construida en la observación de la cotidianeidad, logrando una verdadera proximidad con el corazón del hombre, anticipándose a la conocida como poesía de la experiencia que otros como Luis García Montero desarrollaron después. Influenciado por los simbolistas y surrealistas franceses, conectó también con el Romanticismo inglés para explorar la colisión entre la libertad individual y la sociedad burguesa.
En su extensa obra, recogida en su mayoría en La Realidad y el Deseo (1936) es posible encontrar poemas como Donde habite el olvido o Cómo llenarte, soledad, que tocan con belleza, melancolía y honestidad los temas que persiguieron al escritor durante toda su vida.
Una de las objeciones más serias que pueden hacerse a mi trabajo es que no siempre he sabido o he podido mantener la distancia entre el hombre que sufre y el poeta que crea"
Luis Cernuda
A pesar de sus continuas desilusiones vitales, su poesía siempre ha proyectado en el enamoramiento la mejor esperanza a la que nadie pueda aspirar jamás. Sus relaciones efímeras con hombres mayoritariamente casados, faltos de la valentía de Cernuda para vivir su homosexualidad de forma coherente, fueron desmoronando su ideal del amor, aunque nunca renunciara a seguir creyendo en él. El poeta anteponía el ideal a los caprichos de los amantes, significando el amor lo permanente, mientras que lo amado era lo fugitivo.
Octavio Paz, Nobel mexicano con el que Cernuda compartió amistad en su exilió, recordaba al sevillano como un hombre "exigente consigo mismo y con los demás, que no era hipócrita y era leal". Juan Ramón Jiménez lo consideraba un "perpetuo adolescente", explicación de un idealismo puro y un humor inestable y atormentado.
Más allá de recordar el escaso reconocimiento que tan difícilmente alcanzó en vida, o su condición de marginado marcada por la fama áspera y reservada que emanaba, en el 120 aniversario de su nacimiento lo que quedan son sus poemas. Poemas que revelan a un hombre que sufría por un amor siempre insatisfecho, como un efímero y doloroso espejismo de felicidad. Un amor al que Luis Cernuda nunca tuvo miedo de referirse, pues, a pesar de la perenne tristeza que lo angustiaba, jamás dejó de buscar ese "tú" que justificara la existencia de su "yo", pues como dice al final del poema que abría este artículo: "si muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido".
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