"El futuro es nuestro, de la mayoría que quiere el cambio". La víspera de la jornada de reflexión, Felipe González había congregado a más de medio millón de personas en la explanada de la Ciudad Universitaria de Madrid. El mitin de cierre de campaña era la última etapa de un viaje que le había llevado a recorrer más de 20.000 kilómetros en 25 días con el mensaje del "cambio", el certero lema con el que concurrió a aquella cita electoral. Dos días más tarde, el histórico dirigente socialista celebraba junto a Alfonso Guerra el triunfo desde una ventana del Hotel Palace, a unos pasos del Congreso de los Diputados.
El inicio del "cambio" que invocaba González comenzó a escribirse en la noche del 28 de octubre de 1982, hace ahora 40 años. El escrutinio de las segundas elecciones generales que se celebraban en España desde la promulgación de la Constitución de 1978 arrojó un resultado contundente. Con una participación del 79,97 % (sobre un censo integrado por 21.469.274 personas), 10.127.392 votantes eligieron la papeleta del PSOE, lo que se tradujo en 202 diputados. En comparación con los comicios celebrados en marzo de 1979, había sumado 4,65 millones de votos más y había aumentado en 81 escaños su representación en la Cámara Baja.
Cuando Leopoldo Calvo Sotelo, entonces presidente del Gobierno, se plantó en el Palacio de Marivent en la tarde del 27 de agosto de 1982 con el decreto de disolución de las Cortes para que lo firmara el rey estaba aún fresco el intento de golpe de Estado perpetrado por el teniente coronel de la Guardia Civil Antonio Tejero el 23 de febrero de 1981. No cesaba el ruido de sables en una España que, tras transitar por la senda de la Transición después de casi cuatro décadas de dictadura franquista, anhelaba su consolidación democrática.
La asonada militar se producía ni un mes después de que Adolfo Suárez hubiera dimitido como presidente del Gobierno, iniciándose la descomposición de la UCD. Sin apoyos parlamentarios para agotar la legislatura, que se debía prolongar teóricamente hasta marzo de 1983, Calvo Sotelo convocó a los españoles a las urnas el jueves 28 de octubre. El santoral católico celebra ese día la festividad de San Judas Tadeo, patrono de las causas difíciles. Que el centroderecha retuviera el poder, sin duda, lo era.
En un trabajo titulado La campaña electoral de octubre de 1982. El camino del cambio, expuesto en un seminario celebrado en el Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Carolina del Norte en mayo de 1983, José Ignacio Wert -después ministro de Educación, Cultura y Deporte (2011-2015)- reconstruye el diálogo "aproximado" que debieron mantener Calvo Sotelo -presidente del Gobierno- y Sandro Pertini -presidente de la República italiana- en el palco del estadio Santiago Bernabeu durante el descanso de la final de la Copa del Mundo de Fútbol disputada entre Italia y Alemania. Era el 11 de julio de 1982:
Pertini.-Así que va a disolver usted las Cámaras y a convocar elecciones anticipadas.
Calvo Sotelo.-Así es.
P.-De modo que su partido ¿tiene posibilidades de ganar las elecciones?
C.S.-Prácticamente ninguna.
P.-Entonces, ¿por qué disuelve usted?
Italia terminó ganando el partido merced a los goles marcados por Paolo Rossi, Marco Tardelli y Alessandro Altobelli frente al tanto anotado en los minutos finales por Paul Breitner, el defensa bávaro que había jugado tres temporadas en el Real Madrid en la década de los 70. Mes y medio después de aquella noche futbolística, Calvo Sotelo volaba a Palma de Mallorca con el decreto de disolución de las Cortes y la convocatoria electoral en el portafolio.
'Operación Marte'
Con una duración de 21 días, seis más que ahora, la campaña de las generales del 82 arrancó en la madrugada del miércoles 6 de octubre con la tradicional pegada de carteles. La cartelería y las caravanas de coches eran los principales medios para hacer llegar el mensaje al potencial elector junto a mítines multitudinarios, a menudo animados por cantantes y grupos de primer nivel. Quedaban aún varias décadas para que el joven programador estadounidense Mark Zuckerberg creara Facebook y para que viera la luz Youtube, la popular plataforma para compartir vídeos.
