Cuando Rusia ocupó y se anexionó Crimea en 2014, Ucrania reaccionó cortando inmediatamente el canal que proveía a la península del 86,65% de su agua corriente. El canal 'Crimea Norte' funcionaba a pleno rendimiento desde 1975, 21 años después de la entrega de este territorio a Ucrania. Se trata de un trasvase desde el río Dnieper que nace a la altura de la ciudad de Nueva Kajovka, cerca de Jersón, y que Kiev cegó con sacos, presas de tierra y otros obstáculos. "Hay planes de emergencia. En ningún caso Crimea se quedará sin agua", declaró entonces Serguéi Aksionov, el jefe de Gobierno de la región. En su declaración había una verdad y una mentira.
La verdad: Rusia tenía un plan de emergencia. Consistía en excavar el suelo de manera radical para explotar acuíferos subterráneos. La mentira: pese a ello, Crimea sí se quedó sin agua. Ni Ucrania levantó la mano -señalando a Rusia como responsable de proveer de recursos a su territorio ocupado-, ni los planes de Moscú dieron resultado.
Según datos recopilados por el think tank Jamestown Foundation, la extensión de las tierras de regadío en Crimea llegó a ser de 400.000 hectáreas durante la era soviética. Antes de la anexión, ese nivel había descendido hasta 140.000 hectáreas. Tras el cierre del canal que conecta Nueva Kajovka con Crimea, la superficie de regadío se hundió de forma drástica. 17.000 hectáreas en 2014. 10.000 hectáreas en 2015, la mitad que las Islas Baleares en España, con cinco veces más superficie. La extensión de las tierras regadas seguía siendo de 17.000 hectáreas en 2018, cuando un verano especialmente caluroso terminó de rematar al antaño productivo suelo de Crimea.
De la noche a la mañana, Crimea dejó de producir arroz y disminuyó de forma drástica los cultivos de maíz y soja. Mientras tanto, ese agua que ya no llegaba a Crimea hacía crecer los melones y melocotones en Jersón. Unida la sequía a las sanciones internacionales, las exportaciones agrícolas de la zona se hundieron en tres años de 75 millones anuales a menos de 6 millones. Y en 2020 acabó sucediendo lo inevitable: el agua dejó de llegar a los grifos y grandes ciudades como Simferopol racionaron su uso a tres horas por la mañana y tres horas por la tarde.
Moscú prometió soluciones durante años para el agua de Crimea, pero nunca llegaron. Las excavaciones acabaron provocando una salinización masiva del suelo, que destruyó terrenos cultivables y no solucionó ningún problema. "El suelo salinizado está aumentando cada año y se dobla cada cinco años", declaraba en 2018 Igor Yatsuk, experto en conservación del suelo.
Los proyectos para realizar canalizaciones desde Rusia se han considerado hasta el momento inviables, y la solución de las plantas desalinizadoras nunca ha fructificado por su alto coste económico y energético.
La guerra hídrica siempre estuvo en el trasfondo de las tensiones entre Rusia y Ucrania. Y por eso no sorprendió que uno de los primeros objetivos tras la invasión iniciada el 24 de febrero fuese llegar hasta Nueva Kajovka, donde nace el canal, y volar los obstáculos para que el agua del Dnieper volviese a fluir hasta Crimea.
La situación ha permanecido así desde entonces, pero la contraofensiva militar en el sur del país ha resucitado la batalla del agua. Ucrania, tras avanzar en las regiones al norte de Jersón, está a 35 kilómetros de Nueva Kajovka. A 35 kilómetros de volver a cerrar el grifo para Crimea. A 35 kilómetros de resucitar los fantasmas de la gran sequía en la joya de la corona de Vladimir Putin y su principal línea roja en la guerra. Crimea no se toca, pero ya la están rozando.
El asunto va ganando su espacio. En un polémico tweet publicado esta semana, el empresario Elon Musk, dueño de Tesla y Space X, sugería que Ucrania debía negociar la paz bajo cuatro premisas. Entre ellas, renunciar definitivamente a Crimea y "asegurar el suministro de agua" a la región. La respuesta oficial ucraniana fue dura contra el multimillonario. "El Tesla es un buen coche, pero preferimos el HIMARS", contestó Mykhailo Podolyak, asesor de Volodimir Zelenski, en referencia a los sistemas móviles lanzamisiles.
La situación en el frente: Ucrania estabiliza los avances hacia Jersón
El miércoles supuso la fortificación de los avances ucranianos en la región, sin grandes ganancias adicionales. La línea defensiva tuvo que huir hacia el río por miedo a quedar embolsada por el avance ucraniano, que sigue acumulando fuerzas en esta campaña. El cerco sobre Jersón se estrecha por el oeste, por el norte y por el este, donde el objetivo primero sigue siendo alcanzar Berislav y la mencionada Nueva Kajovka. Allí, al contrario que en los municipios liberados en los últimos días, sí se espera una batalla más feroz.
De momento, Ucrania sigue amenazando con tender una trampa total a las fuerzas rusas en la zona. Las dos vías terrestres para una retirada son el puente Antonovskiy de Jersón y el de la propia Nueva Kajovka. Y los dos están desde hace semanas bajo el fuego de los HIMARS que han cambiado el curso de la guerra para Ucrania. Cuanto más cerca, más precisión. Por ahora, se tiene constancia de que el puente de Jersón está gravemente dañado, pese a los intentos rusos por reconstruirlo. El de Nueva Kajovka también presenta grandes agujeros fruto de impactos, aunque pueden seguir circulando camiones y otros equipamientos a través de él.
Rusia, atrapada y con el tiempo en contra, tendrá que tomar una decisión en el área de Jersón. Pero la retirada total parece inviable políticamente para el Kremlin. Por un lado, se trata de la capital de uno de los territorios recién anexionados por la Duma. Por otro, es la llave de paso hacia el agua y la seguridad de Crimea, el único objetivo al que Putin no puede renunciar. Además, las retiradas en otros frentes ya han generado un desgaste importante al Estado Mayor ruso en la guerra.
El belicoso Kadírov, ascendido a coronel general
En este sentido, el ascenso este miércoles del líder checheno Razman Kadírov a coronel general del Ejército envía un mensaje cristalino. Kadírov se despachó muy duramente contra su ahora homólogo en la región de Limán, Alexander Lapin, al que acusó de haber entregado la ciudad sin presentar batalla ni dar opciones a sus soldados. Kadírov llegó a decir que habría enviado a Lapin al frente, degradado a soldado raso, y se preguntó quién informaba de todo esto a Vladimir Putin en Moscú.
Las furibundas críticas a la cúpula de Defensa y la reclamación de usar armas tácticas nucleares para frenar las derrotas en el campo de batalla le han valido el ascenso. Kadírov, no especialmente popular entre el generalato, también aporta a sus luchadores chechenos al frente de Jersón, donde este tipo de retiradas se han producido a gran escala en los últimos días. Ahora, con más mando en plaza, queda por ver si la situación cambia sobre el terreno.
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