Las consultas a la militancia están cuajadas de peligros y suponen, en última instancia, a renunciar a la responsabilidad que cualquier dirección debe tener para conducir a los suyos, sean de un partido político, sean de un país entero o sean de una empresa, hacia unos objetivos determinados.
Pero eso es lo que ha dado de sí tras un debate interminable la reunión de los dirigentes de JxCat: trasladar a la militancia la responsabilidad de decidir qué hacer con el gobierno del que forman parte. El veredicto se conocerá el día 7 de octubre.
El caso es que la Ejecutiva de JxCat ha sido incapaz en un debate ¡de nueve horas, nada menos! de llegar a conclusión alguna sobre el cese de Jordi Puigneró, hasta ayer vicepresidente del gobierno catalán, propiciado por el presidente Pere Aragonés en vista de que él era sabedor, pero no se lo dijo al presidente, de que el jefe del grupo parlamentario de JxCat, Albert Batet, tenía la intención de plantear en el debate de política general la exigencia de que Aragonés se sometiera a una cuestión de confianza para examinar si los acuerdos con que se cerró la coalición -a la desesperada, por cierto- en mayo de 2021 se estaban cumpliendo.
Laura Borrás, del sector duro del partido -si es que hay algún sector que no lo sea- era por lo visto partidaria de romper inmediatamente el acuerdo de gobierno.
Pero eso tendría muchas pegas, entre otras la salida abrupta de los cientos de cargos desde consejeros, directores generales, secretarios, asesores, presidentes de instituciones oficiales con sus correspondientes acompañamientos de segundos y terceros niveles, que quedarían fuera del gobierno tras la ruptura.
Esos son muchos millones de euros al año que dejaría a cientos de cargos de primer nivel y niveles intermedios fuera de juego. Y eso seguramente la militancia, entre la que estará toda esa caterva de personas, no lo va a tener en cuenta.
En víspera de las elecciones municipales se puede encontrar con que muchos de sus alcaldes se despegan de un partido que ya no pinta nada en la Generalitat
Porque tradicionalmente la militancia es siempre más radical que los más radicales de sus dirigentes. Y, sin embargo, en este caso no es así porque la señora Borrás sí que está liderando, aunque pudiera ser de boquilla, el abandono del gobierno de coalición. Aunque es sospechoso que no lo haya logrado tras tantas horas de debate. Pudiera ser que se lo estén pensando.
Porque sucede otra cosa, y es que fuera de las estructuras de poder hace mucho frío, mucha lluvia y mucho viento. Y en vísperas de las elecciones municipales se puede encontrar este partido con que muchos de sus alcaldes se despegan de un partido que ya no pinta nada en la Generalitat y por lo tanto no dispone del dinero de que disponía hasta ahora, y acudan en solitario a los comicios o incluso se pasen a otro partido.
No es tan fácil romper una coalición como esa y todo eso es lo que se supone que la militancia deberá tener en cuenta la semana que viene cuando sus dirigentes acaben de perfilar la pregunta que les quieren hacer a las bases.
Nueve horas para decidir que van a preguntar. Pero todavía no saben cómo debe ser la pregunta. Esto es lo más llamativo y en realidad lo más ridículo de todo. Sin embargo, parece que esta patada hacia adelante ha sido un triunfo de Jordi Turull, el otro dirigente de relieve junto con la presidenta Laura Borrás que ella sí sigue a pies juntillas las posiciones de Carles Puigdemont en este y en todos los aspectos. Y Puigdemont es partidario de romper con todo porque lo que busca es el choque no sólo con el Estado sino también con ERC.
De momento, paradas las máquinas hasta que la militancia se pronuncie pero el transcurrir del tiempo suele calmar las heridas más profundas y mitigar el daño causado. Dando por supuesto que el daño ha sido más hondo en el presidente de la Generalitat porque ha sido a él a quien han querido poner entre la espada y la pared de una cuestión de confianza que, por otra parte, sólo él tiene la potestad de convocar.
Mientras tanto, Pere Aragonés espera en la confianza de que podría aguantar hasta aprobar los presupuestos contando con los Comunes de Jessica Albiach y con el apoyo externo del PSC de Salvador Illa. Pero ninguno de los dos ha querido pronunciarse hasta que las cosas no estén más claras.
Sea como sea, este es el relato agónico de un independentismo que vive sus horas más bajas, pero que no serán las peores.
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