Tampoco había entonces debates electorales televisados, a pesar de las insistentes peticiones que el resto de líderes políticos le hizo a Felipe González durante aquellas tres semanas. El dirigente socialista había intentado mantener uno con Adolfo Suárez en la campaña de las generales del 79, pero tampoco lo logró. Habría que esperar hasta el 24 de mayo de 1993 para el primer 'cara a cara' en televisión en España: fue el protagonizado por González y José María Aznar y lo ofreció Antena 3.
Cuando Felipe González (PSOE), Manuel Fraga (Coalición Democrática), Landelino Lavilla (UCD), Santiago Carrillo (PCE), Miquel Roca (CiU), Adolfo Suárez -bajo las siglas del Centro Democrático Social (CDS), el partido que había fundado un mes antes de que Calvo Sotelo diera por terminada la legislatura- y otros líderes políticos se echaron a la calle para pedir el voto hacía cuatro días que se había conocido un hecho que había estremecido el país y que había hecho rememorar lo que había sucedido en la Carrera de San Jerónimo 20 meses antes. En una nota oficial, el entonces Centro de Relaciones Informativas y Sociales de la Defensa (CRISDE) informó el 2 de octubre de las detenciones en Madrid de tres oficiales del Ejército de Tierra -los coroneles Luis Muñoz Gutiérrez y Jesús Crespo Cuspinera y el teniente coronel José Crespo Cuspinera, pertenecientes al arma de Artillería- acusados de un presunto delito de conspiración para la rebelión militar.
Las elecciones de octubre de 1982 se celebraban 20 meses después del golpe de estado de Tejero
La investigación llevada a cabo por los ministerios de Defensa e Interior implicaba a los arrestados en el diseño de un plan que tenía como objetivo neutralizar los principales centros de poder civil y de mando militar, declarar el estado de guerra y aislar la ciudad de Madrid con el cierre de las carreteras de acceso y las ocupaciones del aeropuerto de Barajas y las estaciones de tren. Fue lo que se conoció como Operación Marte, cuya ejecución se había planeado para primera hora del 27 de octubre (jornada de reflexión).
"Contiene el plan la previsión de que piezas de artillería ocuparían asentamientos que les permitieran batir en caso necesario los palacios de la Zarzuela y de la Moncloa, así como la sede de la Junta de Jefes de Estado Mayor y los cuarteles generales de los tres ejércitos", reveló Alberto Oliart, entonces ministro de Defensa, durante su comparecencia ante la Diputación Permanente del Congreso de los Diputados el 11 de octubre de 1982. Quedaban 17 días para que se abrieran las urnas.
Dos días antes de que Oliart ofreciera detalles a sus señorías, el reportero Manu Leguineche había contado en las páginas de La Vanguardia que el golpe que los coroneles proyectaban dar en la víspera de la votación se había inspirado en el libro Coup d'etat: a practical handbook (Golpe de estado: manual práctico), publicado por el escritor de origen rumano Edward Luttwak en 1968. Bajo las premisas de máxima rapidez y mínimo de fuerzas, el plan buscaba incomunicar Madrid en tan sólo tres horas en una fecha clave para la democracia.
Cuando los servicios de Información de Defensa e Interior abortaron ese plan, pocos dudaban ya de que el PSOE sería el partido más votado el 28-O. La incógnita por despejar era el resultado concreto. Una encuesta realizada por Sofemasa para El País -con trabajo de campo realizado entre el 16 y el 19 de octubre- daba a los socialistas una horquilla de entre 193 y 217 diputados sobre una participación del 78,5 %, frente a los 87-107 que asignaba a la coalición liderada por Manuel Fraga (AP y PDP). Con 176 escaños, Felipe González podría gobernar con mayoría absoluta. Terminó consiguiendo 26 más.
Ni había cesado el ruido de sables ni ETA había dejado de matar. Sólo en las tres semanas de campaña, la banda terrorista asesinó a cuatro personas. A saber: el director de la mutua Asepeyo en Navarra, Alberto Toca (8 de octubre); el capitán retirado de la Guardia Civil José Jiménez Mayoral (9); el civil Gregorio Hernández Corchete (15) y el hostelero Domingo Javier García González (22). Ese año, los pistoleros etarras acabaron con la vida de 41 personas.
