La historia está llena de lecciones y claves para comprender el presente. El imperio romano es un espejo en el que nos miramos en todo momento y es donde hay que remitirse para comprender. El doctor en Historia y ex militar, José Soto Chica, ha viajado a Roma con El águila y los cuervos (Despertaferro) para ahondar en la caída del imperio romano. Una obra en la que además del relato de los hechos ofrece “una reflexión y una lección sobre lo que se puede llegar a hacer y lo que nunca deberíamos de llegar a hacer”, explica a El Independiente. “La caída de un imperio que se creía a sí mismo eterno y que evidentemente no lo era, es una advertencia que nos enseña a valorar mucho más la seguridad, la estabilidad, la prosperidad y a desconfiar de nuestra élite y a ser más exigentes con ella”.
Un concepto que reitera Soto Chica en la conversación que mantenemos con el historiador: las élites y su avaricia acabaron con Roma. “Es importante para la Europa y para el mundo actual entender eso. Porque nosotros seguimos viviendo una nostalgia y una obsesión, diría yo. Por Roma que sigue condicionando buena parte de nuestro mundo hoy día”, afirma. Empezamos preguntándole precisamente eso: ¿Por qué tenemos esta obsesión con Roma?
R: Tiene una función positiva y una negativa. Yo lo llamo obsesión porque es eso, basta con pasear por nuestras ciudades. Aquí en Madrid tienes la Puerta de Alcalá, que no es otra cosa que una recreación de un arco de triunfo romano. Igual que el Arco del Triunfo de París o el Capitolio en Washington y tantas y tantas otras ciudades. Lo ves en la historia universal continuamente. Qué otra cosa querían hacer Napoleón, Mussolini, Hitler o Iván IV 'el terrible' en Rusia, Mehmet II, 'el Conquistador' de Turquía, que se llamó a sí mismo César de los romanos; o nuestros Carlos V y Felipe II. Pienso en Washington, en Estados Unidos, allí los padres de la constitución del estado imperial actual de Estados Unidos lo que querían era recrear una Roma imperial. Qué obsesión tiene hoy día la Rusia actual, sino volver a hacer la tercera Roma como se autodenominó Moscú en un momento dado.
La historia puede ser maestra de vida o puede ser una obsesión y en el caso de Putin se ha convertido en una obsesión".
J. Soto Chica
Roma nos obsesiona precisamente porque perdimos durante un milenio aquello que Roma garantizaba: la estabilidad, la prosperidad, la seguridad en un marco de intercambio como no hubo desde su caída hasta ya bien entrado el Renacimiento. Es decir, la gente fue consciente de que se perdió mucho, de que aquello fue una catástrofe. Luego fue usado tanto como modelo a emular, recrear Roma, pero también como enemigo, porque todos aquellos particularismos, localismos, nacionalismos siempre vieron en Roma el enemigo, porque Roma conformaba unificada, hacía homogéneo un mundo diverso.
P: ¿Roma es la medida de lo que es imperio?
R: Justo, hasta la propia palabra imperio -imperium- es romana, es decir, nuestro modelo de sociedad imperial o de mundo unificado lo da Roma. Qué es la Unión Europea si no un imperio romano de bajo perfil. Roma se puede usar negativa y positivamente. Ha habido líderes como Mussolini o Hitler terrible que lo han usado en un plano negativo pero ha habido líderes los que crearon la Unión Europea que la usan como un marco positivo, en 1949 Francia e Inglaterra firman un nuevo tratado que quiere fortalecer Europa y lo firman en Aquisgrán en la sala del trono donde se coronaban los emperadores del Sacro Imperio Romano Germánico.
P: ¿Y el imperialismo ruso?
R: Rusia surge como la continuación de Constantinopla, de la segunda Roma. Moscú es la tercera Roma. Claro, a través de Constantinopla se conectan con Roma, por eso esa obsesión que tienen hoy día las élites rusas de que ellos son la garantía de unos supuestos valores que se pierden en ese Occidente descocado y que va por mal camino, ellos guardan la esencia. Ese atribuirse ellos el ser los garantes de las esencias de Roma, al que aspira hoy, en cierta manera, ya lo fueron en otro momento de su historia. Ellos son la tercera Roma y eso es lo que venden, pero evidentemente nosotros lo vemos desde otra perspectiva.
P: ¿Cómo percibes la gestión de las élites de esta aspiración de imperio ruso?.
Muchas veces nos desconciertan los títulos, los nombres, pero yo digo: qué otra cosa es Putin sino el zar, como lo fue Stalin o como hoy es Hijo del Cielo [emperador de China] el presidente de la República Popular China. Es decir, debajo de esas etiquetas sigue habiendo un poder omnipresente, omnímodo; y Putin lo ejerce como lo hubiera ejercido el zar Nicolás,
exactamente igual. Por eso él también, según leí en una entrevista, Putin últimamente sólo leía libros de historia. La historia puede ser maestra de vida o puede ser una obsesión y en el caso de Putin parece que se ha convertido en una obsesión. Lo ha condicionado ese poder tan autócrata, probablemente le haya hecho perder la perspectiva de las fuerzas reales de la Rusia actual.
