De las joyas de la Casa Batlló (Barcelona) y La Muralla Roja (Calpe), a los peor considerados Walden 7 (Sant Just Desvern), Palacio de Festivales de Cantabria (Santander) y 'La pirámide' de Alicante. Los caprichos de la arquitectura elevan a un nivel superior algunas obras, mientras que condenan a un rechazo popular eterno a otras. En algunos casos estas construcciones han significado importantes hitos para la carrera de su autor, aunque el público no especializado no termine por aceptarlas.
Los motivos que ensalzan a las referencias de la arquitectura en España son los mismos que denostan a los edificios más criticados: la mimetización con el entorno, los rasgos disruptivos y característicos o la relación entre lo práctico y lo vistoso. Este enfrentamiento entre lo mejor y lo peor de nuestra arquitectura alberga casos en los que un mismo arquitecto es capaz de situarse en ambos extremos. Prueba de ello es Ricardo Bofill, cuya labor con La Muralla Roja apasiona, mientras que su desempeño en Walden 7 provoca el efecto anatgónico; o Santiago Calatrava, que enamora con la realización de Bodega Ysios pero defrauda con el Palacio de Congresos de Oviedo, 'El Centollu.
El Palacio de Festivales de Cantabria, en Santander, es una de las referencias negativas del listado. Sus cuatro torres de 50 metros escoltan la estructura central y se inspiran en los mástiles de los barcos en lo que trata de ser un acercamiento al mar, al que mira directamente.
Obra de Francisco Javier Sánez de Oiza, el palacio santanderino fue levantado en 1990 "para convertirse en el eje cultural de la ciudad", tal y como reza en su página web. El proyecto, que está inspirado en el Teatro Epidauro -icono del teatro grigo antiguo- salió vencedor de un concurso con otras siete propuestas. Su fachada está repleta de mármol y cobre envejecido, de ahí su color verdoso tan particular.
Otro de los protagonistas en el bando en el que nadie quiere estar es 'La pirámide' de Alicante. Los 60 fueron objeto del levantamiento de bloques de viviendas próximos a las playas españolas. La parte este de la península es un claro ejemplo de ello, con Benidorm, la capital del veraneo, como principal exponente. El caso de 'La Pirámide' es particular, ya que a pesar de que su cúspide alcanza la planta 25, no se trata del clásico rascacielos. La obra del arquitecto Alfonso Navarro, el Edificio Montreal, fue construida en 1968 con la intención de recrear un barco con velas a gran escala y de hormigón, aunque su forma puntiaguda provocó que el sobrenombre por el que se reconoce al Montreal sea 'La Pirámide'.
Las 180 viviendas del Montreal, de dos, tres y cuatro habitaciones, son exteriores, con vistas al mar y con ventilación cruzada y más de una orientación gracias a su peculiar configuración.
El Walden 7, de Ricardo Bofill, fue edificado en 1975. Según apunta el taller de arquitectura del arquitecto fallecido este mismo año, Walden 7 tiene un significado especial en la obra de Ricardo Bofill ya que "a través de este proyecto logró implementar con éxito una vieja ambición, la realización del trabajo de investigación realizado para otros proyectos anteriores del Taller de Arquitectura, como el Barrio Gaudí de Reus y La Ciudad en el Espacio, en Madrid".
La construcción es un clásico en los ránkings que destacan 'los edificios más feos', incluye 446 apartamentos distribuidos en catorce plantas y agrupados en torno a cinco patios; además dos piscinas en la azotea. "Salvo con alguna excepción, cada apartamento tiene vistas tanto al exterior como a los patios. Un complejo sistema de puentes y balcones en diferentes niveles facilita el acceso a las plantas, ofreciendo una fantástica variedad de paisajes", indica el Taller de Bofill. Más allá del no reconocimiento popular al Walden, Bofill obtuvo más que la simple aprobación con la mencionada Muralla Roja, que hace un guiño a la arquitectura popular árabe del Mediterráneo, en particular a las torres de adobe del norte de África. La Muralla Roja consta de 50 apartamentos, que incluyen estudios de 60 m² y apartamentos de dos y tres habitaciones de 80 m² y 120 m², respectivamente. Además, en las terrazas de la azotea hay solariums, una piscina y una sauna.
Como exponente de belleza arquitectónica se distingue la Casa Batlló, de Antonio Gaudí. Su fachada es uno de los símbolos de Barcelona. En el 43 del Paseo de Gracia, la Casa Batlló -de Antonio Gaudí- fue levantada inicialmente en el siglo XIX, pero en 1903 la adquirió D. Josep Batlló y Casanovas y encargó a Gaudí la reforma. "El arquitecto cambió completamente la fachada, redistribuyendo la tabiquería interior, ampliando el patio de luces y haciendo de su interior una auténtica obra de arte", indica la página dedicada a esta construcción ya histórica.
La Casa Batlló es Patrimonio Mundial de la UNESCO y un icono de Barcelona, "una parada imprescindible para conocer la obra de Gaudí y el modernismo en su máxima expresión". Se trata de uno de los atractivos culturales y turísticos mejor valorados de la ciudad condal con 1 millón de visitantes al año.
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