La rotura de la presa de Tous
Hubo otra tragedia que ocurrió en la recta final de aquella campaña: la rotura de la presa de Tous (en la provincia de Valencia) debido al aumento provocado por una gota fría que dejó más de 600 litros en escasas horas en localidades de las comarcas Ribera Alta, Ribera Baja y La Costera. La catástrofe, desencadenada en la tarde del 20 de octubre, causó la muerte a 40 personas e hizo que centenares de miles de personas resultaran damnificadas.
Sin duda, la situación económica que vivía el país -con una inflación al cierre de septiembre de ese año del 13,96 %- y el problema del desempleo -el 15,9 %, según los datos de la Encuesta de Población Activa (EPA) correspondiente al tercer trimestre- marcaron en gran parte la campaña electoral. Quien fue más allá fue Felipe González, que prometió crear 800.000 empleos netos en los siguientes cuatro años.
"No tenemos petróleo ni diamantes, pero tenemos un capital humano impresionante y nadie, absolutamente nadie, puede permitirse el lujo de prescindir de la fuerza de la juventud, de los técnicos, de los científicos, de los trabajadores españoles. Ése es nuestro capital. Hay que recuperar el gusto por el trabajo, por la obra bien acabada. Hay que entusiasmar a la gente y desterrar de este país la chapuza generalizada. Y ello en todos los órdenes y sectores", defendió el secretario general del PSOE en un mitin, como recogió el semanario El Socialista en su número 279 (del 13 al 19 de octubre de 1982).
Junto con la "consolidación de la democracia", la superación de la crisis económica fue precisamente una de las prioridades que marcó Felipe González cuando en la noche del 28 de octubre compareció ante la prensa tras conocerse su apabullante victoria en las urnas. Tan perentoria era la situación que, a las 48 horas de que su primer gabinete tomara posesión de sus cargos, el ministro Miguel Boyer anunció una devaluación de la peseta del 8 %.
En un discurso de cinco minutos, el flamante vencedor -acompañado por Alfonso Guerra y Enrique Tierno Galván entre otros muchos de los que se encontraban en aquel salón del hotel, donde se exhibían las banderas de España y del PSOE tras el atril de madera- ofreció "diálogo" al resto de fuerzas políticas e hizo un llamamiento "a la serenidad" al pueblo español y a evitar "cualquier tipo de provocación".
La crisis económica marcó en gran medida aquella campaña electoral: a las 48 horas de tomar posesión, el Gobierno devaluó la peseta un 8%
Como ha recordado esta semana el periodista Jesús Maraña durante el coloquio organizado por El Independiente en Sevilla con motivo del 40 aniversario de la victoria socialista, el entonces ministro del Interior (Juan José Rosón) llamó la misma tarde de las elecciones a Felipe González para pedirle que, dando por segura la victoria del PSOE antes de que se cerraran los colegios electorales, la celebración fuera lo más moderada posible. Quizá eso explique la actitud mostrada por el líder socialista en la citada comparecencia nocturna: con alegría contenida y sin concesión alguna para la euforia.
"Estamos dispuestos y preparados para asumir la responsabilidad que el pueblo español nos ha confiado", proclamó González. Esa noche se refirió también a la necesidad de completar la construcción del Estado de las Autonomías -Extremadura, Islas Baleares, Comunidad de Madrid, Castilla y León, Ceuta y Melilla no habían aprobado aún sus primeros estatutos de autonomía- y se reafirmó en la "indeclinable aspiración de reintegrar Gibraltar a la soberanía nacional". Cuatro décadas después, la colonia sigue bajo bandera británica.
La mayoría quiso en aquella cita del otoño del 82 el cambio prometido por Felipe González, quien cuatro años después volvió a renovar la mayoría absoluta aunque dejándose en el camino 18 diputados: las elecciones de 1986 se celebraron tres meses después del referéndum sobre la permanencia en la OTAN de España, que ya había hecho entonces efectiva su entrada en la entonces Comunidad Económica Europea.
Aquella etapa de gobiernos socialistas que se inició el año en que España acogió el Mundial de Fútbol se prolongó hasta marzo de 1996, cuando, desgastado por el ejercicio del poder y la sucesión de casos de corrupción, el PSOE perdió las elecciones ante el PP de Aznar por 290.000 votos (112 frente a 81 diputados). La derrota provocó que, en junio de 1997, abandonara la secretaría general del partido tras casi 18 años.
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