P: Si lee mucha historia verá que todos los imperios, tarde o temprano, colapsan.
R: Claro. Fíjate que en el año 400, un historiador bien informado, Amiano Marcelino, seguía creyendo que su imperio era eterno. Roma eterna, pero 76 años después, Roma había desaparecido. En lo que hoy es Austria que entonces se llamaba Norico, una provincia romana, en el año 480, después de que cayera el imperio, se anotaba como algo milagroso el reparto de aceite de oliva. Aquello era un milagro, setenta años antes hubiera sido lo más común del mundo. Se vendía aceite de oliva para uso cotidiano proveniente de África en Austria. Eso nos da la idea de la grandeza de Roma, porque eso no volvió a ser posible hasta el siglo 18 d.C. Roma era un marco de intercambio, de prosperidad, de seguridad que costó mucho levantar y que en un momento dado las malas decisiones políticas, el agravamiento de la desigualdades, etc. Hizo que lo que parecía eterno se viniera abajo. Esto es una lección, porque nosotros también creemos que nuestra sociedad, nuestro estado, nuestro mundo es eterno y no lo es.
P: Hoy se habla mucho de colapsismo de nuestro modo de vida y nuestro sistema ¿Qué nos enseña desde la perspectiva histórica?
R: Lo que me ha enseñado Roma me ha obligado a llegar a esa conclusión. A mí no me gusta llegar a esa conclusión, pero como historiador no tengo más remedio que valorarla y tenerla en cuenta. Lo que me ha enseñado es que más que los límites naturales, económicos, etcétera, lo que en última instancia provoca que un Estado se derrumbe o una civilización se derrumbe es la ambición, la avaricia, las malas decisiones de las élites que dirigen ese Estado o que promueven esa civilización.
Europa no tiene una política exterior común, real, efectiva y no tiene fuerza real"
J. soto chica
Al final el ser humano es determinante, mucho más que esos grandes movimientos económicos, sociales, climáticos, etcétera, que están ahí, que son importantísimos. Pero en última instancia, las decisiones que nosotros tomamos son las que nos encaminan hacia la destrucción o hacia la solución de esos problemas. Oriente lo hizo, solucionó sus problemas, que básicamente eran los mismos problemas que tenía el Occidente romano, es decir, la lección es: las decisiones importan.
P: En el mundo actual hay varios “imperios” sobre la mesa; el chino, el americano y está Europa que -como dices- es una Roma contemporánea y luego tenemos Rusia. ¿Cómo ves tú el escenario geopolítico actual?
P Pues muy interesante, una de las cosas que yo aporto en este libro es una mirada comparativa. No sólo evalúo la fuerza del Imperio Romano y sus debilidades, sino que las comparo con los imperios contemporáneos de su época, el Persa, el Gupta en la India, etc. El mundo siempre ha sido más multipolar de lo que creemos, hemos pasado de una época de hegemonía absoluta a Estados Unidos después de la caída del muro a un mundo donde esa hegemonía está discutida. Eso hace que nuestro mundo sea muchísimo más peligroso que antes.
Esos imperios actuales, esa China que parece imparable, ese Estados Unidos que se resiste a perder su hegemonía mundial, esos países emergente o imperios emergentes como la India, o esa Rusia que creía haber vuelto a tener un papel político importante y que de repente comete errores y se viene abajo su poderío y su prestigio militar. Todo eso hace que el mundo sea más peligroso. Por eso te decía antes que las personas que lean este libro no sólo van a encontrar el relato de la caída del imperio romano, sino una reflexión sobre cómo deberíamos de ser exigentes con aquellos que nos gobiernan.
P: Europa, ¿está cometiendo errores?
R: Para mí Europa es un imperio romano de bajo perfil, porque ofrece lo que ofreció en su momento Roma: seguridad, estabilidad y prosperidad. Estamos en un momento en que se repite aquello que ocurrió también en la Roma de los siglos IV y V; la periferia, es decir, las élites de la periferia, las élites locales, están empezando a pensar que sus intereses están mejor siendo particulares que siendo generales. Ahora pasa con Hungría, Polonia y puede que Italia y ha pasado con Gran Bretaña. Es decir, está habiendo movimientos políticos de todo tipo, populistas de izquierda y de derecha, que creen que quizá la Unión Europea no sea necesaria. También lo creyeron en el siglo IV y V las aristocracias locales. Creyeron que el imperio no era necesario y el resultado fue una época de caos, de pobreza y de enfrentamiento brutal que fue el alto medievo, la alta Edad Media. Estamos en ese punto en que las cosas pueden salir bien o mal. Por eso digo que estamos en el punto de que seamos exigentes, que exijamos sensatez, de equilibrio, de mesura.
P: Europa, además, no tiene un gran ejército como tenía Roma.
R: Ese paralelismo es una gran debilidad que tiene Europa y a lo mejor esto es políticamente incorrecto, es que no tiene una política exterior común, real, efectiva y no tiene fuerza real. Dependemos de otros para ejercer la fuerza y sin fuerza no hay realmente capacidad política de imperar o de imponer tu propia seguridad.
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